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Siempre nos quedará París
“Durante la Segunda Guerra Mundial, en la sometida Europa, muchos ojos miraron con esperanza o desesperadamente hacia las Américas”. Así inicia “Casablanca”, película dirigida por Michael Curtiz y protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. Se dice que el libreto llegó a los estudios de la Warner Brothers justo un día después del ataque a Pearl Harbor y que se exhibió por primera vez un día como hoy.
La cinta ganó tres premios Óscar (guion, director y película), se sitúa en la Segunda Guerra Mundial, cuando, Europa ocupada por los nazis, provocó que miles de personas intentaran huir hacia América. En Francia, la única posible salida era la vía de París a Marsella, para luego continuar a Orán y de ahí cruzar hacia Casablanca, desde donde se podía tomar un avión hacia Lisboa y de ahí hacia el nuevo mundo. Sin embargo, para poder dejar Casablanca, se necesitaban salvoconductos y muchas personas “aguardaban, aguardaban y aguardaban” para conseguirlos.
Ubicada en el entonces Marruecos francés, “Casablanca” es un puerto en donde Richard Blaine está exiliado como consecuencia de la invasión nazi a París. Amargado, con el corazón roto y un pasado lleno de altibajos, dirige un club nocturno que era una encrucijada de espías, traidores, nazis y la Resistencia francesa. Un punto de reunión para los refugiados que intentaban comprar visas en el mercado negro para huir hacia la libertad.
En el Café Rick´s, el protagonista se mueve con facilidad en un mundo corrupto y cínico, en algún momento le pregunta el alemán Strasser: “¿Cuál es tu nacionalidad?”. Y él responde: “La del alcohol”. Su código personal: “No me arriesgo a nadie”.
Pero un buen día, la vida, apacible y monótona de Rick se ve perturbada ante la llegada de Ilsa Lund (Ingrid Bergman) y su esposo, Víctor Laszlo, líder de la resistencia francesa. Ambos llegan buscando documentos de salida para poder seguir su lucha en contra del nazismo desde el exilio. En ese contexto, Ugarte, un ladrón local, ha robado un par de salvoconductos, pero antes de ser detenido por la Policía los entrega a Rick quien los esconde.
Laszlo jamás imaginó que por años en París, Ilsa había sostenido con Rick un breve pero intenso romance para luego abandonarlo y dejarlo esperando bajo la lluvia parisina en una estación de tren con sus boletos hacia la libertad temporal de “Casablanca”. Ahora Ilsa está con Laszlo y los tres están en una situación explosiva: Rick tiene los salvoconductos que salvarían a Ilsa y Laszlo.
La afición familiar por la película Casablanca, nos llegó por intermediación de Rosy Dávila, una querida amiga que allá por el lejano año de 1983 dirigía los destinos del primer Videocentro que operó en aquel Saltillo en donde la calle de Allende aún corría en el sentido sur a norte. Rosy, amablemente nos regaló una copia en formato que hoy sólo se puede encontrar en los museos: el Beta. Desde entonces inició nuestra pasión por este filme hasta el punto de conocer de memoria sus diálogos, considerados como memorables y que hoy forman parte de la historia del cine: “Tócala de nuevo Sam” se refería a la canción “El tiempo pasa” y otras frases como “De todos los lugares sucios de este mundo, ella viene al mío”.
Hace poco la volví a ver y me convencí de que el cine en blanco y negro no ha envejecido como lo hace el de color. Y es que, para muchos, “Casablanca”, una película llena de personajes cínicos, donde algunos mienten, algunos matan, pero al final todos se redimen. La historia de amor más grande jamás contada, el relato de amor imposible, en silencio, inaccesible, de un sueño que jamás se podrá realizar, porque el amor cede paso al honor, al deber y al sacrificio, todo con un propósito superior: la gran causa de derrotar a los nazis.
Al final, Rick entrega los salvoconductos y permite que Laszlo e Ilsa viajen juntos y un momento antes de partir, en el aeropuerto de Casablanca, listo el avión para volar hacia Lisboa, Rick e Ilsa se despiden preguntándose si su amor hubiera podido florecer en un mundo caótico. Ilsa pregunta entonces a Rick si la recordará siempre, ella recibe por respuesta una que es digna de lo que para muchos es la mejor película de todos los tiempos: “Siempre nos quedará París”.