'Si el gobierno no puede brindar seguridad, tendría que dimitir': Guillermo Fadanelli

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'Si el gobierno no puede brindar seguridad, tendría que dimitir': Guillermo Fadanelli

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El autor de ‘Educar a los Topos’ habló con VANGUARDIA sobre la situación del país a poco tiempo de elegir un nuevo presidente

‘Estamos en el Restaurant Bar Nuevo Léon, en la colonia Condesa, donde Guillermo Fadanelli, antes que nada, pide un anís más seco que dulce. El año pasado publicó “El Billar de los Suizos: Memorias Atendidas”, un libro de crónicas de viajes que realizó en el pasado, vagando por diversos países, “estaciones de un tren que ya no posee un destino”, se lee en la introducción. Le traen su anís y nos ponemos a platicar, pero no hablamos de su libro, sino de la situación actual de México. El propósito de la entrevista es hacerlo enojar por las injusticias del país, de esta sociedad terrible en la que le tocó vivir. No parece darle importancia, toma su pesimismo con humor: “un viejo como yo ya lo que quiere es enojarse, para ver si así le da un infarto y así habita un mundo mejor”.

Pesimista como es, dice que se arrepiente de haber nacido, en consecuencia, de todo lo que vino después, incluso ser escritor, autor de novelas como “Lodo” (2002) y “Educar a los Topos” (2006). Pero de lo que más se arrepiente es de haber nacido en una sociedad “estúpida y criminal”. “Al final de cuentas soy consecuencia de una época o de un siglo de genocidios y de muertes injustas y terribles”, dice.

Dices que te hubiera gustado haber nacido “en sociedades más civilizadas y menos criminales” ¿Te refieres al mundo en general o a México en particular?
“Me refiero a ambas cosas. Un país donde el crimen impune se ha sobrepuesto a la impartición de justicia y la Federación —o el pacto entre Estados— se ha resquebrajado; donde los partidos políticos no poseen ya casi ninguna credibilidad y el ciudadano es desconfiado a priori y se advierte en su actitud una alta dosis de rencor hacia los otros; un país en el que las instituciones muestran grandes fisuras (la inequidad económica atormenta y deteriora la vida cotidiana); un país en el que los grandes monopolios de la comunicación suplantan a las instituciones educativas propias del Estado o del pacto común, no puede sino representar un escenario terrible y nocivo para la comunidad que lo habita. Por lo tanto, también aludo a este país sin tener clara conciencia de cómo podríamos definirlo positivamente en términos civiles de bienestar o convivencia. ¿Tenemos un país? Yo creo que no”.   

¿Cómo se debería gobernar México?
“Para gobernar un país que a causa de su geografía y de su complejidad cultural resulta casi ingobernable, requieres primeramente conocerlo. Si una característica han tenido los últimos presidentes en México es la ausencia de conocimiento de su país. Lo conocen en las universidades de Estados Unidos, a partir del bienestar elitista de su familia, desde su posición privilegiada, pero no lo caminan ni lo conocen, no lo han vivido. Este país ha sido la mala teoría de varios ex-presidentes. Es natural: dado que no conocen México y no están al tanto de su complejidad lo imaginan como una extensión del jardín de su casa. No tienen vergüenza, tendrían que estar haciendo labores de servidumbre pública, no tratando de gobernar”.

En el sexenio de Peña Nieto fueron asesinados al menos 45 periodistas. 
“Si un Estado no es capaz de brindar seguridad a sus ciudadanos, ha fracasado. El asesinato de periodistas es muestra evidente de este fracaso. Más una agravante: el periodista es voz pública y, por lo tanto, no solamente asesinas a una persona, también acabas con la posibilidad de una voz disidente. Eso es dictadura o Estado enfermo y carente de instituciones públicas de seguridad nacional. Si el gobierno no puede representar al Estado y brindar a los ciudadanos seguridad para caminar en las calles y ejercer su trabajo, tendría que dimitir. Después de los asesinatos en Ayotzinapa o Tlatlaya ningún gobierno tendría que continuar gobernando”.

En Coahuila se manifestaron contra el reciente triunfo del PRI a la gubernatura.  ¿Crees que ya se está tomando más conciencia por parte de la población?
“Hay hartazgo, no sé si conciencia. Se ha llevado a la población al agotamiento psicológico, civil y económico. Ya no tenemos gobernadores, sino dinastías. A mí me parece idóneo y deseable que las personas se organicen, aunque sean dos o tres individuos que expresen su opinión públicamente y conversen antes de reunirse arbitrariamente para linchar o denostar a causa de un rencor inmemorial. Que hagan valer su voz contra todas las familias de políticos y gobernantes que han hecho de la corrupción, el crimen y el cinismo un asunto de todos los días. Lo de Coahuila es escandaloso, parece que la Federación o la supuesta autonomía de los Estados redundó, más bien, en una nueva Edad Media mexicana, en un feudalismo en el que cada Estado o feudo se halla regido por un reyezuelo y un congreso local que le es totalmente afín y que se encuentra postrado a sus pies”.

¿Qué podemos esperar de estas elecciones presidenciales?
“Mira, yo soy un desencantado y un pesimista rotundo. Sin embargo, creo que es la última oportunidad para que las personas más o menos pensantes o que poseen cierta dignidad civil o ánimo rebelde intenten dar la vuelta al estado de cosas que los agobian en la actualidad. No son las alianzas entre los partidos las que van a dar a este país una certeza civil o de justicia: se trata de llevar a cabo un cambio absoluto en la construcción de las estructuras políticas del Estado. No va a pasar nada, a no ser que haya un cambio radical entre los actores políticos y en la conciencia pública. Un cambio radical, no vía ninguna revolución armada, sino a partir de cambios conceptuales sencillos o de miradas distintas respecto a la política y el mundo: ciudadanos apoyados en consejos públicos y de expertos, por ejemplo. Tal es una utopía y no podría dar un pronóstico exacto”.

¿Cuál es la mejor manera para sobrellevar esta sociedad ‘estúpida y criminal’?
“Rescatando al individuo. Edificar una utopía personal, desarrollar, a partir de la libertad que toda democracia debe brindarte, tus propias habilidades y construir un mundo íntimo y personal. Al mismo tiempo uno debe pelear por el progreso del vecino, por un aumento del bienestar público. Porque incluso el más pobre debe vivir dignamente y tener acceso a los bienes de la civilización. Sin embargo, soy malo para dar consejos, ¿quién soy yo para dar consejos? No soy un mesías, ni un político o un experto; soy un escritor que escribe ficciones, ensayos y que tiene opiniones políticas porque vive dentro de una polis y se ve afectado por ella. Tal como veo las cosas, creo que las personas podrían —si no han sido reclutadas por los medios visuales y las redes— construir al individuo a partir de la lectura, la crítica, la reflexión, el conocimiento: la duda como un método y también como vehículo de la rebeldía. Si la democracia fracasa, ¿entonces a dónde vamos? No hay dirección ni horizonte habitable para el futuro y, sin embargo, tenemos que seguir viviendo”.