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Silvia Navarro y Adrián Vázquez: Las emociones que nos unen
CIUDAD DE MÉXICO.- La colonia San Ángel Inn es amplia, limpia y está llena de costosas tiendas y restaurantes. La gente que anda por ahí tiene pinta de ser actores o actrices, sino es que turistas europeos. Me parece ver a José María Yazpik, con gorra y lentes oscuros, como si se ocultara de unos paparazzis, cruzando una calle con bolsas del centro comercial donde carga la despensa. Pero no estoy seguro que sea él, lo único seguro es que la actriz Silvia Navarro y el actor Adrián Vázquez esperan ser entrevistados en la Cantina Altavista, ubicada a unos pasos de donde Diego Rivera y Frida Kahlo tuvieron su primera casa.
Es un restaurante elegante y solitario a esas horas de la mañana, habitado tan sólo por los organizadores de las entrevistas, un par de señoras que toman su desayuno y los medios de comunicación, que esperan su turno sorbiendo tacitas de café humeante y mordisqueando galletas. Navarro y Vázquez están ahí para hablar de “Donde los Mundos Colapsan”, obra de teatro protagonizada por la primera y dirigida por el segundo.
Aunque él también actúa, se limitó a escribir y mantener todo en orden tras bambalinas, otorgando el papel masculino a Osvaldo Benavides. Así, con sólo dos actores en escena, los intérpretes dan vida a Valeria y Richard, una pareja destinada a encontrarse. “Nosotros sabemos que ellos están destinados a conocerse, pero ellos no lo saben y cómo en el transcurrir paralelo de sus vidas, nosotros nos damos cuenta que hay puntos en donde parece que finalmente se van a encontrar y este punto se va postergando hasta lo inevitable, que es justo donde los mundos de cada uno de estos personajes colapsan”, explica Vázquez a VANGUARDIA, una vez que nos sentamos con él en una mesa. La obra se presenta en el Teatro López Tarso del Centro Cultural San Ángel, no muy lejos de donde nos encontramos platicando.
LA FUERZA DEL DESTINO
Vázquez es responsable de obras recientes como “Wenses y Lala”, “Los Que Sobran” y “Algo de Un Tal Shakespeare”, en las que a veces también actúa y otras sólo escribe y dirige. “Creo que el mismo proyecto te lo propone”, explica. “El mismo texto te está exigiendo. Por ejemplo, en “Visceral” es la historia de una chava, por más que me guste mi texto creo que no pasa si lo hago yo. En “Algo de un Tal Shakespeare” siempre supimos que lo íbamos a hacer esa compañera y yo, porque desde la propuesta estilística de la obra era ‘vamos a juntar nuestras maneras de actuar’. Pero en este caso, que empiezo a hablar con Silvia y todo, en cuanto empezamos a definir el personaje masculino sabía que no era yo. No tengo ningún problema en ese sentido, yo soy actor y lo que me encanta es actuar, pero también creo que soy lo suficientemente sensible como para saber cuáles historias tengo que actuar y cuáles simplemente me pide estar detrás, con otras personas, empujando a otras personas”.
Y empujar fue lo que hizo. “Donde los Mundos Colapsan” fue un texto en constante cambio que supuso un gran reto emocional para Navarro. Ella tenía desde 2015 que no hacía teatro, tras participar en “Mi Corazón es Tuyo” y el encuentro con Adrián la llevó a regresar. “Empecé a ver teatro acabando mi último proyecto de televisión y me di cuenta que el teatro está sensacional en México”, explica la actriz. “Estamos en una súper etapa de teatro, tenemos de todo, desde las grandes producciones musicales, hasta lo más cercano, entrañable, menos recursos, más historias, más sentimientos, más emociones, grandes actores, súper escenógrafos. Creo que es el momento perfecto, entonces empecé a ver un poco de todo y me encontré con Adrián Vázquez, el cual iba a ser mi director desde antes para un proyecto que planeamos para el próximo año. Empecé a ver su trabajo y me empecé a enamorar, le dije ‘yo quiero trabajar contigo, como tú, quiero ser como tus actrices, quiero aprender lo que ellas hacen’”.
Como los personajes protagonistas, todo se dio gracias al destino. “Creo que la primera pauta surge de haber conocido a Silvia Navarro”, corrobora Adrián. “Habernos encontrado en un punto que casi resulta una casualidad, un momento fortuito, pero de alguna manera mágico. Nos encontramos, vemos que tenemos muchas cosas en común y a partir de ahí comienzo a contarle la historia de estas dos personas que el destino los une”. Pero ya en la ficción, el destino está más en manos de su director, porque el teatro es un arte vivo que está en constante cambio. Basta con preguntarle a Silvia si trabajar con Adrián era como se lo había imaginado: “¡No! No está tan fácil (risas). Todo es al revés a como yo estoy acostumbrada a trabajar, hay un texto, hay líneas y aquí todo se está creando todo el tiempo. Incluso ya cuando está, te lo cambia”.
