Suponer lo peor

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Suponer lo peor

México no sabe planear. Antes que anticiparnos, somos reactivos ante hechos consumados, como ha quedado demostrado recientemente. Peor aún, ésta importante función se la encomendamos al Congreso Federal que francamente demuestra ser totalmente incompetente en materia de planeación.

Al planear resulta sano suponer lo peor. Implica que el plan contenga mecanismos de adaptación para enfrentar escenarios imprevistos. Es que con el problema enfrente no hay tiempo para repensar todo o improvisar una nueva estructura. Esto es lo que no hemos sabido hacer como país; y ahora estamos con la bolsa apanicada, el peso colapsado y Agustín Carstens diciéndonos adiós.

El plan que nos gobierna es asombrosamente sencillo, pero muy malo. Dice así: Vamos a comprar la paz de la izquierda revoltosa para que el aparato productivo pueda funcionar. Vamos a subsidiar a los partidos y apapachar sindicatos nacionales como maestros, CFE y Pemex. En pocas palabras comprar a la izquierda y de paso al PRI y al PAN. Todos en bola salen baratos, ¿qué son 15 mil millones de pesos anuales para nuestra economía? Que dejen trabajar al sector empresarial y eso nos dará prosperidad suficiente para sostener el aparato político y de Gobierno en los tres niveles.

Ese plan, concebido en el Gobierno de Carlos Salinas ha fracasado. Sustituyó a “La Quina” por Carlos Romero Deschamps y a Carlos Jongitud por Elba Esther Gordillo. Los políticos no tienen fin. Los sueldazos pagados en los partidos solo despertaron el apetito de quienes habían vivido muy modestamente hasta entonces. Ejemplo, un chofer en el PAN, como diputado local ganando más de cien mil pesos mensuales. 

La verdad cruda está cañón: generamos una nueva clase política subsidiada, que tuvo harto tiempo para inventar nuevas y creativas maneras de robar, como el esquema de los moches lo demuestra.

Todo el presupuesto federal, y los estatales y municipales se han convertido en fuentes inagotables de corrupción. No hay sector productivo que aguante sostener a tantos parásitos al mismo tiempo. Y no es solo lo que esa nueva clase política roba, sino lo que estorba y lo que echa a perder en obras suntuarias, inconclusas o de pésima calidad, como la autopista al aeropuerto. 

El Cofipe es corrupción por diseño. Nótese que ha corrido en paralelo al TLC o NAFTA, desde principios de los noventas. El Cofipe es la paz comprada que permitiría la paz laboral necesaria para la prosperidad de una economía enfocada a la exportación. 

Ahora que el TLC sea “revisado”, enmendado o terminado (no creo), me pregunto: ¿seguiremos cargando con el Cofipe y subsidiando a una clase política que no sabe hacer otra cosa que vivir de los presupuestos públicos? 

Así como los Estados Unidos se duelen de las decenas de miles de empresas que se fueron a China, hubo miles en México que se fueron a la “chinada” (es chiste, sinónimo de desaparecieron) ante la apertura de fronteras con Estados Unidos. 

México no puede seguir “comprando la paz”. Ha salido muy cara y veinticinco años después del Cofipe y el TLC parece que no tenemos nada. El país no funciona para la mitad de los mexicanos. Podemos armar un nuevo plan al margen de los partidos o dejar que Andrés nos lleve a Venezuela V 2.0. Perdón pero pensar en que “El Bronco” pudiera conducirnos es francamente risible.

Solución: podemos “desintermediar a los políticos” como si fueran sindicatos de taxistas desplazados por Uber. Como el Gobierno no trabaja para el pueblo, nos toca a los ciudadanos suponer lo peor y actuar en consecuencia.

Yo convocaría a un nuevo grupo estilo San Ángel, 30 ó 40 mexicanos pensantes, para buscar una solución. Hay que armar un esfuerzo de rediseño de país independiente de los partidos. Y luego buscar al candidato. Al planear deberemos suponer lo peor para estar preparados, venga lo que venga.

javierlivas@prodigy.net.mx