En tandas de 10, el grupo único de sexto desfiló en pos de su certificado. No hubo lágrimas, se las guardaron para cuando pase la pandemia. No hubo sonrisas; un cubrebocas impedía expresar el sentimiento cumplir el sueño de graduarse.

Con un protocolo seguido “religiosamente” por parte del personal docente, la Primaria Federico Berrueto Ramón, ubicada en la colonia Nueva Jerusalem no vistió sus mejores galas, como podría suponerse, más bien se adaptó a los tiempos de COVID-19 que vivimos.

Luego de obtener el permiso de la Secretaría de Educación, era preciso realizar el evento lo más emotivo posible, o más bien lo que permitían las circunstancias, pero antes tenían que lidiar con las indicaciones: cubrebocas y guantes. Nada de saludo de mano.

Por su parte, los docentes no podían estar sin su respectiva indumentaria que incluía la careta. Por supuesto, la sana distancia tenía que observarse en ese plantel del sur de la ciudad.

Exagerado parecía tanta precaución, “incómodo”, expresó un maestro, quien con la frente sudada pero con el deber cumplido se congratulaba de dar fin a un ciclo nada ordinario; extraño.

Con unos obsequios y un quequito les decía adiós a sus pupilos. Todo un esfuerzo personal y en equipo.

La pandemia, que desde el año pasado lleva cambiando la historia del mundo para siempre, a mediados de marzo ordenó la suspensión de clases presenciales. Los niños fueron separados de sus cuates y ayer no se pudieron ver todos, pues la entrega de papelería de fin de curso se realizó en tres partes.

Entonces no hubo convivencia, apenas cruzaron palabra mientras a sus madres las llamaban para hacer cuentas, unos minutos para recordar momentos… seis años resumidos en cinco minutos para luego pasar a recibir sus documentos.

Ayer fue la culminación y quién sabe si se volverá a la “normalidad”, pero sin duda podría llamarse la “Generación COVD-19”, en donde verán en las fotos su boca y nariz cubiertas, así como las manos pero hasta eso forma parte del recuerdo.