Sor Juana y Ernesto

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Sor Juana y Ernesto

El buen amigo Ernesto Hernández se ha tomado la molestia de comentar amplia e inteligentemente el texto sobre Sor Juana que se publicó en este mismo espacio hace algunas semanas: “Poder y Performance”.

En la nota que acompaña a su comentario crítico, Ernesto solicita de este escribidor una reflexión en torno del “Primero Sueño” –nada menos-, de nuestra poeta novohispana. Poema cima, en muchos sentidos, el “Sueño” ha sido estudiado por cráneos verdaderamente privilegiados, como diría el personaje de Valle-Inclán. ¿Osaré pisar semejantes ámbitos con mis extremidades de búfalo?

Antes de hacerlo, si es que me atrevo, querría citar algunos fragmentos del comentario del amigo Ernesto, pues me parece que es necesario abrir las puertas para dejar entrar a los invitados:

“Usted señaló dos palabras clave en su ensayo: envidia y poder. La autora, de forma velada, busca protección de los poderosos en un acto –como usted lo mencionó- de estrategia política, conociendo nuestra monja que si bien sus obras no eran para todo público, sabía bien que ni los mismos poderosos, ni sus hermanas comprendían sus obras (margaritas ante porcos). Recordemos que sor Juana enfatiza que sus hermanas le quitan el tiempo riñendo o bien con pláticas infructuosas. (“Respuesta a sor Filotea de la Cruz”).”

Ernesto llama “ensayo” a una simple nota periodística, a un texto que no pretende ser más que una mínima reflexión en torno de una obra de Sor Juana. Agradezco profundamente esta deferencia, pero aclaro al lector que mi amigo engrandece la pequeñez. En cuanto a las “palabras clave”, están ahí, a la vista de cualquiera que lea, en primer lugar, las obras de nuestra poeta, y después, a algunos de sus estudiosos. 

La envidia y el poder y acaso el asedio masculino y/o femenino rodearon a la joven dama de compañía durante su estancia en el palacio virreinal y, años después, a la monja en el convento de San Jerónimo. Y para enriquecer un poco la familia semántica que formó parte de la vida de Sor Juana habría que añadir vocablos: inteligencia, sexualidad, desarraigo, melancolía, concepto, coquetería, conocimiento y avidez (intelectual), entre otros. ¿Estrategia (“política”) es uno de ellos?

“En cuanto a la política, nuestros políticos –en estos tiempos- suelen andar escasos de ideas, incluso, hasta políticas (G. B. Shaw). Nuestros políticos son snobs en los actos de cultura. Sabemos que los mecenas o gobernantes poseen a los artistas, por lo cual –al poseerlos- reflejan su incapacidad y frustración. Recordemos a Nerón. Recordemos que en los tiempos actuales se ha presentado el “boom político” de cooptar a deportistas y actrices de tercera categoría para convencer a los votantes. Eso ya lo explicaba Roland Barthes en su libro Mitologías”, escribe Ernesto.

Esa perenne y debatida relación entre el Príncipe y los artistas; entre aquél y el conocimiento en cualquiera de sus manifestaciones. Larga controversia y relación difícil: Virgilio, Octavio César Augusto y el Poema “imperial” -“La Eneida”- podrían constituir un ejemplo paradigmático. ¿Qué hizo Galileo ante el poder principesco de la Inquisición? ¿Qué hizo ésta con Miguel Servet y con tantos otros? ¿Qué ha hecho el Príncipe frente a la obra de José Revueltas en esta época en México? Tendremos que hablar del asunto uno de estos días.

Una última cita del comentario ernestino da término a la presente entrega; en ella, el autor apunta directo a su diana, sin perífrasis, sin compasión, sin ambages: “El simbolismo de la tinta que escurre y una pluma en erección… El conocimiento era la verdadera fertilidad de Sor Juana… Esos, tal vez, serían sus múltiples y letrados orgasmos.”
Terreno movedizo, sin duda, el que pisa nuestro querido amigo. ¿El “Primero Sueño” fue uno de esos “orgasmos letrados”, el más duradero, el más vertiginoso? Ruptura de las amarras de la vigilia y viaje ascendente o descendente hacia lo inextricable, ida y venida: el “Sueño” muestra, de manera explícita, la descripción de un fracaso heroico, como el de Faetón o el de Ícaro, míticos personajes amados por Sor Juana.