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Sucesión adelantada
La mayor obsesión de López Obrador, en cuanto a adversarios o enemigos políticos se refiere, sin duda se concentra en Felipe Calderón y Carlos Salinas de Gortari. Si observamos con cuidado, pone menos atención en Vicente Fox, Ernesto Zedillo o Enrique Peña Nieto. A sus actuales adversarios, los que están en funciones formales, simplemente los ignora.
Entre otras cosas, atribuyo su fijación en estos personajes a lo mucho que se le parecen. Como él, fueron poco tolerantes con quienes pretendieron quitarles el foco de atención. Concentraron en su propia persona el ejercicio del poder, al grado que pospusieron hasta el último momento el inevitable proceso de sucesión.
Salinas dejó correr todo tipo de rumores, quizá porque así fortalecía su poder y egocentrismo. Era parte de las facultades metaconstitucionales que ejercieron los Ejecutivos en los tiempos del PRI. Prolongó cuanto pudo el “destape” y finalmente se decantó por Colosio y, frente a las dudas y titubeos, lo reconfirmó, ordenando al sistema: “no se hagan bolas”, el candidato es Colosio.
En la selección del candidato panista en 2012, Calderón sólo dejó jugar como verdaderos competidores a quienes pertenecían a su propio grupo político: Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero. Nadie fuera de ese grupo hubiera podido competir. Santiago Creel lo intentó y sólo alcanzó un lejano tercer lugar. Calderón, indeciso como siempre, nunca acabó por decantarse claramente por ninguno de los dos primeros. Difícilmente alguno de sus fieles podía estar a su altura, pareciera que le vino mejor el triunfo de Peña Nieto.
En la sucesión por la Presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, entre Gustavo Madero y Roberto Gil, Calderón actuó de manera parecida. Ver a sus seguidores competir entre sí y, ante todo, defender a su jefe supremo: Calderón, era el mejor escenario, su zona de confort.
AMLO se parece tanto a sus adversarios más odiados, que me atrevo a entender el anunciado banderazo de salida en Morena, no como una renuncia anticipada al ejercicio del poder, o como una sorprendente tolerancia a compartir con otros el foco de la atención pública. Tales prácticas fueron, más bien, propias de Fox, Zedillo y quizá Peña Nieto, que en su tercer año de gobierno, frente a sus malos resultados, añoraban unas “merecidas vacaciones”, alejados del ojo público, de la responsabilidad de gobernar y de la crítica.
Muy a su estilo, López Obrador aparenta un cambio de reglas pero, en el fondo, deja todo igual que antes. Sustituye a los tapados por “corcholatas” y en lugar de rumores y murmullos de pasillo y en las columnas de periódicos, controla el circo y se reafirma como centro de la atención pública, no hay mejor escenario para ello que las mañaneras de palacio nacional.
De esta forma, se dejan ver sus consentidos: el Canciller Candidato y la Jefa de Gobierno Candidata, también se dejan ver los apestados, que el Presidente desprecia, a la cabeza de ese grupo, Ricardo Monreal, jefe supremo del Senado de la República.
Como propietario del circo, controla las funciones y los actores, pero ése no es el único objetivo. Si bien la función posiciona a sus candidatos, también relega en el olvido la tragedia de la Línea 12, que sigue impune y desvía la atención pública de la grave crisis de inseguridad que azota al país. Apostar por los abrazos pensando que el crimen organizado doblaría las manos, resultó tan errado como lo fue la estrategia de Calderón. En la base del error de uno y otro encuentro una misma causa: creer que la solución de los problemas nacionales depende, única y exclusivamente, de ellos y sólo de ellos.
Mientras todo esto sucede en el gran escenario, dos tragedias, la primera debida al sismo de 2017; la segunda, a corrupción y negligencia, reciben de la justicia tratos bien diferentes:
El Colegio Enrique Rébsamen se desplomó durante el sismo de 2017 y cobró muchas vidas, para el director responsable de la obra, Juan Mario Velarde, 208 años de prisión, para la propietaria del colegio, 26 años de cárcel.
En la catástrofe en la línea 12 del Metro, todo es diferente, la ley no aplica porque los presuntos responsables son amigos del Presidente, lejos de enfrentar a la justicia en tribunales, los políticos involucrados hoy son presidenciables; y los responsables de obra reciben nuevos encargos y concesiones. Atravesamos un triste momento en materia de justicia.