Soledad o simpatía

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Soledad o simpatía

¿Qué tendría que hacer un hombre sin alternativas políticas? Es evidente que nada, sólo respirar y asumir el papel que le ha tocado desempeñar. Acaso sea capaz de inventarse algunas migajas de felicidad, o de asumir la resignación como una santidad o una sabiduría ante su imposibilidad de convertirse en alguien mejor. También podría imaginar utopías, pues sin la posibilidad de inventar o imaginar, ni siquiera debería considerarse a sí mismo como un ser humano. Leszek Kolakowski (El hombre sin alternativa, Alianza 1970) culpaba al stalinismo, es decir a la mentira y el poder unidos en un estado autoritario, de haber llevado por medio de procedimientos arbitrarios a toda crítica social hasta una posición contrarrevolucionaria. No es una estrategia desconocida: cada vez que alguien extiende en la mesa alguna idea o crítica que pone en peligro —o al menos desnuda— al estado de cosas reinante se le tilda de extremista, soñador o un ente activo contra la buena sociedad. Les voy a dar un ejemplo muy personal, pero que casi todos comprenderán o habrán vivido: cada vez que cierta tía paterna descubría alguna de las constantes mentiras de su esposo, él le espetaba en el rostro que estaba loca. Así de sencillo se sacudía el problema de haber sido cachado en sus falacias y triquiñuelas. Él le repetía tantas veces a su mujer que estaba loca que, tarde o temprano ella comenzaba a dudar de las evidencias, de su propio raciocinio y de su cabalidad mental.

David Hume consideraba que la justicia era una construcción, un medio, un conjunto de reglas, algo que nosotros mismos edificábamos para vivir mejor, y no una abstracción idealista o divina que tendría lugar durante alguna época de oro. Lo que Hume proponía era algo en apariencia sencillo: extender la simpatía. La familia, la amistad o la vecindad eran para el filósofo escocés determinaciones naturales de la simpatía. Como sabemos, él consideraba que la invención y la imaginación tendrían que concentrarse en los legisladores más que en los técnicos. Las legislaciones son las grandes invenciones y los verdaderos inventores no son los técnicos, sino los legisladores, creía. Empujando las ideas de Hume hasta el siglo veinte Gilles Deleuze escribió: "La alternativa en que se encuentran las simpatías es la siguiente: destruirse por el artificio o destruirse por la contradicción." En otras palabras: el ser humano elige entre sobrevivir, aun a costa de ser condescendiente, o enfrentarse en una guerra mortal contra el antipático (el ladrón, el corrupto, el mentiroso). 

Pese a parecer ingenuo lo primero que en México uno debe considerar si quiere construir una nueva política emergente es aceptar que se trata de un país (o una entidad geográfica) que se encuentra lastrado por una crisis social más que alarmante. Creo que los ejemplos de que esta crisis existe son innumerables. El paso siguiente es reconocer o asumir las responsabilidades que cada quien ha tenido para el desarrollo de tal estado de cosas (quienes han fracasado en sus intentos de producir progreso deberían retirarse a otros sectores de la vida social, como ha sido el caso de un par de expresidentes). Y me gustaría añadir el punto que considero más importante, aunque a los jóvenes les resulte un juicio algo parcial: la certeza de que no habrá más oportunidades en el futuro cercano para corregir el camino. Cuando se considera la creación de un frente civil, nacional, etcétera debería ser obvio que los partidos políticos (responsables del estado de cosas actual) no tendrían que secuestrar tal idea o iniciativa, sino sólo unirse o sumarse a la posibilidad de un movimiento civil que asuma la crisis como radical y que proponga a personas honestas, o consejos de ciudadanos, o parlamentos emergentes (que por lo demás ya existen) para guiar un movimiento de tales dimensiones. Y después esperar a que la imaginación, la invención y la extensión de la simpatía, como deseaba Hume, retorne a la maquinaria legislativa ocupada, en su mayoría, por personas no aptas para llevar a cabo una función sanadora e inteligente.

¿Qué es lo que acabo de describir? Nada menos que la utopía del hombre sin alternativa. O la de un loco extremista que no conoce a profundidad los meandros de la política. Así como mi tía paterna comenzó a dudar de lo evidente y de su capacidad racional yo comienzo a dudar de la mía. Caray. Uno de los pocos amigos que Rousseau hizo en su vida fue Hume (y vaya si uno tenía que ser tolerante y extender a grados extremos la simpatía para ser amigo del suizo). Sin embargo, a diferencia de su amigo, Rousseau tenía fe en la soledad, sabía que ante el fracaso del pacto humano, el crecimiento de las ciudades como "el abismo de la especie humana" le quedaba como alternativa la soledad. La soledad le resultaba buena porque creía que lejos de las multitudes y de los contactos inocuos vivía "el hombre verdaderamente sociable". En fin, les ruego perdonen mis opiniones y mi ausencia de juicio. En este momento me encerraré en mi recámara, dormiré e intentaré recuperar el entendimiento para comprender su mundo.