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Trabajadores de Amazon en EU
Los recientes acontecimientos en Bessemer, Alabama, entre el personal que trabaja para Amazon, la propia empresa y el Sindicato estadounidense de Trabajadores de Ventas Minoristas, Mayoreo y Departamentales, pueden ser un indicador de las relaciones obrero patronales en ese país.
En Alabama se ubica una de las mayores plantas de Amazon. Trabajan ahí más de seis mil operarios, de los casi 1.3 millones que existen sólo en Estados Unidos.
Durante varios años se ha venido cuestionando la abismal asimetría que existe entre los sueldos y beneficios que perciben los trabajadores y la enorme riqueza que acumula Jeff Bezos, fundador de Amazon, y el hombre más acaudalado del mundo. Según sea la semana que usted decida considerar, está valuada en aproximadamente, 177 mil millones de dólares. Pelo más, pelo menos.
Con independencia de los vicios y costumbres del sindicalismo estadounidense que, particularmente los que adoptaron en el pasado reciente, es público y notorio que, acostumbrados a lidiar con los gigantes de las industrias automotriz, siderúrgica y minera, en las que todavía tienen un peso significativo las labores manuales y mecánicas, no se percataron de la rapidez con que los rebasaban los gigantes tecnológicos. Cuando intentaron reaccionar, era demasiado tarde, tuvieron que iniciar su lucha con enorme desventaja.
Pese a ello, se aglutinaron, buscaron apoyo, lanzaron una campaña mediática sin precedentes y generaron grandes expectativas.
El Sindicato de Ventas Minoristas, Mayoreo y Departamentales se organizó y buscó organizar el primer sindicato de trabajadores de Amazon. La empresa, como era de esperarse se opone a ello argumentando que perjudicarían el proceso de innovación permanente que requiere para operar y que las necesidades de sus trabajadores y las diferencias obrero patronales se resuelven mejor en casa, sin un sindicato.
De acuerdo con la ley estadounidense se llevó a cabo una votación entre los trabajadores de Amazon en Bessemer, Alabama para definir su inclusión o no al Sindicato. Se generó una expectativa enorme. Un triunfo sindicalista desataría una racha de organización sindical en todo el país. Eso decían los líderes sindicales. El propio Presidente Biden, el senador Bernie Sanders y el ala más progresista del Partido Demócrata se montaron en la campaña con todo sus medios de comunicación, en favor del sindicato.
Sorprendentemente, no hubo sorpresas, se replicó el escenario de 2014, cuando se realizó un primer intento en Delaware. Los votos a favor de la sindicalización apenas alcanzaron el 30%. Me parece más llamativo que de los seis mil trabajadores de la planta en Bessemer, sólo votaron mil 798, de los cuales 500 votos resultaron nulos por falta de claridad.
El sindicato acusó a la empresa de presionar a los trabajadores y de desplegar una campaña de intimidación, con mensajes contrarios a la sindicalización en los baños, reuniones obligatorias de trabajo con los patrones para descalificar la lógica sindical y con la liquidación para los que quisieran renunciar. Amazon respondió que sus trabajadores promedio ganan 15 dólares la hora, el doble del salario mínimo y que las diferencias internas se resuelven con mecanismos internos de diálogo y buen ambiente laboral.
La abstención fue enorme. Los mensajes del sindicato, según los trabajadores afroamericanos e hispanos, estaban cargados de ideología racial y de rencor que no abonan a la solución práctica de los problemas reales que enfrentan con la empresa.
Colocados en la disyuntiva entre pagar a unos políticos; o resolver los problemas con organización propia, interna e independiente, prefieren la segunda vía. Ésa fue la conclusión de muchos.
Persiste la duda sobre la solvencia moral del abismo que media entre un salario de 15 dólares la hora, por mucho que eso parezca visto desde México, y la enorme concentración de riqueza de Jeff Bezzos, quien de ribete, paga muy pocos impuestos gracias a la “amigable” legislación fiscal estadounidense que regula a las grandes empresas.
Tengo para mí que sindicatos y empresas no son malos en sí mismos. Los dos son muy necesarios. El problema radica cuando la codicia y la ambición de los empresarios y de los líderes sindicales no están acotados por límites claros y vinculantes. Los mexicanos estamos sobrados de experiencias de ello, los acuerdos cupulares en lo obscuro nunca benefician a los agremiados, como carne de cañón son utilizados y engañados para provecho de los dirigentes.
Naturalmente, debería procurarse un justo equilibrio que, bien lo sabemos, es difícil de construir. Se requiere un sistema legal transparente y firme, autoridades a las que no les tiemble la mano para hacer justicia y un sistema de justicia que funcione de verdad.
La mano tiembla siempre que existen acuerdos que llevaron a unos y a otros al poder. Los dineros y votos que aporta el sindicato, los dineros que aporta el empresario para que todos medren a costillas del pueblo trabajador.
Jesús Ramírez Rangel
REGRESANDO A LAS FUENTES