Trump-Clinton: el segundo encuentro
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Trump-Clinton: el segundo encuentro
Los principales aspirantes a ocupar la principal oficina de la Casa Blanca se vieron las caras nuevamente anoche y protagonizaron el que diversos analistas políticos calificaron ayer mismo como el debate “más violento” en la historia de la elección presidencial de los Estados Unidos.
La rispidez fue notoria desde el primer segundo, cuando los contendientes salieron al escenario de la Universidad Washington, en la Ciudad de San Luis, y no se saludaron con el apretón de manos que, por elemental cortesía, suelen ofrecerse mutuamente los debatientes, más allá de la forma en cual se traten cotidianamente.
El resto siguió en el mismo tono: un desfile de señalamientos mutuos mediante los cuales Hillary Clinton y Donald Trump se acusaron repetidamente de mentir en sus intervenciones, además de utilizar buena parte de su tiempo en exponer los defectos del otro.
Constantemente interrumpidos por los moderadores, debido a que ninguno de los dos respetaba el límite de tiempo que tenía para hablar, los aspirantes demócrata y republicano convirtieron el debate, por momentos, en una suerte de competencia por ver quién era “menos malo” de los dos.
De acuerdo con el formato del encuentro, la confrontación de ideas debía centrarse en responder preguntas del público presente en la sala y de ciudadanos que las formularon a través de redes sociales, pero las respuestas fueron más bien escasas.
Tras 90 minutos de discusión, resulta más o menos difícil decir que los electores estadounidenses –y los ciudadanos extranjeros que debemos seguir con interés el desarrollo de esta contienda electoral– conocen mejor lo que cualquiera de los dos haría al llegar a la Oficina Oval.
Lo que parece más claro ahora es que ambos aspirantes han estado en contacto directo con episodios de conducta impropia hacia mujeres y no han ofrecido la mejor respuesta a tales casos.
Tal como ocurrió con el primer debate, habrá que esperar a ver las encuestas para saber si lo ocurrido anoche afectó la forma en la cual los electores estadounidenses ven la campaña presidencial de su país y si lo dicho y hecho por los candidatos les hizo cambiar de opinión o no.
Por lo pronto parece que una cosa puede vaticinarse con bastante certeza: el tramo final que nos separa de la jornada electoral estará dominado por la ventilación de los escándalos sexuales de los que Clinton y Trump se acusan mutuamente y sobre los cuales parecen estar dispuestos a construir su estrategia de ataque al cuartel enemigo.
¿Ayudará eso a mejorarla calidad de la decisión de los votantes? Muy probablemente no, pero es que si algo ha dejado claro esta contienda en los Estados Unidos es que las reglas “clásicas” de la política han sido superadas y de aquí en adelante debemos acostumbrarnos a una lucha en la cual la política “de acuerdo con el libro” no necesariamente será la más exitosa.