Tlaltecuhtli
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Tlaltecuhtli
Ilustración: Vanguardia/ Alejandro Medina
Hoy 22 de abril se conmemora el Día Mundial de la Madre Tierra. La costumbre con fines comerciales de dedicar un día a un tema en este caso tiene un valor sobrado porque es un día en el que la humanidad debe reflexionar sobre el cuidado del planeta y sobre la manera en que hemos explotado sus recursos naturales.
En el momento en que estoy escribiendo me traslado por vía terrestre de la Ciudad de México a la ciudad de Tlaxcala. Observo el paisaje de cumbres porque me dirijo al parteaguas del territorio nacional, ya que el recurso hídrico que proviene de Tlaxcala se desplaza hacia el océano Pacífico, mientras que las aguas provenientes de las sierras nevada de Puebla se desplazan hacia el Golfo de México.
Sigue existiendo una gran mancha de bosques de pino, pero la atmosfera no es transparente como en los tiempos en que los mexicas adoraban a Tlaltecuhtli, diosa de la Tierra.
La mano del hombre ha trastocado los sitios sagrados de la naturaleza subyugándolos sin compasión bajo el argumento del progreso y el desarrollo.
Además de las propias carreteras que serán efímeras en el transcurso del tiempo, se observan cuerpos de agua mancillados por comunidades que se han abastecido de ellos hasta su deterioro.
Los bosques son seres vivos que muestran su tristeza con colores verdes opacos. La luminosidad se pierde ante la contaminación.
Los volcanes aparecen aún nevados en su parte superior. Allí hubo ritos en tiempos pretéritos de hombres y mujeres que temían a las fuerzas de la Tierra.
Hoy no tememos a nada, menos los fraccionadores urbanos que siguen ganándole terrenos a las montañas para desarrollar casas habitación; tampoco temen nada los hombres ricos empecinados en construir un aeropuerto sobre el lecho aparentemente seco de un lago.
En esos afanes, los pequeños aspirantes a gigantes reencuentran su verdadera condición de liliputienses. El corcho siempre flora y los intereses económicos de estas personas aparecen como el motor de su ambición.
Y la Tierra –esa Gaia olvidada– retoma su poder porque el lago se hace presente y las aguas recuperan su paso en los fraccionamientos asentados en montañas.
En el Siglo 21 enfrentamos enormes problemáticas ambientales: el cambio climático y la biodiversidad en peligro.
En el noreste mexicano vuelve a aparecer la explotación del gas shale como posibilidad afectando con ello los mantos freáticos, acción antítesis de una ecología social que debería ser fortalecida, mas no menoscabada.
Ahora Bustamante, mi pueblo, está en riesgo por los avatares del fracking, pues sus ecosistemas peligran con las perforaciones en el subsuelo que serán de 5 kilómetros de profundidad para fracturar bancos de piedras lutita. Sin embargo, y a pesar de los genios que propulsan la transición energética, la Tierra sigue ofreciendo sus frutos. ¿Hasta cuándo? No lo sé. Tlaltecuhtli tendrá la última palabra.
En Bustamante la gente sonríe porque se está festejando este fin de semana el Encuentro Tierra-Cosmos como un homenaje al Universo del que formamos parte.