Tres datos para dar el grito

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Tres datos para dar el grito

El tercer trimestre de este difícil 2020 está por terminar en 15 días más. Sin embargo, antes de su cierre, hay datos que causan preocupación sobre la realidad de la economía. Si bien el empleo mostró una recuperación importante y se generaron 92 mil plazas de trabajo en agosto, esto no es suficiente para argumentar que ya se terminó el problema económico. El gobierno federal ha anunciado que este crecimiento en las oportunidades laborales será sostenido y que, por ello en once o doce meses se habrá abatido el desempleo creado por la contingencia sanitaria. A pesar del optimismo antes mencionado, hay tres datos que estarán afectando esa potencial recuperación.

La caída del crédito de la banca comercial al sector privado. En julio la variación anual del saldo del crédito al consumo disminuyó en 8.9% real (descontando la inflación). Esta baja tan marcada se explica tanto por la forma conservadora que están adoptando los bancos para otorgar nuevos créditos, como por la cautela que están mostrando los consumidores ante un aumento del riesgo de la pérdida del empleo o de la disminución salarial que pueden afrontar. La consecuencia es la reducción de la actividad económica en su conjunto, ya que el consumo interno representa más del 30% de Producto Interno Bruto. El reporte financiero de BBVA presentado en septiembre, dice que la mayor disminución de los créditos se dio en las tarjetas (-10.9% real) y en los personales (-17.4% real, primera vez desde que se lleva registro que tiene crecimiento negativo este dato). Está claro que las personas están tomando las previsiones necesarias para afrontar la problemática del desempleo de manera seria, pero con el castigo directo al potencial de crecimiento que tanto se necesita. En total, el consumo privado a tasa anual, de junio del 2019 a junio del 2020, fue de -19.6%. No hay duda que el empleo por sí mismo no explica una recuperación a corto plazo como pretende hacerse ver. El consumo ha sufrido un doble golpe; el de la confianza del consumidor que no se atreve a gastar por temor y el del empresario que no se atreve a producir por temor a quedarse con los inventarios atascados. En ambos casos, falta la confianza y los precios suben.

Aumento de la inflación y los precios de los alimentos. Lo peor de la crisis sanitaria es que ha generado un incremento en los precios. El dato clave no es el Índice de Precios al Consumidor (IPC, 4.05% anual) reportado recientemente, sino el dato de la inflación de los productos básicos para la alimentación no contemplados en la canasta básica. Estos han aumentado, según diversas estimaciones, al menos un 20% en promedio de fines de marzo a principios de septiembre. La explicación se fundamenta en que al inicio de la contingencia sanitaria hubo una sobredemanda de productos en los supermercados, generando escasez, antes de que el sistema económico empezara a despedir empleados y las ventas cayeran considerablemente. Esto último redujo marginalmente los precios, pero la caída de la producción, junto con la especulación y malos esquemas logísticos de distribución de alimentos procesados ocasionó que nuevamente no hubiera disponibilidad de los mismos y así los precios volvieran a subir. Las cadenas de suministros siguen interrumpidas por restricciones sanitarias derivadas de la contingencia. Hay estados que están con mayores restricciones que otros y por ello el movimiento de productos no es el adecuado. A eso hay que agregar que el comercio internacional sigue con limitaciones. En conclusión, los productos llegan a los anaqueles, pero a precios más altos derivados de manejos ineficientes en diferentes partes de los sistemas de producción y distribución.

La segunda ola del coronavirus en el hemisferio norte y sus consecuencias económicas. Para la gran mayoría de la población, la existencia del virus que nos afecta parece haber desaparecido o cuando menos así lo muestran las plazas comerciales llenas, los mercados a reventar y las reuniones familiares y de amigos en grandes grupos en las pasadas fiestas patrias. El dato que debe preocuparnos es que, en España, el pasado 17 de septiembre se reportaron 11 mil 291 nuevos casos, mientras que en el pico de la pandemia en marzo pasado el máximo no había llegado a más de 10 mil. España es el mejor referente para entender lo que puede pasar porque tanto el deterioro económico como el problema sanitario, han mostrado impactos muy similares con lo que ha vivido México. El virus está resurgiendo con mayor capacidad de contagio y ya está generando restricciones a la movilidad nuevamente en países como Israel y Francia, donde los hospitales ya están alcanzando niveles de saturación. La capital española anunciará este fin de semana nuevas restricciones debido a la gran cantidad de casos nuevos que se están presentando y que están generando caos en los hospitales.

Como puede observarse, una solución inmediata al deterioro económico no está a la vista como quiere hacerse parecer por diversas autoridades. El discurso político no concuerda con la realidad económica. Usando una sola variable (empleo) se está mandando un mensaje de que la economía está en crecimiento y eso no es cierto. Si bien hay indicadores que apuntan a la mejoría, lo que señalan en realidad es que ya no hay una profundización del daño causado por la pandemia, nada más. Los procesos de planeación que se iniciarán muy pronto en las empresas deberán tomar en cuenta que la recuperación no ha llegado, sólo se ha tocado fondo. El siguiente año tampoco será muy diferente del actual. Así lo señalan los otros datos.

Profesor de Tiempo Completo de la UAdeC