Trump, nostalgia por un pasado que no volverá

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Trump, nostalgia por un pasado que no volverá

Las políticas contra los inmigrantes indocumentados y contra las medidas urgentes y necesarias frente al cambio climático del presidente Donald Trump son mera nostalgia del pasado. El presidente cuyas políticas principales fracasan y que ha gobernado apenas 70 días —que parecieran una eternidad— podría repetir como mantra todas las noches aquella frase de Carlos Monsiváis, “o ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba entendiendo”.

En ambos casos Trump niega o no alcanza a ver realidades evidentes de las últimas décadas. Pensar que los tiempos pasados fueron mejores es una nostalgia política que puede resultar impracticable y catastrófica por sus efectos. Resultó patético ver cómo anunciaba ante quienes fueran trabajadores de la minería del carbón, el regreso a los combustibles fósiles, el aumento del empleo por la reapertura de las minas. Como lo señala Paul Krugman en el NY Times, desde los años ochenta el empleo disminuyó enormemente, aunque aumentó la producción de carbón, su verdadero auge tuvo lugar durante la revolución industrial. La foto estuvo bien pero, ¿cuántos volverán a ser empleados en la minería del carbón y a qué costos para el planeta?

Sería mucho más sencillo reconocer que las nuevas tecnologías para generar electricidad sin combustibles fósiles tienen un enorme auge, y por lo tanto potencial de creación de empleos hoy y mañana. ¿Estados Unidos dejará de estar a la vanguardia? Habría que reconocer que la energía eólica, solar y las llamadas tecnologías limpias continuarán su desarrollo también en Estados Unidos, a pesar de Donald Trump, porque ese es uno de los sectores de punta donde se están haciendo importantes desarrollos, inversiones y creando empleos. Sólo habría que mirar hacia California.

El tema de la migración tiene también un enfoque de retroceso. Construir más muros es algo que pretende avanzar sobre terreno incierto, primero porque se requiere una gran inversión y aún no hay fondos presupuestales autorizados. Los muros no han detenido la inmigración y cubren ya la mayor parte de la frontera con México. Todo es tan incierto que un alto funcionario se planteaba ya el problema del Río Bravo, ¿construir del lado de Estados Unidos, que es lo único que pueden hacer, y dejar el río del lado de México? Y no han pensado que la mayor parte de la inmigración indocumentada llega por avión y no por la frontera. Pero además porque en el caso de México la migración está en su nivel más bajo.

Lo que ha desatado Trump es un clima negativo de terror por la persecución y deportaciones que se realizan violando derechos humanos, tratados internacionales, derechos sociales. Las persecuciones y las amenazas están creando un clima social a todas luces negativo y rechazado por la mayoría de los estadounidenses. Hay que ver las cifras de encuestas que señalan que más del 62% de los estadounidenses rechazan la construcción del muro en la frontera con México, aunque sea parte de la campaña y compromisos de Trump.

La resistencia de ciudades y estados importantes lleva a definiciones políticas que aceptan y protegen a los inmigrantes como parte de la normalidad y la realidad. Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Seattle… se niegan a convertir a las policías en agentes migratorios y perseguidores de inmigrantes para ser deportados. El gobierno de Trump amenaza en castigos presupuestales. Mientras por parte de ciudades y estados existen ya amenazas de demandas contra la disminución de fondos federales.

Políticas fuera de la realidad. “O no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba entendiendo”. Mejor sería comenzar a entender. ¿O no?

La realidad le ha dado duros golpes de los que se levanta para volver a insistir una y otra vez. Ahí está la prohibición conocida como travel ban para nacionales de siete países musulmanes, reducidos ahora a seis, que han echado abajo acciones legales de jueces locales ya en dos ocasiones.