Sigamos juntos con Manolo

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Sigamos juntos con Manolo

Hay pocos alcaldes en la geografía nacional con quienes la población de sus municipios desea seguir conviviendo como sus gobernados. Manolo Jiménez es uno de ellos, su alto nivel de aprobación, arriba del 90 por ciento, lo convierten en uno de los presidentes municipales con más aceptación en todo México, apoyo ciudadano que garantiza su nueva elección como alcalde de Saltillo el próximo 1 de julio.

Saltillo ha sido calificada como la segunda ciudad más favorable para vivir, después de Mérida y seguido de Aguascalientes. Esto es resultado de un Gobierno municipal menos burocrático, más ciudadano, más honesto, sin la amenaza recaudatoria de las “fotomultas”, más dinámico, dada la juventud de su alcalde, con más seguridad y más incluyente.

Y tan incluyente es nuestro alcalde que nos ha invitado a sus foros de consulta, a la inauguración de sus programas y al arranque de sus campañas y así es natural convertirse en panegirista de su gobierno, es fácil contagiarse de su entusiasmo, en este país donde a diario suceden calamidades lamentables, aquí las cosas son muy diferentes.

¿Y qué panegírico podríamos hacer hoy del alcalde Manolo Jiménez y su gestión municipal? Pues basta destacar que su preocupación por el medio ambiente lo ha llevado a conformar la Brigada Forestal del Ayuntamiento y la Policía Ambiental Municipal, instancias que ya demostraron su efectividad en el pasado incendio forestal en la Sierra de Zapalinamé, con muy buenos resultados.

Y bien cabe una anécdota al respecto. Fue en Parras de la Fuente donde hace muchos años conocimos al primer brigadista forestal de la región. Se trata de don Antonio Dávila Rodríguez quien, allá por los años 60 del siglo pasado, cuando se detectaba un incendio en la Sierra de Parras, Toño Dávila dejaba el trabajo en el abarrote de su padre, organizaba gente y acudía presuroso a sofocar el siniestro.

Pocos recuerdan y menos reconocen el esfuerzo, el altruismo, la preocupación ambiental de este personaje que actuaba voluntariamente.

Algo muy loable de un joven sin estudios profesionales, pero con una vocación ambiental que entonces era inexistente. Porque aún conmueve leer a Fernando Benítez en “Los primeros mexicanos”: “El mexicano puede ver, sin inmutarse, como arde un bosque. Es capaz de presenciar una destrucción sin decir palabra alguna. Sabe que el monte quemado y la tala y la devastación obedecen a un sistema de despotismo, a intereses superiores e intocables”.

Hoy ya no es así, hay más atención, más conciencia, más comprensión. Por eso reconocemos el instinto natural de Toño Dávila y, en el mismo tenor, el interés de Manolo Jiménez Salinas por el medio ambiente, la protección forestal y animal, una vocación que heredó de sus ascendientes agrónomos y que, seguramente, Manolo inculcará en sus hijos, asunto que bien merece un panegírico. No sólo para él, sino para todos los hombres y mujeres que fueron a sofocar el incendio en la Sierra de Zapalinamé, héroes anónimos.

Este es sólo uno de los motivos por los que debemos seguir juntos con Manolo, por el bien de Saltillo.