Siguen migrantes durmiendo a la intemperie en calles de Saltillo

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Siguen migrantes durmiendo a la intemperie en calles de Saltillo

Campamento. Los centroamericanos sobreviven con el apoyo que reciben de la ciudadanía. Héctor García
Hambre, frío y sed, además de otras carencias, padecen los centroamericanos varados afuera de la Casa del Migrante

El frío, inseguridad, incertidumbre y hambre es la forma en que decenas de migrantes que llegan a la ciudad padecen las secuelas del COVID-19, sin haber sido contagiados.

“En realidad huímos del COVID, a mí no me ha pegado, pero si ya vivíamos en crisis, ahora es peor”, dijo José Castro, de 18 años, quien tres meses atrás salió de El Progreso, Honduras, con tres “mudas” en su mochila y el par de zapatos que trae puestos.

Aunque sabía que “una parada segura de descanso y alimento” era la Casa del Migrante en Saltillo, el virus también lo alcanzó tras kilómetros recorridos desde su país de origen, por los efectos que causa y hunde de nuevo en la necesidad a los migrantes que hasta ahora se habían librado de padecerlo en su país.

Cerrar las puertas de la Casa del Migrante tras un segundo brote de coronavirus, resultó truncar el respiro y alivio que esperaban durante su traslado a Estados Unidos.

Solidarios. Algunos saltillenses han compartido el pan y la sal con los migrantes que pasan las noches a la intemperie con temperaturas que llegan a los cero grados. HÉCTOR GARCÍA

El plato de sopa, cobijo y refugio que decenas de centroamericanos recibían al llegar a la posada de Belén se convirtió en una banqueta fría y la espera de bienhechores que ofrezcan alimentos.

Aunque algunos migrantes tienen la intención de trabajar, aseguran que no hay oportunidad al no contar con una residencia legal, convirtiendo el pedir en la calle un taco o moneda, su única opción.

Ni José, de 20, ni Elías Pérez, de 26 años, habían emprendido este viaje antes; “con los ojos cerrados y a su suerte”, aseguran que continuarán su camino en unos días.

Mientras que ahora toman un descanso entre los cobertores que otros migrantes, ya instalados en las afueras del albergue, les compartieron. 

“Dejamos la casa y la familia por hambre, porque no queremos tener más hambre, queremos trabajar y ganar billete, no ser vagabundos ni maleantes”, expresaron los amigos de viaje a su paso por Saltillo.

Queremos trabajar y ganar billete, no ser vagabundos ni maleantes”.
Elías Pérez, hondureño.

Hasta el momento suman casi tres meses de viaje, frío, llanto, desesperación y en algunas ocasiones arrepentimiento de partir, pero en fechas como la de Navidad, donde los saltillenses han ofrecido pan, leche y pavo de su cena, les reconforta la idea de que su camino será bendecido por personas bondadosas.

Hasta el momento la petición hacia las autoridades para habilitar un espacio donde puedan alojarse ha sido ignorada bajo la justificación de que se encuentran al límite de su capacidad, adicional a la disposición de no aceptar un número mayor a dos migrantes en cada albergue.

Luego de que VANGUARDIA dio a conocer el campamento improvisado que los migrantes montaron a las afueras de la Casa del Migrante, la ciudadanía se ha solidarizado con los peregrinos que permanecen en la vía pública, al llevarles comida, bebidas, cobijas y ropa, aún después de las fiestas decembrinas.