Sortilegio y luz sorpresiva, ‘el derrumbe de las utopías’

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Sortilegio y luz sorpresiva, ‘el derrumbe de las utopías’

ESMIRNA BARRERA
Hoy nos queda trabajar con voluntad y compromiso, todos hermanados, para que México renazca. “Nos queda comprender el presente sin olvidar la historia, sin volver a ese pasado y sin renunciar al futuro”.

La pandemia ha cobrado miles de muertos. México sufre. Llora. Volcanes ardientes hacen erupción en distintas partes del país provocados por demandas sociales irresueltas.

La sociedad mexicana se encuentra polarizada, al tiempo que la violencia sigue enlutando al país. La corrupción y la impunidad tienen secuestrado al país.

Ante las próximas elecciones el antagonismo político y las descalificaciones son el pan de cada día. La perversa represión y la censura ejercida desde la más alta tribuna es preocupante. La libertad de expresión en México está bajo asedio.

PREGUNTO

Decía el poeta Neruda: “México, con su nopal y su serpiente; México florido y espinudo, seco y huracanado, violento de dibujo y de color, violento de erupción y creación, me cubrió con su sortilegio y su luz sorpresiva”.

Me pregunto qué derroteros esperan a nuestro “México florido y espinudo”, ante tanto desencanto, desgracia y desconcierto, dónde se oculta su luz sorpresiva, qué porvenir le aguarda a nuestro mágico país.

AGITACIÓN

La injusta desigualdad social acumulada por siglos, la violencia y la impotencia ciudadana frente a la pandemia nos igualan como mexicanos ante un mundo por sí mismo convulsionado, donde prolifera el odio, la discriminación, el racismo e innumerables migraciones impulsadas por el hambre, los desastres naturales, la guerra y gobiernos autoritarios.

De esta aciaga realidad tampoco se escapan nuestros vecinos del norte. País, de esencia inmigrante, en donde continúan aflorando actitudes mercenarias, voces llenas de odio e intolerancia, que se manifiestan en venganzas, sollozos y muerte.

VISIÓN PROFÉTICA

Releyendo a Octavio Paz, rescato un segmento del maravilloso escrito realizado en 1990, que hoy pareciera hacerse realidad: “El derrumbe de las utopías ha dejado un gran vacío, no en los países en donde esa ideología ha hecho sus pruebas y ha fallado sino en aquellos en los que muchos la abrazaron con entusiasmo y esperanza. Por primera vez en la historia los hombres viven en una suerte de intemperie espiritual y no, como antes, a la sombra de esos sistemas religiosos y políticos que, simultáneamente, nos oprimían y nos consolaban.

Las sociedades son históricas, pero todas han vivido guiadas e inspiradas por un conjunto de creencias e ideas metahistóricas. La nuestra es la primera que se apresta a vivir sin una doctrina metahistórica; nuestros absolutos –religiosos o filosóficos, éticos o estéticos– no son colectivos sino privados. La experiencia es arriesgada. Es imposible saber si las tensiones y conflictos de esta privatización de ideas, prácticas y creencias que tradicionalmente pertenecían a la vida pública no terminarán por quebrantar la fábrica social.

Los hombres podrían ser poseídos nuevamente por las antiguas furias religiosas y por los fanatismos nacionalistas. Sería terrible que la caída del ídolo abstracto de la ideología anunciase la resurrección de las pasiones enterradas de las tribus, las sectas y las iglesias. Por desgracia, los signos son inquietantes”.

Hoy, inquietantemente reales.

AGITACIÓN

La era digital y los juicios emitidos por la gente común y corriente en las redes sociales alcanzó a los gobernantes y políticos incompetentes del mundo entero.

Indudablemente las redes sociales se han convertido en el “leviatán” de los gobernantes, demonio imposible de callar, de silenciar: indefensos sucumben todos los días aquellos que se visten de corderos, pero que llenan, hasta la vergüenza, sus bolsillos de oro y plata. De esperanzas robadas. De promesas Incumplidas con aquéllos a quién se deben.  La agitación es planetaria.

¿QUÉ NOS QUEDA?

