Te nombro libertad
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Te nombro libertad
El asesinato de dos trabajadores de la mina Media Luna propiedad de una empresa canadiense, presumiblemente por parte de pistoleros de la CTM, es una noticia que refresca la represión que han sufrido obreros, mineros y trabajadores en general desde principios del Siglo 20.
Hace una semana, los hermanos Víctor y Marcelino Sahuanitla Peña fueron acribillados en el municipio de Cocula, Guerrero. Los mataron por respaldar el paro laboral de la mina.
Los canadienses, en vista de la barbarie, piden a su primer ministro Justin Trudeau exigir a las autoridades mexicanas que se eviten más muertes en un momento en que se está renegociando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
En el estado de Guerrero la criminalidad es cosa de todos los días, así como la impunidad. El sector privado teme invertir en esta entidad federativa porque el riesgo es muy alto. El suceso de los acribillados de Cocula confirma la situación de ingobernabilidad presente allí.
Los “matones” de la CTM no son un imaginario. Y es que en un país como el nuestro, en el que los narcotraficantes andan armados, sobra quienes quieran hacer lo mismo con el pretexto de protegerse, por lo que se comprende que haya lugares que son tierra de nadie.
En este caso, el paro fue porque los trabajadores ya no querían ser parte del sindicato de la CTM, pues no se sentían bien representados y estaban negociando unirse al Sindicato Nacional de Mineros. Pero la muerte sorpresiva llegó para amedrentar y poner un cerco a la libertad de los mineros en huelga.
Este problema va más allá de los alcances de un Contrato Colectivo de Trabajo, se trata de la coacción de un grupo que utiliza la violencia para imponer su voluntad, y eso no es sustentabilidad. La paz y la no violencia son condiciones indispensables para la vida de una comunidad sana y sin miedos.
Por eso resulta lamentable lo ocurrido en Cocula, ahora no sólo frente a nuestros ojos, de los compatriotas de los muertos y sus familias, sino frente a los ojos del mundo.
La libertad de elegir dónde vivir, dónde trabajar y dónde morir no puede ser mandatada por nadie. La libertad se erige luminosa con brillo propio: existe o no existe.
Cuando en la década de los años 70 ocurría la represión por parte de Gobiernos totalitarios contra grupos de jóvenes, de intelectuales o de líderes que pensaban diferente, hubo muchas muertes.
Costó mucho retornar a sistemas democráticos y en ese tránsito del totalitarismo a la democracia hubo un movimiento artístico que fortaleció una nueva línea de pensamiento. Finalmente se logró una mayor inclusión social, que aún no es completa.
Basta ver la enorme brecha entre las condiciones que ofrece la ruralidad mexicana a sus habitantes y las que ofrecen las áreas urbanas a las personas citadinas para constatar que el hambre en el campo significa ausencia de libertad.
Cuando leo el texto “Liberté” (Libertad) del poeta francés Paul Éluard, sobre el que le compuso una melodía Gian Franco Pagliaro que luego fue como un himno en América Latina contra la represión en los años 70 y 80 con el nombre de “Yo te Nombro Libertad”; pienso en las muertes injustas que ocurren, como las de los mineros de Guerrero. Cito:
“Por el miedo que te tienen, por tus pasos que vigilan, por la forma en que te atacan, por los hijos que te matan, yo te nombro Libertad”.