Lo que no pudo hacer el COVID-19 para interrumpir el festejo del 10 de mayo, lo hizo la lluvia que se registró en Saltillo y que frenó por un par de horas la fiesta y ahuyentó a los saltillenses que visitaban panteones, restaurantes y buscaban flores para festejar a las matriarcas de los hogares.

En el Panteón de Santiago, que lucía abarrotado pasado el mediodía, los visitantes comenzaron a dispersarse apenas comenzó la llovizna y otros quedaron atrapados por la lluvia bajo los techo de los altares.

Resanadores de tumbas, músicos, vendedores y familias enteras que se encontraban al interior del Panteón, rezando y coreando sus canciones favoritas, salieron aún sin acomodar las flores que llevaban.

Mientras que afuera el caos que provocó la lluvia y el tráfico complicó el tránsito de quienes se retiraron del lugar, incluso los oficiales de tránsito que se encontraban en el lugar no fueron suficientes para desahogar el paso.