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'Tenemos un gobierno poquito'. No importa cuando leas esta frase.
Los siguientes párrafos se publicaron en Vanguardia el 11 de enero de 2009. Se me hizo interesante el ejercicio de revisar mi opinión de aquella crisis comparada con la actual; aquel gobierno (Calderón) con este (AMLO); la actitud de Hacienda y Banxico antes y ahora. El resultado sigue siendo desalentador. ¿Cómo se oye esto de 2009 contra lo que usted piensa en 2021?
Prometo que traté de empezar el año con una colaboración alegre, optimista y colorida, pero la realidad que nos rodea no me lo permitió. Eso no quita que tratemos de ser positivos ante lo negativo. Para donde volteemos vemos malas noticias y peores augurios, pero no podemos dejar que eso nos enferme de “crisitis aguda”. No olvidemos que no será la primera ni la última vez que tengamos retos que afrontar y seguro estaremos pronto platicando de la crisis de 2009 como algo del pasado. Sin duda, el impacto será brutal y se espera que las cosas empeoren antes de que mejoren. Procuremos ver al frente, ser prudentes y estar listos para la tormenta. Mientras usted y yo vemos cómo guarecernos adentro del barco ante la tormenta y olas que amenazan con hundirlo, los que dirigen el barco (o al menos los que se supone lo deben dirigir) hacen anuncios y planes que tienen como objetivo inicial lavarse las manos para decir que ellos no causaron la crisis, y como segunda prioridad traen un mensaje de optimismo desmedido basado en planes chiquitos e iniciativas que en el discurso suenan bien, pero que muchos vemos con apatía.
No, no me siento antipatriota por dudar de mis gobernantes. Sólo no puedo evitar revisar los detalles y leer entre líneas los planes grandiosos, anticrisis, contra cíclicos y de estímulo a la economía. Nuestros gobernantes han desarrollado grandes habilidades en el manejo de las estadísticas, los grandes números y de las frases espectaculares que acompañan con números científicamente escogidos. Así, se permite el secretario de Hacienda decir que la economía tendrá un pésimo año jugando con la cantinflesca declaración de que “el crecimiento no será positivo y tampoco negativo” (¿sino todo lo contrario?), evitando a toda costa mencionar el 0% y desviando la atención para decirnos que las medidas de política fiscal ayudarán a que la inflación se reduzca en 1.1% (¿pues que no era bronca del Banxico la inflación?). Por su parte, el Gobernador del Banco de México, que en teoría no tiene otra chamba más que cuidar la inflación (así nos lo han repetido hasta el cansancio), sale a decir que Hacienda es optimista con su previsión de 0% de crecimiento. Es decir, cada uno está atendiendo el negocio del otro, pero no el propio y viendo cómo echarle más humo a la cortina.
Preocupante es que el Presidente se mantenga triunfalista y haya modificado su discurso (obligado seguramente por la triste realidad que no parece querer ver) para pasar de ser el gobierno del empleo al de la infraestructura. Dice que su gobierno será recordado como el gobierno de la infraestructura y tal vez tenga razón. No es claro si la infraestructura será hecha rápido, bien y a buen costo, pero de que hay con qué hacerla es un hecho. Entre el más reciente plan de estímulo, cuyo nombre es más largo que su presupuesto y buenas intenciones, destacan puntos que son refritos de otros planes, otros cuya implementación no es clara y los espectaculares anuncios sobre el gas, la gasolina y la electricidad. No sé por qué me sentí como cuando las tiendas anunciaban ofertas sobre precios que ya habían subido y no eran más que tomadas de pelo. El gobierno nos sigue tratando como idiotas (tal vez lo merecemos): congela la gasolina en niveles que son elevados, nos ofrece un descuento en el gas de sólo 10% cuando es previsible que el gas siga bajando en el mundo aún más de lo que ya lo ha hecho, y nos dice que habrá reducciones “de hasta 20%” en las tarifas de CFE, pero no especifica cuándo y cómo veremos esa reducción en nuestro recibo; no es capaz de vernos a los ojos y decirnos que tiene un problema de sobreoferta de energía y que sus insumos están bajando muy rápido, por lo que deberíamos ver reducciones de precios mucho más fuertes. Mientras muchos países ven la forma de incentivar a su aparato productivo (las empresas) y sus industrias claves (como la automotriz), a través de incentivos, subsidios directos, reducciones de impuestos, etc., acá estamos solamente viendo cómo mantenemos un gobierno gordo que se convierte en el único factor que puede incentivar el crecimiento y que no es capaz de considerar la posibilidad de reducir impuestos como una forma de incentivar la economía. No se le ocurre que una reducción del IVA, una derogación de la tenencia, una disminución del ISR/IETU u otorgamiento de créditos fiscales bien dirigidos serían catalizadores de reactivación económica. Son ortodoxos, pero sólo en lo que les conviene. Tenemos un gobierno así nomás, un gobierno poquito (no en tamaño, sino en capacidad), tal vez porque eso es lo que merecemos. Ahora resulta que tenemos que esperar a que Obama también rescate a México.