Son tus huellas el camino, y nada más. La muerte empareja a todos

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Son tus huellas el camino, y nada más. La muerte empareja a todos

Alejandro Medina

Antonio Machado expresaba en un poema que el sentido de la vida es el andar. Los humanos nunca dejamos de transitar, de cambiar, de movernos (no siempre físicamente) y estamos en marcha hacia la muerte. Machado tenía sobre sí la gran influencia de Jorge Manrique (“nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir, ahí van los señoríos derechos a se acabar y consumir”). Lo admiró tanto que dijo que lo tenía en un altar. El tema no era exclusivo de ambos ni de España. Heráclito lo inició en la Grecia clásica con un toque distinto al castellano. Borges lo retomó muchas veces en poemas y conferencias. A veces Borges habló de su propia muerte, de lo efímero y lo inútil de su vida. No pocas veces se burló de ella y (dijo) que añoraba su desaparición. En un cuento planteaba que se iba suicidar y ponía como fecha el día de su cumpleaños. Naturalmente, ese día sus amigos llegaron temprano a su casa, temerosos de que hubiese cumplido la amenaza. Salió Borges a abrir la puerta todavía en piyama sorprendido al verlos. Adivinó por qué estaban ahí y les dijo que no, que no podría suicidarse: “soy demasiado cobarde”.

En nuestros genes culturales tenemos ese afán por pensar en la muerte. La fiesta de los muertos es la gran fiesta del año entre los mayas de Chiapas. Aun los más pobres (la mayoría) ese día compran pan, refrescos y cohetes. Ofrecen de comer a sus muertos y luego lanzan al aire los cohetes nombrando con cada uno a un difunto; lo llaman a consumir la comida que dejaron en el altar. Luego come la familia y los jóvenes se dirigen al cementerio y bailan sobre las tumbas al son de una marimba. Se bebe algo de alcohol (su magnífico posh).

Se preguntará usted por qué hablar de la muerte ahora que está muriendo tanta gente y que todavía morirá una cantidad que ignoramos. La respuesta es evidente: se habla del tema porque está en el ambiente. ¿Cuántos morirán o moriremos en esta pandemia? Difícil saberlo. Dos días antes de morir, Óscar Chávez no sabía que había llegado su hora.

En varias culturas, como el cristianismo, la muerte es considerada la médula de la existencia porque nos hace saber lo que significa la vida. Soren Kierkegaard escribió que sin muerte seríamos muy perversos y que sin su certeza no tendríamos proyectos de vida, ni nos esforzaríamos en superarnos y ser mejores.

De cualquier manera, Machado no se queda con la idea de que se puede ser consciente del fin pues anota que “al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. Pero esa filosofía cambia cuando quien muere es cercano. Ejemplifico con Miguel Hernández que sufrió indeciblemente la muerte de su mejor amigo a quien declara que “no hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida”. ¡Qué increíble poema de amor por un camarada! Y no, no era homosexual. Hernández tuvo como antecesor a san Agustín, que en el siglo cuarto escribió que lloraba tres muertes: la de su madre Mónica, la de su hijo Adeodato y la de su mejor amigo. Y ésta fue la que más le dolió porque (escribió) la amistad consiste en tener un solo corazón en dos cuerpos. Algo parecido sucede con el Principito, que luego de declarar lo que significa ser amigo (“domestícame”, le dijo el zorro), muere para convertirse en una estrella a la que Saint-Exupery podrá ver cada noche.

Ni modo, los sucesos actuales indican que el mundo cambiará. Yo espero que el cambio sea profundo y que toque la esencia de las relaciones sociales. Ahora mueren ricos y pobres. La idea de que la muerte empareja a todos no es nueva sino medieval. Pintores y escultores colocaron en el infierno o en el purgatorio a reyes, papas, obispos y señores feudales junto a campesinos. Miguel Ángel se dio el lujo de pintar en el infierno al papa Julio II.

El estremecimiento de los países europeos ante la cantidad de fallecidos no parece haber llegado aún a los mexicanos. Ya vendrá. Espero que sea leve. Al parecer vamos bien, pero nunca se sabe. Esta gran desgracia deberá dar lugar a otra sociedad que supere la actual; que sea más humanista y menos mercantil.