Tres personajes que no se rinden

Usted está aquí

Tres personajes que no se rinden

Nuestra familia humana ha generado médicos, enfermeras, cirujanos, bomberos y rescatistas… y otros personajes que son expertos en enfrentar adversidades extremas. Incendios, terremotos, tumores, enfermedades crónicas y demás peligrosos invasores de la salud y de la vida. 

No se adormecen sus sentidos. Ven, oyen, escuchan, indagan, miden el peligro con la inteligencia y experiencia adquirida. Tocan y respiran con gran cuidado sin contaminar ni contagiarse, hasta su olfato es un radar y una luz. Los sentimientos no los obnubilan, sus emociones intensas ante las llamas, el dolor y la agonía. La búsqueda incierta no encarcela su razonamiento, su búsqueda de caminos, su perseverancia incesante les convierte la esperanza en energía multiplicada.

Este estilo de actuar no es improvisado, ni mucho menos una generosidad sin raíces. Es un carácter, una forma de ser que han ido consolidando en los procesos de su vivir humano. Si usted le pregunta al bombero, al médico, a la enfermera, al “topo” rescatista, donde o cuando le nació la idea y el compromiso de serlo, posiblemente le compartirá historias, ideales, convicciones inesperadas o sueños que se cultivaron con los años… algún evento o experiencia que hizo explosión en lo profundo de su ser lo conmovió lo suficiente para empezar a ser esa persona que ahora era. 

Ellos han aprendido a ser unas personas que se preocupan y siente compasión, pero no se estacionan en el problema, no se dejan atrapar por el dolor o la impotencia, la obscuridad y la incertidumbre del futuro, o el fatalismo pesimista de los que lo rodean. Se preocupan pero no “demasiado”. Un “demasiado” que es tan depresivo, tan paralizante que desvanece la energía vital latente en todo ser humano.

La pandemia global, el coronavirus no solo tiene el potencial de matar la salud física, de contagiar los cuerpos. También puede matar o revivir la esperanza personal. Puede reestructurar lo esencial de la vida del ser humano y sus instituciones, la prioridad de la verdad, el amor real y la justicia sin adjetivos o teledirecciones. Puede rescatar a cada ser humano del “autoengaño”, o extirpar el tumor del odio o apagar el incendio fratricida que convierte en cenizas a naciones y familias.

No basta recuperar la salud mediante una vacuna que tardará mucho tiempo en llegar, o reconstruir una economía que teníamos muy engordada no solo con comida chatarra del cuerpo sino también del espíritu, que tardará años en venir a curarnos del veneno de la codicia y de la vanidad esterilizante. El tiempo de búsqueda y reconstrucción de lo esencial será muy largo. 

Solamente tenemos el hoy que depende de nosotros y de que no “nos preocupemos demasiado” sino solamente lo necesario para construir el presente que tenemos de regalo cada día. Es necesario no estacionarnos en los severos problemas cotidianos, hay que revivir el carácter del bombero, del médico y del “topo” para caminar las preocupaciones de cada día con inteligencia y energía, sin “demasiadas” autocompasiones angustiantes, por más severas que puedan ser.

Felicidades por los que luchan por la vida y nos contagian su esperanza muchas veces inesperada.