Nos queda abrevar de nuestra esencia y presencia compartida. Nos queda reconocer que los valores que dan sentido a la humanidad no están, ni estarán en crisis, pues creer esto es la excusa perfecta que buscan los desesperanzados. Por tanto, nos queda comprender el presente sin olvidar la historia, sin volver a ese pasado y sin renunciar al futuro.

Nos queda reconocer que lo que agita, lo que está en entredicho, es la relación personal que tenemos con los valores: sabiendo que el respeto, la solidaridad y la tolerancia ahí están; la puntualidad permanece inamovible independiente del pasar de las horas; la paciencia, espera a quien quiera hacerla suya; la honestidad brillará si decidimos hacerla una práctica cotidiana.

Nos queda ser ciudadanos responsables y completos. Informados y participativos. Ciudadanos vigilantes de las promesas que vierten los políticos en las campañas; exigentes y custodios del uso de los recursos públicos, jamás cómplices de la corrupción, de las bajezas y sobornos; ciudadanos inmunes a los engaños, al populismo, al nacionalismo que luego se trasforma en odio, muerte y remordimiento generacional.

Nos queda comprender lo que dijo Gandhi: “La verdadera libertad no vendrá de la toma del poder por parte de algunos, sino del poder que todos tendrán algún día de oponerse a los abusos de la autoridad. La libertad personal llegará inculcando a las multitudes la convicción de que tienen la posibilidad de controlar el ejercicio de la autoridad y hacerse respetar”.

Nos queda alejarnos de la hipocresía, dejando de agachar la cabeza por miedo a ser diferentes, decir la verdad o solo pronunciar lo que piensa.

Nos queda vernos en el otro, en el “próximo; nos resta hacer una cruzada personal a favor de la misericordia, la benevolencia y el perdón hacia nuestros semejantes, de los que están cercas y lejos, especialmente de los que menos tienen, de los desprotegidos, de los descartados.

Nos queda apostar nuestras manos para hacer lo correcto, respetando al mundo, cuidando a los seres que lo habitan, protegiendo y conservando la naturaleza que lo abraza. Nos queda dejar de competir para empezar a colaborar y preservar los equilibrios naturales del universo que nos ampara.

Nos queda asombrarnos de Dios y de su misericordia y benevolencia; nos resta agradecerle el don de la existencia para continuar creando, innovando, emprendiendo y compartiendo.

LA REGIÓN

Don Alfonso Reyes sentenció “Viajero: has llegado a la región más transparente del aire”, apoyándome en él, se me ocurre proponer que nos queda hacer de todo México “la región más transparente” considerando como acicate a la mismísima esperanza, esa que se alimenta no solo de anhelos, sino del arduo quehacer cotidiano.

Transparente, en la intención de los ideales comunes, diáfana en las rectas pasiones que los hagan realidad. Región cristalina gracias a la tolerancia que haga, de la diversidad y de las más profundas diferencias, fuerza, jamás debilidad; convivencia, de ningún modo insalvables desencuentros.

Transparente, por el corazón que late en nuestro ser mexicano que, a pesar de que hoy pareciera extraviado por las divergencias, siempre palpita gracias a la herencia sagrada y fecunda legada por nuestros antepasados, de todos los que vislumbraron una nación mágica, libre como esa águila azteca que nos simboliza, patria poderosa por el espíritu milagroso y las manos fecundas que, en la sombra y la luz, hoy, a pesar de los pesares, millones de buenas personas no dejan de imaginarlo y construirlo.

Nos queda hacer hoy de México “La región más transparente” en donde no encuentre terreno la resignación, sino que sea la esperanza la que ilumine la convicción de resistir los infortunios y el espíritu azteca de construir el porvenir.

Tengo la fe racional que México saldrá adelante, confío en lo que dijo Ernesto Sabato: “El ser humano sabe hacer de los obstáculos, nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. En esta tarea lo primordial es negarse a asfixiar cuanto de vida podamos alumbrar”.

Entonces, hoy nos queda trabajar con voluntad y compromiso, todos hermanados, para que México renazca “florido y espinudo”; para que vuelva a sorprender al mundo con “su sortilegio y su luz sorpresiva”.