‘Sin lamentaciones’

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‘Sin lamentaciones’

Este inmenso misterio siempre está frente a nosotros y llega a triunfar cuando menos lo esperamos

Morir sólo es morir, morir se acaba. Morir es una hoguera fugitiva, es cruzar una puerta a la deriva y encontrar lo que tanto se buscaba”.

Estos versos del poeta, escritor y sacerdote Martín Descalzo muy seguido me convocan a releerlos y meditarlos, sencillamente para recordarme lo finito de mi caminar, pero, sobre todo, me reclaman su lectura cuando lo inevitable, sigilosa y sorpresivamente, arriba a mi círculo inmediato; cuando alguien querido se me adelanta en el camino, también cuando se cumple un aniversario luctuoso de los más amados, familiares y amigos, que me dejaron ardiendo el corazón después de sus partidas. De esas personas amadas que nunca acaban de morir.

Su lectura se torna también imprescindible cuando se van esos contemporáneos, esos seres humanos que, sin conocerlas personalmente, también han tocado mi existencia con sus testimonios de vida, como lo son escritores, científicos, empresarios, sacerdotes, músicos, líderes y compositores; es decir, todas esas personas cuyas contribuciones y legados han quedado para perpetuidad.

Nacemos para morir. Sabemos que esto en algún momento tendrá que suceder, pero esto no implica obviar el dolor y la tristeza que provoca la separación física.

La muerte siempre se hace en soledad, pero no tendría sentido la existencia si después de ella no hubiera nada; por eso, es “luego” donde finalmente se encuentra lo buscado, eso que en la vida tanto se buscaba, como bien lo dice Descalzo.

A pesar que la muerte es lo más real de la vida, en la actualidad la sociedad la desdeña, la evade y permanentemente tiende a negar esta aleccionadora realidad; sin embargo, hagamos lo que hagamos, este inmenso misterio siempre está frente a nosotros y llega a triunfar cuando menos lo esperamos: “se encuentra siempre en permanente acecho, pisando los talones a toda sugerencia de vida, hasta que termina con ella, porque ésta es la que avanza hacia la muerte”, por consiguiente tenemos que estar preparados y esto también implica saber usar sabiamente el tiempo para luego no lamentarnos de los caminos que deliberadamente decidimos dejar de lado.

SABIA VIRTUD

Saber nuestra finitud temporal implica no perder el preciado tiempo, en este sentido Séneca se cuestionaba las razones por las cuales las personas perdemos las horas en cosas banales que nada nos aportan y que, tarde que temprano, nos hacen sentir vacíos. Implica saber establecer prioridades a tiempo y con tiempo para luego no padecer la angustia de todo arrepentimiento.

Séneca también argumentó que “nadie se preocupa de vivir bien, sino de vivir mucho tiempo, a pesar de que en la mano de todos está vivir bien y en la de nadie vivir mucho tiempo”, sabias palabras. Es mejor ocuparnos por vivir bien disfrutando cada instante, pero en ocasiones hacemos lo contrario, porque las personas tendemos a “vivir como si no tuviésemos que morir y morimos como si no hubiésemos vivido”.

COMPRENDER TARDE

En el breve espacio de tiempo que las personas tenemos ante la cercanía de la muerte suelen presentarse arrepentimientos, en este contexto acabo de terminar de leer la última hoja de un libro llamado “De qué te arrepentirás antes de morir”, escrito por la australiana Bronnie Ware, quien trabajó como enfermera de pacientes terminales.

El libro aborda las cotidianas experiencias que Bronnie obtuvo con estos enfermos, narra lecciones vitales de estos encuentros y los lamentables arrepentimientos que nos hacen recordar que “comprender tarde es como jamás haber comprendido”.

En este sentido, la autora sugiere la posibilidad de “ser capaces de afrontar lo inevitable de nuestra propia muerte y si la aceptamos de corazón antes de que nos llegue la hora, podremos replantear nuestras prioridades antes de que sea demasiado tarde.

