Usted está aquí

Súper domingo

En el vecino país del norte las elecciones relevantes -o al menos las más comentadas, las más seguidas, las más esperadas- ocurren el segundo día hábil de la semana. Allá, lo común es hablar de los “súper martes” -porque son varios a lo largo del prolongado calendario electoral estadounidense.

Acá, en el terruño, los comicios se organizan en domingo porque hace tiempo llegamos a una conclusión fundamental -bueno, los gurúes de la ciencia política llegaron a tal conclusión-: para el ADN azteca se acomoda mejor eso de salir a votar en día inhábil, pues de otra forma no se garantiza la concurrencia del respetable a las urnas.

Trasladando la terminología norteamericana a nuestra peculiar forma de recrear la democracia -Giovanni Sartori dixit-, el de mañana bien podría ser bautizado como un “súper domingo” electoral, si bien éste se enmarca en un calendario cuya longitud es mayor a la del utilizado por los güeritos de allende el Bravo.

Y sí -como dicen los chavos ahora-: acá en tierras aztecas el calendario dura todo un sexenio y las estaciones intermedias sirven -al menos al decir de quienes se asumen conocedores- para irle tanteando el agua a los camotes de la siguiente elección presidencial.

Habrá comicios en 13 entidades de la República, además de una inédita elección de diputados constituyentes en la Ciudad de México. Sumemos la jornada electoral capitalina para escapar a la mala suerte de la trigésima estación de la regla numérica: habrá elecciones en 14 “entidades” de la nación y los sufragantes deberán elegir a 12 gobernadores, 388 diputados locales (más 60 constituyentes capitalinos) y a los miembros de 965 ayuntamientos.

¿Quiénes compiten en esta jornada? Los entendidos señalan en la dirección de los punteros, en las preferencias de los principales partidos, para estampar su nombre en la boleta de la elección presidencial de 2018, fundamentalmente Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vázquez Mota, Miguel Ángel Osorio Chong

Ellos -y ella-, se afirma en numerosos análisis, “se juegan la Presidencia” en la elección del domingo: de cómo terminen “repartiéndose” el País los partidos, se aduce, dependerá el resultado de la elección del primer domingo de junio de 2018.

Se utiliza para el vaticinio una fórmula cuya eficacia podía ser indiscutible hace unos años: allí donde gobiernan los rojos, los verdes, los azules, los amarillos, el candidato de dicho partido tiene la victoria asegurada en la elección presidencial: lo demás es aritmética simple.

He sido observador interesado de la vida política y comicial del País desde la primera ocasión en la cual tuve la posibilidad de votar. Me ha tocado atestiguar de cerca la sucesión de cambios relevantes ocurridos en México a partir de la reforma electoral de 1996. En mi experiencia, los análisis de este tipo suelen tener una gran dosis de “política ficción”, como diría el inefable expresidente Salinas, y muy poco de realidad.

Los electores de las 14 demarcaciones territoriales del País convocados a las urnas este domingo votarán -quienes decidan hacerlo, por supuesto- en línea con sus intereses inmediatos y cercanos, es decir, en concordancia con aspiraciones muy puntuales relacionadas con el gobierno de su pueblo, la representación de su distrito, la conducción de su entidad federativa.

Los números finales de cada elección reflejarán la voluntad de los electores en términos de las agendas locales. Esos números podrían repetirse, sin duda, dentro de dos años… Pero también podrían ser radicalmente distintos. No existe forma de asignarle a los resultados del “súper domingo” de 2016, un efecto lineal con los comicios de 2018.

Pero en opinión de acá, su charro negro, sí existe un asunto relevante por el cual vale la pena estar atentos a la jornada de mañana: el desempeño de los órganos electorales locales responsables de la organización de los comicios.

A diferencia de todas las elecciones previas a los comicios presidenciales, la de mañana es una jornada signada por la puesta a prueba de la más reciente hipótesis parida por las neuronas de los plutócratas de la política nacional: la necesidad de “renovar” en su totalidad los consejos generales de los órganos electorales de los estados, dejando en manos del INE la designación de sus integrantes, como única fórmula para “garantizar” la imparcialidad, el profesionalismo y el apego a la legalidad en su actuación.

En este terreno sí cabe el vaticinio: no importa quién gane mañana en cada municipio, cada distrito, cada gubernatura. Los perdedores acusarán a los gobiernos locales de “haber intervenido” en los comicios para “viciar” la voluntad popular y acusarán al órgano electoral de no haber hecho lo necesario para impedirlo.

Y será así porque la clase política mexicana no tiene remedio: juega a la democracia con la intención de burlarla y en la búsqueda de tan extraviado propósito inventa reglas cada vez más churriguerescas… Los comicios de mañana lo demostrarán una vez más.

¡Feliz fin de semana!

carredondo@vanguardia.com.mx
Twitter: @sibaja3