Terrorismo y odio en masacre de Orlando

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Terrorismo y odio en masacre de Orlando

La mezcla de componentes en el atentado, es decir, el terrorismo y el odio, debe llamar la atención del mundo pues no resulta frecuente ver mezclados ambos elementos en un hecho como éste.

La noticia ha conmocionado al mundo: se trata de la peor matanza perpetrada en territorio de los Estados Unidos desde los atentados del 11 de septiembre de 2001. Medio centenar de personas fueron asesinadas y un número similar resultó con heridas producto del ataque perpetrado por un presunto extremista islámico.

El atacante, identificado como Omar Mir Seddique Mateen, ciudadano estadounidense de origen afgano, habría llamado —antes de iniciar su ataque— a la línea de emergencias 911 y durante la llamada habría declarado su lealtad al grupo terrorista Estado Islámico, mismo que horas más tarde se atribuiría la autoría del atentado.

Parece haber pocas dudas respecto de que el suceso está vinculado con intereses terroristas pero en esta ocasión pareciera existir un componente adicional: el grupo que fue blanco del ataque no fue uno heterogéneo —como suele ocurrir en los atentados terroristas— sino uno específico, aparentemente seleccionado de forma intencional.

Y es que el ataque —perpetrado en un centro nocturno de la Ciudad de Orlando— se realizó en un bar frecuentado por homosexuales y parecen existir suficientes indicios en el sentido de que el atentado tendría como objetivo a los asistentes del Club precisamente por sus preferencias sexuales.

Como ocurre con la mayoría de las religiones predominantes en el mundo, la homosexualidad es una conducta proscrita por el islamismo y, de acuerdo con información divulgada ayer, el presunto responsable de la masacre habría expresado abiertamente su repudio a la posibilidad de que dos personas del mismo sexo mantengan una relación.

La mezcla de componentes en el atentado —el terrorismo y el crimen de odio— debe llamar la atención del mundo pues no resulta frecuente ver mezclados ambos elementos en un hecho como éste.

Y aunque debe esperarse a que las autoridades estadounidenses avancen en la investigación de los hechos, existen suficientes datos sobre la mesa como para considerar que uno y otro elementos se combinaron en el condenable ataque de este domingo.

Se trataría, en este sentido, de un acto doblemente repudiable. En primer lugar, porque la violencia —en cualquiera de sus manifestaciones— debe ser condenada sin ambigüedades por todos. En segundo lugar, porque los crímenes de odio —cometidos en contra de cualquier grupo social— deben ser igualmente condenados de forma unánime.

Como ocurre en todo atentado terrorista, las víctimas del fin de semana anterior son individuos inocentes que tuvieron la mala fortuna de estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Pero a diferencia de lo que suele ocurrir, aquí podríamos estar hablando de víctimas que además “cometieron el error” de recrear su sexualidad de una forma “no tradicional”.