Sueños africanos
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Sueños africanos
Era una tarde agradable la de ese jueves. La lluvia había rociado su frescura tiempo antes sobre el bochorno del verano saltillense, permitiéndonos descansar de la pesadez del sol. Para ser las siete de la tarde, los coches transitaban con bastante normalidad por Venustiano Carranza. Mientras, en el Spotify, sonaban las notas del grupo Camila cantando Todo Cambió y la voz de Mario Domm acompañaba el pasar de la arboleda por la avenida. Un bello paisaje que no sé si al buen Catón hubiera inspirado para uno de sus artículos típicos de su Saltillo, pero que a mí ha logrado enamorarme en estos tres años de mi estancia en la capital coahuilense.
Por fin, llegué a mi destino: el restaurante Sol y Luna. Encontré un buen lugar para estacionar y me dirigí al encuentro de mis anfitriones. Dos días antes, me habían mandado un mensaje explicándome el fin de nuestro encuentro: la presentación de un proyecto que habían estado planeando desde meses atrás. Sonaba interesante y, sobre todo, me dio gusto que unos jóvenes tuvieran la inquietud de hacer algo por la sociedad. Así que acepté la invitación entre ilusionado y curioso. Y debo decir que no quedé defraudado.
Nada más llegar, me recibió un sonriente Carlos y me dirigió hacia el interior del restaurante, donde esperaba el resto del equipo. Al llegar, descubrí en todos los rostros la misma sonrisa de Carlos. “Esto pinta bien”, pensé. Nos sentamos y ordenamos algo. En cuanto tuvimos nuestras bebidas delante de nosotros, levanté la mirada y les dije: “Entonces, ¿en qué puedo serles útil?”. Sonrieron –de nuevo esa sonrisa– y empezaron su historia.
Todo comenzó hace un año, cuando varios miembros del equipo estuvieron en Kelafo, una aldea en Etiopía (África). La localidad se encuentra cerca de la frontera con Somalia, en medio de la nada del desierto africano. Y ahí palparon la triste realidad que en que vivían sus habitantes. Además de tener constantes sequías por la zona y además del miedo que continuamente les acecha por la amenaza de guerra del país vecino, no tienen ni siquiera una clínica médica digna. Efectivamente, Kelafo es un lugar en donde niños mueren de deshidratación, diarrea o hambre; un lugar en donde la ayuda médica más cercana está a horas de distancia en coche, instrumento que nadie tiene al alcance de la mano.
Lloraron. Y mucho. Y decidieron ponerse manos a la obra. Pero, ¿qué podían hacer un grupo de jóvenes entre 16 y 24 años? “Mucho”, pensaron. Muchísimo. Y empezaron a soñar…
Lo primero que constataron fue que esta situación se repite en varias partes del mundo: muchas personas tienen que conformarse con su estilo de vida porque no tienen oportunidades para aspirar ni siquiera a algo diferente. Ante esto, decidieron crear una organización llamada Gate of Mercy, en donde más de cien jóvenes, conmovidos por situaciones como la de Kelafo, unen esfuerzos para hacer proyectos concretos y así brindar oportunidades en lugares donde se vive en pobreza extrema.
¿Dónde dar el primer paso? Pues en el lugar en donde todo inició: en Etiopía. “Decidimos comenzar con Kelafo Project, el cual consiste en recaudar fondos para construir una clínica médica en el poblado de Kelafo, en donde más de 50,000 personas viven sin este tipo de ayuda”, me contaron.
Aquí comenzaron a surgir mis preguntas: ¿cómo van a asegurarse de que la ayuda va a llegar al pueblo y no a patrones locales que sólo se aprovechan de la gente para enriquecerse a su costa?
“La clínica –me respondieron inmediatamente– será construida y administrada por el Sacerdote Christopher Hartley, quien debido a su increíble labor humanitaria se ha ganado el cariño y aceptación de las personas que habitan ahí. Él es el único, junto con una monja, que está haciendo realmente algo por la gente autóctona. Por eso confiamos en él”.
Y sí, ya cuentan con el terreno y el arquitecto para construir la clínica, además de todo un plan para que pueda funcionar y operar una vez construida. De hecho, diseñaron un proyecto que responde a las necesidades de esta población y que ayudará a más de 20,000 personas al año. ¿Y cuál es el problema? El de siempre: “aún nos faltan los fondos para lograrlo”. Y mientras me lo decían, por primera vez en la noche pareció esfumarse un poco la sonrisa de sus caras. Pero se rehicieron pronto y retomaron su discurso.
“Calculamos los costos y nos dio un total de $57,000 USD. y aunque ya contamos con el 20% del total, aún nos falta mucho. El cien por ciento de los fondos irá a la construcción de esta clínica y una vez que arranque el proyecto, se enviará un informe mensual del proceso a cada donante hasta su finalización, para que puedan ver lo que han hecho posible”.
¿Y cómo van a hacerle para recaudar esto? Por todos los medios que puedan. Ya han lanzado campañas en internet, han organizado copas de futbol y rifas, piden ayuda a bienhechores. Se puede ver todo lo que están haciendo en su página web www.gateofmercy.org. De hecho, ahí se muestran formas de poder ayudar.
Lo increíble es que el sueño de estos jóvenes va más allá de lo que yo mismo me imaginé. Así me lo aseguraban mientras nos dirigíamos a nuestros coches, ya terminada la cena: “como siguiente meta nos encantaría poder hacer algo en México, y seguir en otros lugares del mundo, para que el cambio pueda ser real y así crear un mundo más justo, en donde todos puedan tener las mismas oportunidades”.
Me despidieron con su cautivadora sonrisa y quedamos en realizar juntos algunos proyectos para sacar adelante esto. Me subí al coche y suspiré. ¡Qué distinto sería nuestro mundo si más jóvenes soñaran como los chavos de Kelafo! Encendí el motor y la voz de Mario Domm volvió a sonar en las bocinas: “todo cambió cuando te vi”. Sí, todo había cambiado para mí desde ese encuentro. Y aunque circulaba por las mismas calles y veía las mismas caras, los de Kelafo me habían transformado en un soñador: uno que tiene la mirada en el cielo y los pies en esta tierra que tanto sufre. Ojalá que tú, que lees estas líneas, te animes a echarles una mano. Entra en su página y descubre todo lo que están llevando a cabo. Ahí descubrirás cuánto vale un sueño africano cuando se vive con una sonrisa en los labios.