Lo más significativo fue descubrir que la mayoría de las personas moribundas, al echar la vista atrás, coincidían en cinco remordimientos que la autora considera son universales y que las personas solamente reconocemos cuando ya es demasiado tarde, estos arrepentimientos son:

1.- Ojalá hubiese tenido el valor de vivir una vida más acorde con mi forma de ser, no la que otros esperaban de mí.

Es el lamento más frecuente que Bronnie encontró. Las personas tristemente se arrepienten que la mayoría de sus sueños se quedaron perdidos en los años vividos, pues fueron sustituidos por otros que no eran genuinamente suyos, sino de otras personas o de la sociedad, como lo son: más dinero o poder, un coche más rápido, mayor estatus social, etc.

Los sueños que emanan en la juventud hay que realizarlos, entendiendo que al paso del tiempo pueden diluirlos. Cuando la vida va llegando a su fin, ya es demasiado tarde para lamentarse y, si no se ha cumplido ninguno de esos sueños. Es como haberse traicionado.

2.- Ojalá no hubiera trabajado tanto.

Es el lamento más significativo de los hombres. Arrepentimiento que implica reconocer que el descuido de la familia, perder la niñez de sus hijos y la constante compañía de la pareja. Tal vez, ante eso sería conveniente recapacitar si uno trabaja para vivir o vive para trabajar. Implica rediseñar nuestro estilo de vida y tomar decisiones relacionadas con sus implicaciones al largo plazo, irónicamente trabajamos por la familia y el proceso la perdemos por no brindarle la atención necesaria.

3.- Ojalá hubiese tenido el valor de expresar mis sentimientos.

Otro remordimiento, es el haber suprimido los propios sentimientos con la finalidad de mantener “la paz”, o por no abrirse, o por temor a ser vulnerables con las demás personas, o por miedo, o desaprobación, o bien, por orgullo, en lugar haber sido asertivos. Particularmente les pesaba no haberles dicho suficientemente a su familia todo lo que la amaban.

Saber expresar los sentimientos a tiempo y apropiadamente evita el resentimiento, para ello es fundamental desarrollar la inteligencia emocional.

4.- Ojalá no hubiese perdido el contacto con mis amigos.

Desgraciadamente, el trabajo y la falta de balance en la vida llevaron a las personas a reconocer su arrepentimiento por no haberle dado a la amistad el tiempo y esfuerzo que se merecían. Todos echan de menos a sus amigos cuando están muriendo. Al final, todo se reduce al amor y a las relaciones. Eso es todo lo que queda en las últimas semanas: el amor y las relaciones.

Hay que tener cuidado con los abandonos inconscientes que hacemos de nuestros amigos debido a las atroces prisas o por el trabajo, sobre todo de aquellos que nacieron en la infancia o juventud.

5.- Ojalá me hubiese permitido ser feliz.

Las personas, según Bronnie, afirmaron que tardíamente se dieron cuenta que la felicidad es una elección de vida. Reconocieron que, sin saberlo, se quedaron con hábitos, convencionalismos y costumbres que evitaron vivir a plenitud.

El temor a las críticas y la posibilidad del rechazo evitaron que se arriesgaran a seguir sus más caros anhelos. Optaron por no reír, cantar o bailar y, en consecuencia, sentirse vivos; prefirieron la seguridad de lo establecido.

Dice Bronnie: “sin embargo, cuando uno está llegando al fin del “viaje”, le importan poco las críticas sobre lo que es o no es conveniente. De hecho, fue fantástico comprobar cómo algunos de mis pacientes pudieron recuperar la inocencia y las ganas de reír durante sus últimos meses. Una auténtica lección de vida”.

Permitirse ser feliz implica autenticidad, ser lo que somos y nadie más.

COLMADOS

Es cierto, morir es cruzar una puerta a la deriva y encontrar lo que tanto se buscaba, pero por lo pronto hay que vivir la existencia de tal forma que cuando llegue la muerte nos sorprenda plenos y felices por lo somos, fuimos y no fuimos; por lo que tenemos, tuvimos o no tuvimos. Que la muerte nos alcance tan absolutamente colmados que podamos poner en nuestro epitafio “Sin lamentaciones”.

cgutierrez@tec.mx

Programa Emprendedor Tec de Monterrey Campus Saltillo