Sinatra se sienta a la mesa
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Sinatra se sienta a la mesa
Frank Sinatra se sienta a comer a la mesa… con los capos. No es nuevo. Ya se sabía, pero siempre será piedra de escándalo. Hace días, VANGUARDIA dio la noticia, específicamente el sábado 7 de noviembre: Pablo Escobar, el poderoso capo de las drogas colombiano que hizo temblar no sólo a su país, sino al mismísimo imperio norteamericano, tenía como socio a “La Voz”, al cantante Frank Sinatra. Lo dijo así su hijo Juan Pablo Escobar en su declaración: “Frank Sinatra ero uno de los socios de mi papá en Miami. Hay más cantantes de lo que uno se imagina que comenzaron sus carreras con el patrocinio de los narcotraficantes…”
Caray, no hay nada nuevo en ello. Ya se sabía. Tal vez desde siempre. Al menos, desde 1998, cuando en su libro “La mafia se sienta a la mesa, historias y recetas de la Honorable Sociedad” lo contaron los autores Jacques Kermoal y Martine Bartolomei en su texto memorable publicado por Editorial Tusquets. Hoy un discurso de colección. Aquí se cuenta cómo el joven Sinatra, perdido en Nueva Jersey, no hubiese llegado a ser “La Voz”, si no lo hubiese recogido en su seno “la mamma”, Natalia Garabante, una genovesa conocida como “Dolly.” La cual a la vez lo acercó a “La Sociedad” (imagine usted a qué se dedicaban), los cuales cultivaban varios placeres, entre ellos claro y como buenos italianos, la gastronomía.
Hasta el día de su muerte, Sinatra no dejaría de disfrutar la pasta, el “pesto a la Dolly.” Ya cuando los dólares caían a granel en la cuenta de Frank, el “muchacho de los ojos azules”, éste se asoció con Joe Fusco, lugarteniente de Al Capone e invirtieron conjuntamente en el “Hotel Sands” en Las Vegas. El lugar, cuenta la crónica, la leyenda y el libro, fue utilizado para escuchar a Sinatra, lavar miles de dólares y claro, evadir impuestos. En los lapsos de vida entre una y otra cosa, ¿qué hacer? Lo mejor que saben hacer los italianos, comer. Paladear, disfrutar. Entregarse a los placeres de la lengua. No rezar, sino comer. No amar sino disfrutar. En la mesa de Frank Sinatra jamás faltaba la pasta, el prosciuto di Parma, el parmiggiano, todo ello rociado con generosas copas de vino, ¿cuál si no? Chianti. Siempre Chianti.
Este libro cuenta de cómo y en su mejor momento, a Frank Sinatra le dieron la tarea de platicar en Sicilia, nada menos con el jefe supremo de la “Onorata Societá”, Don Guiseppe GencoRusso, el sucesor del más grande, don Calogero Vizzini. La cosa era sencilla y complicada a la vez: la sucesión de Lucky Luciano, deportado de América a Italia, y asesinado en Nápoles. Llegó Frank y fue tratado como un… “picciotto” (mafioso de bajo rango).
Y usted lo sabe mejor que yo lector, en una comida, brindado, se pacta, se hacen negocios, se despluma al vecino, se conspira, se toman decisiones, se venden reputaciones; se pacta impunidad, comercio, impuestos… por eso la mafia siempre se ha sentado a la mesa a discutir los asuntos de “la familia.” Cuenta el libro que ese día que le dieron a Sinatra una patada en el trasero, hubo “pasta-cicci (sopa siciliana de carne, macarrones, garbanzos y aceite de oliva), luego “bollito misto” (como un puchero, un cocido de res italiano). Llegaría el cordero asado, alcauciles y espinacas gratinadas y sin faltar, queso de cabra casi para el final. Luego, dulces, café y grappa. Al terminar, le darían el mensaje. De manera vergonzosa, Frank Sinatra regresaría a América.
Hoy otros dos libros que abordan todo esto, “La mamma” de Mario Puzo, editorial Grijalbo y “La cocina de la mafia”, de Joe Cipolla, para editorial Ática, de España. Ya no es nuevo que Frank Sinatra se haya sentado a la mesa con Pablo Escobar, lo que hubiese sido de nuestro interés, ¿qué comieron aquella vez o las veces en que se reunieron para hacer negocios “La Voz” y el capo más famoso de todos los últimos tiempos…?