Tres metáforas sobre la democracia
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Tres metáforas sobre la democracia
Sin justicia, el Estado es una banda de ladrones. San Agustín.
I. Atrapé un pez tremendo, lo mantuve junto al bote… con mi anzuelo en una esquina de su boca... él no peleó.… entonces vi que de su húmedo labio inferior colgaban cinco piezas de hilo… con sus cinco anzuelos grandes que firmes crecían en su boca. Una línea verde, deshilachada en la punta donde la rompió… y un fino hilo negro aún rizado por la tensión de cuando lo rompió y se escapó.
Como medallas con sus cintas desgastadas y ondeantes, unas barbas de cinco pelos de sabiduría colgaban de su mandíbula dolorida… Me quedé mirando y mirando y la victoria llenó el pequeño barco alquilado… y dejé ir al pez.
A diferencia del pez en el poema de Elizabeth Bishop, los ciudadanos luchamos menos por liberarnos del anzuelo del engaño con el que nos atrapan los políticos. Ellos ya no nos sueltan. Étienne de la Boetie, en su discurso de la servidumbre voluntaria, sostiene que nos sometemos de manera voluntaria y cobarde a un tirano.
II. Los Siete Samuráis es una película de Kurosawa. Trata de un grupo de bandidos armados que azotan una aldea, violan a las mujeres, matan a los hombres que se resisten y se llevan las provisiones almacenadas. Después de años a los bandidos se les ocurre acudir al pueblo una sola vez al año para exigir o arrancar tributos, impuestos. Los bandidos dejan de ser depredadores del pueblo y se convierten en parásitos. Los bandidos aún no han empezado a vivir entre sus súbditos de modo que estos tengan que satisfacer sus necesidades día a día, es decir, todavía no han convertido a los aldeanos en una población esclava.
La acción principal de la película comienza cuando los aldeanos conciben un plan para contratar a su propia banda de hombres duros, los siete samuráis, para que los proteja de los bandidos. Los samuráis pelean con los bandidos y les ganan. Tras haber visto cómo funciona el sistema de protección y extorsión, el grupo de samuráis, los nuevos parásitos, presentan una oferta a los aldeanos. A cambio de dinero, tomarán la aldea bajo su tutela, es decir, ocuparán el lugar de los bandidos. El final es poco real, los aldeanos se niegan, piden a los samuráis que se marchen, y estos aceptan.
III. Una mañana, nos regalaron un conejo de indias. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía, le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado: adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad.
Como el conejillo de indas de la anécdota de Eduardo Galeano, nacimos con ese sistema inventado de gobierno, se nos educa a soportarlo, y nos acostumbramos a mal vivir con él.
Boétie dice: “Prefieren no sé qué seguridad de vivir miserablemente, antes que una dudosa esperanza de vivir a su voluntad. Pronto llegarán los siete samuráis a nuestra ciudad, a tocar la puerta de nuestras casas a pedir el voto. Llegarán con sus anzuelos cubiertos de apetitosas carnadas como despensas. Solicitaran continuar con su protección. Otros prometerán que con ellos inicia una nueva era. Ofrecerán su protección de los “bad” hombres que nos gobiernan; pero apenas dejen de ser simples mortales y lleguen al poder, serán como el tirano anterior: crueles para asegurar su nueva tiranía, buscarán traspasar a su familia el poder y extender con fuerza la servidumbre y despojar a sus súbditos de la libertad.
Podemos liberarnos, luchar por desprendernos del anzuelo, salir de la jaula y pedirles que se marchen. “¿Qué podría hacer el tirano si ustedes no cooperaran con el ladrón que los roba, si no fueran cómplices del asesino que los mata, y no se traicionaran a sí mismos?”: Boétie.
jesús50@hotmail.com
JESÚS H. GONZÁLEZ
ECOS DE LA CIDUAD