¿Tanto nos cuesta reconocernos como partners?

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¿Tanto nos cuesta reconocernos como partners?

Quién no ha escuchado la famosa frase “eres como el perro de las dos tortas, ni comes, ni dejas comer”. Lo digo, porque no hay una actividad o dimensión humana en la que no haya en todo momento una crítica sin piedad a lo que los otros hacen. Es decir, si no lo hago yo o el equipo, partido u organización a la que pertenezco, simplemente no está bien hecho.

No hablo de otros países o del género humano en general, hablo de los mexicanos. Sea asunto de política, de economía, de religión y hasta de deportes, si no lo hacemos nosotros o no nos interesa o simplemente desacreditamos.

El problema es que cuando tuvimos la oportunidad no supimos qué hacer, o nuestra inoperancia no nos permitió hacer nada. Sin embargo, la historia pasada y reciente nos muestra que nuestras actitudes nos han impedido la cohesión, la sinergia y la unidad para poder construir lo público, porque el bien público siempre estará por encima del bien privado, ¿o no?

Estoy de acuerdo con que todos somos, pensamos, creemos y hacemos las cosas de manera distinta, pero algo habrá que nos una. No podemos estar viendo todo el tiempo los pequeños puntos negros de la camisa blanca. Se habla de la urgencia de salvar el País, pero en la práctica eso sólo se puede hacer desde la particular trinchera del grupo al que se pertenece.

Podemos hacer aquí una larga lista de actores, actitudes y situaciones en que pudimos haber salido de una problemática determinada si hubiéramos hecho sinergia, pero tenemos una forma muy extraña de amar al País donde vivimos. La inseguridad, la violencia, la corrupción, la desigualdad, la pandemia y todas las plagas sociales que nos cayeron en un momento determinado, las hubiéramos exterminado si hubiésemos hecho una causa común, pero la realidad nos lo ha demostrado, no es lo nuestro. Pareciera ser que no está en nuestro ADN.

Si queremos cambiar el rumbo del estado actual de nuestra sociedad requerimos respeto activo y reconocimiento. Friedrich Hegel nos lo explica perfectamente. Antes de hablar de dignidad, tendremos que hablar de reconocimiento.

El respeto de la dignidad del otro, quien quiera que sea, en el entendido de que es connatural al ser humano, no se encuentra en el respeto –porque hasta en eso, cada quien posee una idea sui generis del mismo–, sino en el reconocimiento, dirá el autor de “La Dialéctica del Amo y del Esclavo”. Maslow en su pirámide lo pone casi en la cima, sólo por debajo de la autorrealización. ¿Tanto nos cuesta reconocernos como partners?

Ya no hay marcha atrás. En una sociedad multicultural y plural, el reconocimiento de los diversos es fundamental. El Gobierno Federal, los gobernadores, los alcaldes, los diputados y senadores, los partidos políticos, los intelectuales, los empresarios –curioso desde cada cámara, que hay tantas–, todos quieren hacer algo por México. Sí, pero cada quien con su grupo y bajo sus condiciones.

Si no soy yo y los míos, no puede ser nadie. Tiene que ser mi visión, mi cosmovisión, mi forma de pensar la que se debe de imponer, sino todo va mal. Una buena lectura de Norberto Bobbio y Giovanni Sartori sobre lo que es la democracia nos vendría bien a todos porque el “peor sistema de todos, exceptuando a los demás”, se caracteriza por la inclusión y el reconocimiento de los diferentes.

La democracia tiene como presupuesto la racionalidad, la autodeterminación, la toma de decisiones, la responsabilidad, la autonomía, la afirmación de un destino colectivo, la igualdad, la libertad, la inclusión, los acuerdos, la negociación, el compromiso, los consensos, la igualdad de estima, la emancipación, la libre discusión, la participación ciudadana y el reconocimiento de los que piensan distinto.

No le vendría mal un poquito de humildad y una buena dosis de reconocimiento hegeliano a quienes hoy conforman las élites políticas, económicas, religiosas, culturales, intelectuales y partidistas; apoyando las políticas públicas que tienen como objetivo el bien de todos los mexicanos, sin importar si la iniciativa es de ellos o no. Hagamos sinergia con todo aquello que sea para el bien de todos.

De otro modo seguiremos como el perro de las dos tortas: ni comeremos ni dejaremos comer. Sin ser fuente o argumentación de autoridad, decía un futbolista francés, ya naturalizado mexicano: “El peor enemigo de un mexicano es otro mexicano”, ¿será? Así las cosas.