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Stefan Zweig, un autor para tiempos convulsos
Si novelas sobre distopías como el clásico "1984" del británico George Orwell se vuelven a leer mucho, la obra y el destino del escritor austriaco Stefan Zweig pueden ser vistos también como muy actuales en días en que los valores del mundo occidental parecen tambalearse.
Intelectual de alcurnia y refugiado político, Zweig (1881-1942) se suicidó hace 75 años (23 de febrero) en Sudamérica, acorralado por lo que consideraba como el hundimiento del viejo humanismo europeo. En abril llegará a las carteleras españolas "Stefan Zweig. Farewell to Europe" (2016), centrada en la vida del autor austriaco de origen judío.
Como muchos pensadores, artistas y científicos que huían del ascenso de los totalitarismos europeos, Zweig inició en los años 30 un largo exilio que lo llevó a Estados Unidos y, finalmente, a Brasil.
Ahí, en la apartada localidad de Petrópolis, el escritor y su segunda esposa, Charlotte ("Lotte"), se quitaron la vida con una sobredosis de barbitúricos en algún momento entre el 22 y el 23 de febrero de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial. "El mundo de mi propio idioma se ha hundido para mí y mi hogar intelectual, Europa, se está destruyendo a sí mismo", explicó Zweig en su carta de despedida.
La misiva está fechada el 22, aunque el certificado de defunción de la pareja es del 23, el día en que se encontraron ambos cuerpos.
La obra de Zweig está marcada por la fractura de dos mundos. "El mundo de ayer" se titula su libro más famoso, de tintes autobiográficos y publicado de forma póstuma en 1942. En él, el autor evoca sobre todo la Europa que conocía antes de las dos Guerras Mundiales, así como la llegada de esos tiempos convulsos.
"Describe bien la época y la forma de vida", dice a la agencia dpa el biógrafo de Zweig Oliver Matuschkek sobre el libro escrito en los últimos años de vida de Zweig.
En lengua española, el autor es conocido sobre todo por "La novela de ajedrez", una obra corta que narra la historia de una simbólica partida de ajedrez que juega, mientras viaja a bordo de un barco hacia Buenos Aires, un exiliado europeo torturado por los nazis. El desarraigo y la crítica del totalitarismo son dos elementos constantes del libro.
"Esos son sus temas", considera Kristina Michahelles, traductora y albacea de Zweig en Brasil. "El humanismo, el pacifismo, los llamados a la paz", enumera.
Stefan Zweig nació el 28 de noviembre de 1881 en Viena, aún en épocas del Imperio Austrohúngaro. Descendiente de una acaudalada familia de negociantes judíos, el escritor pasó sus primeras décadas de vida sin premuras, y se convirtió en un autor conocido por sus biografías de finos trazos psicológicos sobre Balzac, Dickens o la decapitada reina de Francia María Antonieta.
La llegada al poder de Hitler en Alemania en 1933, sin embargo, lo empujó un año después al exilio, inicialmente en Londres, y marcó el comienzo de una largo calvario. En esos años, el pacifista se vio a menudo también confrontado con reproches por no enfrentar abiertamente a los totalitarismos europeos.
"No podía odiar, ni siquiera a los nazis", cree otro de sus biógrafos, el austriaco Ulrich Weinzierl.
Después de dos breves estancias en 1936 y 1940, Zweig emigró definitivamente a Brasil en 1941. Su última morada la encontró en Petrópolis, una pequeña ciudad casi idónea para él, erigida, décadas atrás, con ínfulas imperiales europeas en las montañas de Río de Janeiro.
"Es una casita pequeña, pero con una gran terraza techada y vistas maravillosas", escribió Zweig en septiembre de 1941, cuando Lotte y él se mudaron al pequeño bungalow ubicado en la ladera de una colina. "Por fin un lugar de calma", aseguraba entonces.
Cinco meses después, sin embargo, lo habían abandonado definitivamente las ganas de vivir a sus 60 años. "Fue la soledad intelectual", cree Kristina Michaelles, miembro de la asociación que cuida de la "Casa Zweig" de Petrópolis, convertida en un museo desde 2012.
El bungalow luce hoy un tablero gigante de ajedrez en homenaje a uno de los ciudadanos ilustres de la ciudad, que está enterrado en una modesta tumba en el cementerio local.
Zweig le dedicó también un libro a su país de acogida. En "Brasil, el país de futuro", el intelectual europeo describía, quizá con demasiado optimismo, el porvenir brillante que creía reservado para el gigante sudamericano. Al final de su vida, la congoja por el declive del Viejo Mundo pudo más.
Michahelles, en todo caso, rescata la valía de la obra del austriaco como advertencia para tiempos revueltos como los de hoy. "Stefan Zweig está otra vez en las estanterías", asegura la brasileña. "Su obra parece más actual que nunca", cree también Matuschek.