Sociedad de consumo
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Sociedad de consumo
El cuento “Canción de Navidad” de Dickens, describe a Ebenezer Scrooge como un viejo avaro y egoísta. Scrooge solo se redime cuando da dinero a rienda suelta: a comprar pavo, a subirle el sueldo a su trabajador, a dar limosnas. Se convierte en un hombre bueno cuando empieza a consumir, cuando deja de trabajar y cuidar el dinero.
En esta época del año se hace más notorio el despilfarro de la sociedad de consumo. El mensaje es: para ser felices hay que consumir, a como dé lugar. No importa que para enero te quedes pobre.
A los que caen en ese supuesto la sociedad de consumo los margina y aísla. Todavía peor: se les etiqueta como criminales por ser pobres, ya no son humanos. Son desechados como las cosas que compraron. Prohibido aburrirse y no hacer nada:
“Una de las características más comentadas de la sociedad de consumo es el enaltecimiento de la novedad y la degradación de la rutina. Los mercados de consumo descuellan a la hora de desmantelar las rutinas existentes e impedir la implantación y el arraigo de otras nuevas, con excepción de ese breve lapso necesario para vaciar los depósitos de los elementos creados para sostenerlas.
Esos mismos mercados, sin embargo, logran un efecto todavía más profundo: para los miembros adecuadamente entrenados de la sociedad de consumidores, cualquier rutina y cualquier cosa asociada a conductas rutinarias (monotonía, repetición) se tornan insoportables; de hecho, invivibles. El aburrimiento, la ausencia o incluso la interrupción temporaria del perpetuo flujo de novedades…” dijo Zygmunt Bauman.
La cultura actual exige un consumo frenético y un ritmo de trabajo igual para sostenerlo. El consumo es adictivo: “Compro, luego existo” es el lema. Hoy se piensa que todo se puede conseguir con dinero.
“El consumo de objetos se ha convertido en un símbolo de estatus en la sociedad actual. Los valores sociales impulsan al consumo superfluo, al dictado de la moda, en una sociedad en la que más se es cuanto más se tiene y que no ve ningún peligro en el consumo desmesurado.
Consumir más puede significar sentirse mejor y situarse por encima de los demás. Comprar es una actividad rutinaria de la vida diaria para la mayoría de la gente. Pero los adictos a las compras se muestran incapaces de controlar un fuerte impulso al consumo, que domina sus vidas y produce consecuencias graves.
Los personajes caprichosos han sido protagonistas de numerosas novelas y películas. Por ejemplo, Madame Bovary —el personaje de Flaubert—es un exponente literario de personas que han antepuesto su fascinación por el lujo a la conservación de la familia.
El consumo excesivo puede generar una patología a diversos niveles: 1. Las personas en las que el ir de compras se ha convertido en el eje de sus vidas, 2. Las que tienen una necesidad constante de que cosas nuevas, en su mayoría innecesarias y 3. Las personas enganchadas al crédito, incapaces de seguir con su presupuesto.
La adicción a las compras es un impulso incontrolable para adquirir objetos inútiles o superfluos. La gratificación deriva, más que de la utilidad de los productos, del propio proceso de comprar. Éste consumo no planificado, excede las posibilidades económicas de sujeto y le lleva una prodigalidad en el gasto.
De hecho, los derroches de enero facilitan conductas de morosidad que están asociadas a este tipo de problema. Lo que importa no es lo que se compra, sino comprar.” De la Gándara. Y nosotros, ¿por qué compramos?