Tener pena es muy malo, esto es un gran padecimiento social

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Tener pena es muy malo, esto es un gran padecimiento social

Por: Tania Placencia

Durante algunos años he cuestionado ciertos aspectos culturales que tenemos y que hoy confirmo son padecimientos.  Lo he comprobado a través de mi experiencia laboral y en la docencia. ¿Pero por qué son padecimientos? Porque son comportamientos que nos han afectado de manera negativa en varios aspectos desde nuestro sistema educativo hasta las gestiones empresarial y gubernamentales.

El padecimiento al que me refiero, y que en este artículo abordaré, es la pena, el clásico “es que me da pena…”.

“Me da pena decirle a la señora por qué se metió a la fila, que oso preguntar, me da vergüenza decir lo que siento, me da pena pedir que me ayuden, me da cosa decir qué él se robó tu cartera, me da pena decir que no quiero ir, qué pena, cómo le voy a decir que ya no me interesa su propuesta, mejor ya no le contesto… Seguro alguna de estas situaciones te habrás sentido identificado(a), o ¿cuántas veces te niegas a hablar con la verdad, a decir no algo que no quieres hacer, salir de alguna duda que tengas, o pedir ayuda?

¿Cuántas cosas más…nos dan pena?, la lista es infinita.

Pero qué es la pena, este término tiene varios significados, empecemos por entender desde su concepto cuál es, menciono algunos, según la Real Academia Española: 1. Sentimiento grande de tristeza. 2. Castigo impuesto conforme a la ley por los jueces o tribunales a los responsables de un delito o falta. 3. Dolor, tormento o sentimiento corporal. 4. Dificultad, trabajo.

De acuerdo con el concepto literal, no es como lo usamos en México, la connotación que le hemos dado es otro: significa miedo, inseguridad, complejo y que a su vez deriva en no saber poner límites, a solapar, a quedarse con las interrogantes, no saber decir que no, quedar mal, ser informal. O sea, sentimos pena por nosotros mismos, nos subestimamos, nos despreciamos, nos limitamos, no confiamos en nosotros mismos, nos negamos, nos rechazamos, nos descalificamos. Lo cual me parece gravísimo. A diferencia de otras culturas, no nos sentimos nada orgullosos de lo que somos, al contrario, es un desprecio profundo sobre nuestros orígenes.  Solo aquellos que tienen certeza de descender de españoles u otros orígenes anglosajones se sienten por encima del resto, pero en general rechazamos toda relación y raíces con nuestros pasados prehispánicos.

¿Cuáles son las consecuencias? Las mentiras en todo momento, la informalidad justificando la falta de compromiso, disimular que no pasa nada, hacerse de la vista gorda, evitar decir verdades, no saber enfrentar situaciones que nos molestan, nos desagradan, aguantarse, no hacernos cargo de nuestra responsabilidad, dejar pasar muchas situaciones que consideramos incómodas, a su vez dejamos que se violen reglas y por miedo a enfrentar nos quedamos callados, omitimos porque es mejor a señalar. Incluso nuestros dirigentes en gobierno tienen “pavor” aplicar mano dura, a ser firmes, a poner orden. Les importa más la imagen que generar un beneficio social funcional. Sin duda hay decisiones que no deben ser democráticas, pero le tienen tanto miedo al pueblo, que prefieren tomar acciones que aparentemente resuelven el problema saliendo del paso. Por ejemplo, por qué no ha podido tener mano dura con los manifestantes que destruyen, pintan monumentos, etc., porque no quieren parecer gobierno “opresor” cuando en realidad, es marcar un límite para que haya orden. Prefieren hacerse de la “vista gorda” y no sancionarlos, incluso pudiendo encarcelarlos prefieren evitarlo.

Otras consecuencias de nuestro miedo, es que nuestro sistema es anárquico porque nos cuesta mucho valor hacer valer las reglas, generar consecuencias ante las malas conductas.

Es muy importante que reflexionemos a profundidad sobre esta forma de ser, que desde mi perspectiva se ha convertido en un cáncer social porque nos ha limitado a la prosperidad y la innovación. Somos un país que copia mucho e innovar poco. No nos atrevemos, no nos arriesgamos. No creemos que podemos hacer muy bien las cosas. No creemos en nosotros como país, como nación. Por eso tomamos lo que a otros ya les ha funcionado.

Que tendríamos que ser y hacer: dejar de sentir pena por nosotros mismos, a tener fuerza y valor para expresar lo que pienso, claro, cuidando no insultar, no descalificar. Demostrar que confió en mí, que mi voz es importante, que mis preguntas son relevantes para mí porque yo las hago, aunque parezcan obvias o tontas, que soy capaz de hablar con la verdad, que soy capaz de sostener mi palabra, que puedo distinguir entre lo que está mal y lo que está bien.  Hacerme cargo de lo que me toca, hacer valer mi responsabilidad ante mis acciones, hacer valer las reglas. Asumir las consecuencias, empujar para actuar con mayor claridad y menos rodeo. Tenemos que revertir este padecimiento para tener una sociedad más basada en la verdad y en la honestidad. Porque eso se permeará en nuestras acciones.

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