Su director asegura que así tiene que ser: “La historia la hemos ido descubriendo, más que pensar. Hay algunas pautas de la historia que sí están preconcebidas, pero la pasión, la carne, lo que habita en los personajes, lo hemos ido redescubriendo”.
CONTRADICCIONES VITALES
Para Vázquez, el teatro no es ninguna ciencia exacta. “Si tuviéramos toda la certeza, esto sería una ciencia y entonces no tendríamos más que establecer una receta. Y creo que no, lo grato de hacer teatro es que es vivo y siempre tiene que estar vibrando y siempre tendremos la incertidumbre de ¿lo habremos hecho bien?”, cuenta, refiriéndose un poco a la ansiedad previa al estreno de cualquier obra. Así es la vida también y es por eso que “Donde los Mundos Colapsan” es una tragicomedia que incluye una mezcla de tonalidades. “Creo que tiene que ver con la misma vida. No tenemos en la vida momentos que sean completos, que sean tragedia completa, que sean total felicidad. Encontramos, creo yo, en la ironía, esta parte agridulce de la vida, que nos resulta atractiva de vivirla”, explica el director. Navarro coincide y habla con pasión de este trabajo el cual asegura que muestra “la vida como es: cruda, mágica, de dónde te vas a agarrar y hacia dónde vas a ir, con tiempos que van avanzando en la historia real por terremotos, huracanes, volcanes, etc”.
Esa visión es precisamente lo que la enamoró del trabajo de su ahora director. “Cuenta cosas de la vida”, dice la actriz. “Las vidas son muy importantes, a veces nosotros creemos que somos insignificantes, que lo que nos pasó no importa y no es cierto. Importa tanto que te ha hecho el ser humano que eres hoy y el que serás más adelante. Todas las cosas sirven para algo, esas pequeñas cosas que le dan importancia a todo lo demás, me pareció sensacional. Cuenta cosas temporales también muy crudas y eso me gusta, la rudeza de cómo llega hasta allá, no te la esperas, es como muy sorpresivo. Pero también es muy lindo reírte con él y jugar. Me parece un hombre camaleónico, me parece un hombre tocado por Dios, porque puede escribir, puede actuar, puede dirigir y lo hace perfectamente bien”.
Vázquez no tiene más que halagos también para ella, quien en sus habilidades histriónicas termina por ser un conjunto emocional similar al que busca transmitir en su obra. “Es una persona muy apasionada, muy entregada, propositiva, creativa”, afirma. “Es esta contradicción, por un lado, ver a un adulto que es totalmente propositivo, creativo, dueño de su vida y su destino y, de pronto, en la escena, encontrar, al momento de intentar pasar información o discurso, a una niña que es como una esponja, que quiere asimilar todo, descubrir con esta hambre de conocimiento. Es muy grato encontrar actores así, que sean un monstruo, una bestia a la hora de interpretar y al mismo tiempo totalmente inocentes, de no saber qué sigue, no saber qué va a pasar”.
Eso es algo que ambos comparten, al dedicarse a la misma profesión, llevan esta locura en sus venas. Ambos hablan como poseídos por una fuerza extraña de este proyecto, casi eufóricos. Le tienen un cariño intenso, como si de un ser vivo se tratara. “Lo que nos ayuda es la pasión que tenemos por hacer teatro, por la actuación, por el habitar momentos”, explica Adrián, al preguntársele cómo complementa sus habilidades en escena con las que tiene que usar detrás. “Yo no soy un autor que se siente frente a una computadora y le surja toda la historia, prácticamente antes de escribirla yo la estoy corroborando en el espacio como actor, tratando de pensar cómo lo diría, quién lo diría, de qué manera, qué tono. Cuando lo logro decir, entonces lo escribo. Digamos que no sé si me facilita o me complica, porque tengo que estar activo todo el tiempo que estoy escribiendo, físicamente, pero pues me agrada”.
El gusto de Silvia es el mismo y no duda al afirmar que ser actriz era su destino. “Que me paguen por permitirle a mi cabeza enloquecer y enloquecer con permiso y no pasa nada, no tiene precio”, cuenta. “Imagínate si no fuera actriz e imaginara todas las cosas que imagino, estaría en el psiquiátrico. Que me den la oportunidad de hacer catarsis con ciertas cosas y que me haga crecer mis propios pensamientos y lo que veo por los personajes, me encanta. Me da seguridad, economía y compartir con gente este tipo de cosas. Actuar me permitió que mi locura encajara en el mundo”.