Somos migrantes
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Somos migrantes
Me estaciono y camino rumbo a mi oficina. Veo de reojo a una persona con el pelo más o menos largo y descuidado.
Carga una mochila y una cobija. Creo que me sigue. Me detengo antes de entrar. Veo que se sienta en la banqueta. Finjo que veo mi celular, mientras observo qué hace..
—Que va a hacer frio después de Navidad—, me dice. Su acento suena a centroamericano. Me despojo de mis prejuicios y le respondo que quizás sí, pero no tanto como la última vez.
Le pregunto que de dónde es y me contesta: “de Honduras”.
¿Y que anda haciendo en Saltillo? -Le digo.
Dice que va de paso, rumbo a Tijuana, para cruzar al otro lado, por el mar. Comenta que ahorita lo tienen hospedado en casa de una familia saltillense.
—¿Como te llamas? le pregunto. —Neptalí, responde.
Fuma un cigarro. Es el único vicio que tengo. Dice cuando nota que lo veo. No es un delito fumar, afirma. Aquí en Saltillo les gusta mucho la caguama y la carne asada. Hay gente que no come, pero sí toma. Yo no entiendo de dónde saca tanto dinero la gente.
Afirma que ha visto que los policías se paran afuera de las cantinas del centro para esperar a los borrachos. Según él, también los policías paran a los taxistas, bajan y detienen a los borrachos que viajan en esos taxis. Eso es ilegal, —dice Neptalí—, el presidente debería hacer algo. En Honduras tenia un amigo que murió de cirrosis, se hinchó de las piernas, hasta la cabeza y le explotó el hígado.
Eso le dio mucha tristeza.
Dice que aquí hay amor hacia los migrantes, que los saltillenses los tratan bien, los ayudan. Que por eso se quedan aquí, porque el Gobierno los protege y les pide, como dicen aquí, “que nomás no la rieguen”.
Le pregunto por la Casa del Migrante y me dice que ahí sirven la comida cruda. Que come mejor en la calle.
—¿Tienes familia? —Cinco hermanos y mi mamá vive en Miami.
Después narra que desde pequeño se crió en la calle, consumió drogas y luego se rehabilitó. Luego hacemos un análisis de banqueta acerca del mercado laboral local.
En Saltillo hay dinero, se vive bien, dice. En Estados Unidos puedo ganar más, pero gasto más. Un departamento cuesta de 800 a mil dólares, y aquí consigo uno por 3 mil pesos. Le digo que si es por trabajo se quede en Saltillo. Aquí hay mucha oferta y las empresas batallan para conseguir gente.
Termina la conversación, le digo que tengo que seguir con el trabajo, me presento y me pongo a sus órdenes. Entro a la oficina y me siento mal, porque mi primera impresión fue que era un delincuente al acecho.
Me alegro de haber conversado y pienso que Neptalí es como un Cristo, cuando Él dijo: “Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Me pongo a pensar que, como Neptalí con su mochila y cobija, los padres del Cristo tuvieron que migrar y pedir posada. Tuvieron que sufrir rechazos y desprecios, hasta que alguien se apiadó de ellos. Creo que todos vamos de paso en este mundo, migrantes rumbo a la eternidad.