Superando a COVID

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Superando a COVID

Ya no quiero hablar de COVID, espero ésta sea mi última palabra sobre el tema, ya no quiero pensar en COVID, mi cerebro está saturado de COVID.

El COVID se metió a mi vida personal hace más de 25 días, cuando atacó a mis padres, luego a mí en lo personal y sigue haciéndose presente con sus secuelas. Su paso suele dejar huellas que, para algunos, desaparecen antes que en otros. En resumen: te odio COVID, no vuelvas nunca más a mí ni a los míos; aunque gracias a ti ya no podré ver la vida como la veía antes. Te debo una crisis que no puedo desaprovechar, hiciste de las tuyas, ahora me toca recuperar el volante de mi propio destino y aprovechar los aprendizajes.

Gracias al COVID recuperé con fuerza mi relación con Dios. En los momentos de adversidad no había más que cuestionarle, hablarle e intentar entenderle. Fui afortunado, no llegué al hospital, pero mi padre sí tuvo que hacerlo, como tantas otras personas. Aunque el estar consciente y cursar el padecimiento constituye un enorme reto psicológico, especialmente por el contradictorio torrente de información que fluye en todos los espacios y que ya no quisiera ver.

No sé qué me causaba mayor indignación, las noticias sobre la pandemia o ese mundo paralelo en el que optaron vivir tantos seres humanos, políticos y gobernantes entre ellos. Percibo en los actos de políticos y gobernantes una falta de respeto hacia los que sufren.

En México, muchos se contagian y fallecen gracias a la criminal austeridad impuesta por el gobierno y por el desmantelamiento de los sistemas de salud, falta equipo, faltan insumos, faltan medicamentos. Mucho dolor evitable, provocado y agravado por las acciones y omisiones de unas personas sobre otras.

Siendo primordial la salud, no lo es todo. Mientras el Presidente de la República imparte clases sobre Benito Bodoque en su diaria perorata, la cifra de muertos y contagiados alcanzó nuevo récord. Mientras el presidente, gobernadores y alcaldes recorren sus jurisdicciones para vender buenas noticias falsas, la cifra de la criminalidad continúa al alza. Apenas la semana pasada, una familia cercana, conocida, vivió en carne propia el drama criminal en Guanajuato. Los paisanos que con gran ánimo y entusiasmo regresan para ver a los suyos, tienen que toparse con el flagelo del crimen y la muerte en su regreso a casa.

Apenas arranca el año y ya tenemos que enfrentar al caso del general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional en el gobierno de Enrique Peña Nieto. Se discuten los efectos negativos que su exoneración tendrá en la relación con el gobierno entrante en los EU, aunque AMLO arrancó con el pie izquierdo desde tiempo atrás. Mucho seguirán discutiendo la actuación de la Fiscalía General de la Nación. El pueblo pregunta: ¿Ayotzinapa y Tlatlaya qué?

Prefiero quedarme con lo básico y elemental: la bofetada permanente, continua e imparable que un sistema de justicia opaco, propina a la sociedad. El agravio de un gobierno atroz para impartir justicia y brindar servicio de salud. Un presidente iluminado que cree resolverlo todo por mero voluntarismo. Una oposición que no logra articular mensaje sensato alguno, porque no logra desmarcarse de su pasado oprobioso, incapaz de ofrecer una disculpa simple y llana.

Mientras tanto la vida sigue y seguirá. Nos corresponde valorar, apreciar, degustar cada instante que tenemos el privilegio de vivir. No dar nada por sentado, todo tiene su magia, su razón de ser. Al terminar la pandemia tendremos el recuerdo de aquellos que se fueron a una mejor vida. Quedará el ejemplo de miles de héroes que dieron todo por sus semejantes, su legado debe perdurar. Habemos millones de personas que de manera directa o indirecta enfrentamos el virus, lo vencimos, aunque nos tocó en lo más profundo. ¿Estaremos listos para hacer lo que nos corresponde en esta vida y por este mundo?

@chuyramirezr