Sobre la respiración en el nuevo mundo del Covid-19

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Sobre la respiración en el nuevo mundo del Covid-19

Federico Jordán fumando en su estudio (2016). Fotografía de Marcela Blanco.
El autor medita sobre la poética de la respiración en su cuarentena.

i.
Este nuevo mundo reiteró la fisiología, política y poética social de la respiración.
Ayer, la Organización Mundial de la Salud aceptó que el virus puede ser transmitido por aerosoles en espacios cerrados. 
Usamos mascarillas para protegemos de un microorganismo imperceptible en el aire.
Existe la incertidumbre de que el nuevo virus destruya nuestro sistema respiratorio.

ii. 
La angustia me hizo comprar un oxímetro, aprender algo de kundalini, pero lo más importante fue dejar de fumar.
Mi determinación para dejar el cigarro vino del miedo, justo cuando iniciaron las noticias del nuevo virus en China. 
Fue hasta marzo cuando me miré en la fotografía de otro hombre: un enfermo de Covid-19, inconsciente, tirado en decúbito prono y conectado a un respirador. 
Desde entonces no fumo.

iii.
Hace unos 20 años, solía perder el ritmo al respirar. Me angustiaba reconocer la fragilidad de mi vida en los ritmos de mi respiración.
¿Quién no se ha sofocado por nada en esta pandemia?
Nuestra vida inicia con la primera inhalación y terminará con una exhalación. Los momentos más solitarios.
Fui consciente de mi soledad cuando de niño me ahogaba en una alberca. Perdí la cadencia de mi respiración. Fui rescatado.

iv.
Seguro fue el mismo desamparo para George Floyd, un hombre negro de 46 años, que murió sofocado en el piso. Un policía blanco lo estranguló con la rodilla sobre su cuello.
La transcripción de ese hecho apunta que Floyd dijo 20 veces: «¡No puedo respirar!». 
Al presentir su muerte, pidió piedad y envió amor a su madre e hijo.
El reverendo Al Sharpton gritó agarrotado en el funeral de Floyd: «¡Quiten sus rodillas de nuestros cuellos! ¡Déjennos respirar!».

v.
La muerte de Floyd  exigió el aire y reanudó la intención de asfixiar  el espíritu de la  Confederación. Derribar los monumentos de sus héroes.
El espíritu tiene su origen en la respiración. 
En la antigüedad, destruir la significación de un monumento era evitando su respiración. 
Por eso la esfinge de Egipto carece de nariz. 
Muchos rostros de esculturas antiguas han sido mutiladas con la finalidad de ahogar su espíritu. 
Octavio Paz escribió: «Nada soy yo, ⁋ cuerpo que flota, luz, oleaje;  ⁋ todo es del viento  ⁋ y el viento es aire  ⁋ siempre de viaje…».

vi.
El espíritu es aire. Por eso el Espíritu Santo tiene su relación teológica en la pneumatología. 
El soplo del Espíritu arriba a través de nuestra inspiración. Aspiramos la creación. 
Está escrito en el Génesis que el Espíritu de Dios creó el mundo a partir de ordenar con la palabra.  Ordenar con el viento.

vii.
Las cosas existen a través de nombrarlas con la palabra. 
La imagen se construye con la palabra, la palabra se compone del aire, el aire se troca por la respiración, la respiración es rítmica. 
El ritmo es la poesía.