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Tamayo, artista íntimamente ligado a la historia del MAM
Obras de gran belleza, llenas de color, que combinan la herencia precolombina autóctona con la experimentación y las tendencias plásticas que revolucionaron los ambientes artísticos a principios del siglo XX, integran la retrospectiva Rufino Tamayo: éxtasis del color, que se inauguró ayer en el Museo de Arte Moderno (MAM).
Decenas de personas acudieron a la apertura de la magna exposición del artista oaxaqueño, Rufino Tamayo (1899-1991), para admirar la abstracción de la forma y el color en cada obra, como el mural desmontable Homenaje a la raza india, de 1952, que después de 20 años se muestra nuevamente al público, y es la pieza central de la exhibición.
La obra, que cautivó a los visitantes, fue un encargo que hizo Fernando Gamboa a Tamayo para exhibirse en la muestra Arte mexicano: de la época prehispánica a nuestros días, durante 1953 en el Musée d’Art Moderne de París, y en 1964 formó parte de la exposición inaugural del MAM.
En la ceremonia de inauguración, la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Lidia Camacho, subrayó la importancia que tiene Tamayo en el arte mexicano y aseguró que toda la exposición es muy conmovedora: Les garantizo que para muchos jóvenes será la primera vez que se encuentren con la figura de Tamayo en vivo y a todo color, y para los que ya lo conocemos, sin duda la exposición tal como está va a representar el hecho de reimaginarnos, reiventar, hacer una relectura de la obra del maestro Tamayo.
Camacho estuvo acompañada por las sobrinas del pintor oaxaqueño, María Elena, María Eugenia y Rosa María Bermúdez, quienes representaron a la Fundación Olga y Rufino Tamayo, así como de la directora del MAM, Sylvia Navarrete.
Siempre en el pensamiento de sus seguidores
La titular del INBA aseveró que Rufino Tamayo: éxtasis del color es una de las grandes exposiciones de este año del MAM, que desde su apertura ha estado íntimamente ligado a la figura del maestro, ya que en 1964 se inauguró con una gran retrospectiva.
Camacho también expresó que Tamayo destinó sus esfuerzos a transmitir mediante extraordinarias combinaciones de color una síntesis de la simbología indígena y experimentos abstractos, con un lenguaje visual que renovó la plástica de su tiempo. Tamayo es una figura importantísima y referente obligado.
Antes de concluir su discurso, la funcionaria aseveró que la retrospectiva en el MAM “presenta al Tamayo que siempre ha estado y estará en el pensamiento de sus seguidores, así como sus obras maestras como Las músicas dormidas, que no podemos dejar de asociarlas a este museo en particular”.
En su intervención, la directora del recinto y responsable de la curaduría, Sylvia Navarrete, expresó que la exposición se montó para acercar nuevamente al público, después de 41 años de no tener una muestra grande de Rufino Tamayo.
Tamayo está ligado a la historia del MAM desde su fundación, en 1964, cuando la primera muestra que albergó la entonces Galería de Exposiciones Temporales le fue dedicada. Desde entonces, su presencia en salas ha sido constante, pese a que sólo ha contado con dos exposiciones individuales: en septiembre de 1974 y marzo de 1976, las cuales ratificaron su influencia en las jóvenes generaciones de artistas.
La muestra, que permanecerá abierta al público hasta el 27 de agosto, está dividida en tres apartados: En busca del arquetipo, De México al cosmos y Por una geometría del espacio, que, de acuerdo con la curaduría, señalan las vías por las que transitó Tamayo.
En palabras de Navarrete, Rufino Tamayo vivió entregado a la pintura como una experiencia creativa íntima y transfiguradora, guiado siempre por un sentido fulgurante del color y la pasión por la arqueología prehispánica, y en su madurez, el artista afianzó la convicción de que el lienzo es un campo de experimentación inagotable para extraer de un color todo su magnetismo y para fusionar la figura y la abstracción en una expresión evocadora de lo infinito.
En la primera sección de la retrospectiva, el público se encontrará con piezas como Rufino y Olga, de 1934, que pertenece al acervo del MAM, y Hombre radiante de alegría, de 1968; también se encuentra en esta área un hermoso retrato de Olga, de 1964, que llama la atención porque el pintor contrasta el rojo y amarillo.
Entre las piezas que muestran el interés de Tamayo por el arte prehispánico figura Desnudo en gris, de 1931; otro ejemplo en el que el artista mezcla el pasado precolombino con la modernidad es la pieza Hombre del sombrero rojo, 1963, donde apenas es reconocible la figura humana, situada en un espacio de rojos luminosos.
La figura humana está presente en casi toda la obra del artista. La muestra incluye las obras El atleta, de 1930; Gimnasia en rosa, de 1974; Dos mujeres, de 1981, y hasta la pieza El rockanrolero, de 1989. En las obras se puede apreciar la capacidad cromática y sensorial del artista.
La retrospectiva Rufino Tamayo: éxtasis del color se exhibirá hasta el 27 de agosto en el MAM (Paseo de la Reforma, esquina Gandhi, Bosque de Chapultepec).