Sobre las puntas. Primera parte

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Sobre las puntas. Primera parte

“… una ligereza que se alejaba de la tierra; si puede decirse así, ella danza por todas partes como si cada uno de sus miembros fuese llevado por alas”. Anónimo

El Ballet apenas nacía, había emergido de las cortes italianas durante el Renacimiento y Barroco, abrazado e impulsado por el Rey Sol, en el siglo XVII. Un siglo más tarde, habría abandonado la mitología griega como tema principal y se había separado de la ópera gracias a las aportaciones de Jean Georges Noverre, comenzando a narrar historias reales en el más importante ballet d’action: “La fille mal gardée”. Ya María-Anne Cupi de Camargo había eliminado el tacón en sus zapatillas y acortado el vestuario para dejar ver la magistral ejecución de sus trenzados. Pero fue hasta el siglo XIX, cuando el romanticismo del artista marginado halló inspiración en leyendas, supersticiones y fantasía, dotando a sus personajes de un carácter irreal, místico y sobrenatural. Convirtió a las bailarinas en sílfides, ondinas, dríadas y willis, que encabezadas por grandes figuras, como Fanny Elsler y Carlota Grissi dieron nombre a este importante período en la historia de la danza.

Pero fue María Taglioni quien se inmortalizó por alcanzar por sí misma la sensación de ingravidez que ya hacía tiempo se venía buscando, desde Céfiro y Flora en el que Charles-Louis Didelot pidió a sus bailarines pararse sobre las puntas de los pies mientras eran sostenidos por alambres; (la mecánica del arnés había sido bien empleada en la tramoya de esos tiempos).  La hija de Filipo Taglioni, en su primera interpretación de “La Sylphide”, creada especialmente por su padre para ella, decidió reforzar sus zapatillas de satén con costuras y rellenar la punta con algodón, alcanzando con esto a elevarse hasta el menor contacto con el piso, y así, lucir inmaterial y etérea portando su vestido blancos semi transparente que subía hasta la pantorrilla y que se convirtiría en el símbolo de la época: el tutú romántico.

Más tarde la rusa Anna Pavlova reforzaría la planta de su calzado, para dar mayor sostén a su extremadamente flexible arco del pie, creando el “alma” de la zapatilla y permitiendo la ejecución de mayores retos: giros y balances que dotarían al rol de la bailarina de un virtuosismo técnico característico del período clásico del Ballet.

Desde entonces y hasta nuestros días, las zapatillas de punta son un ícono de la Danza Clásica y el sueño de muchas niñas que llegan a tomar clase de Ballet. Envueltas en mitos y verdades, en algunas exageraciones y en historias que giran en torno a la antinatural y antianatómica acción de cargar el peso del cuerpo sobre los 26 huesos del pie, en una superficie de apenas ocho centímetros cuadrados.

Son muchas las  interrogantes con las que los padres de familia se enfrentan antes de invertir en un costoso par de puntas: ¿cuándo es el momento adecuado para iniciar en el trabajo de puntas: a qué edad o en qué nivel?, ¿es doloroso?, ¿se deformarán sus pies?, ¿qué tipo de zapatilla comprar? entre otras preguntas que bien vale la pena abordar en la siguiente entrega.