“Ser finito, ser eterno”

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“Ser finito, ser eterno”

Foto: Esmirna barrera

Carlos  R. Gutierrez Aguilar
Colaboración para el lunes 13 de mayo 2019
Programa Emprendedor Tec de Monterrey Campus Saltillo

 

Este día para el mundo católico es muy significativo. En 1917, en una localidad portuguesa llamada Fátima, la Virgen María se apareció a los pastorcitos Lucía, Francisco y Jacinta.

Luego, el 13 de mayo de 1981 el entonces papa Juan Pablo II, fue herido gravemente por el turco Alí Agca, según el Papa “una mano materna” desvió la bala mortal.

La película
A propósito de este día relacionado con la iglesia católica, he visto una película llamada “La séptima morada” que narra la vida de Edith Stein, mujer fuera de serie que decidió buscar la verdad misma que, bajo una contundente lógica, la encontró.

Edith tuvo un fuerte acercamiento a las ideas de santa Teresa de Ávila las que marcaron su vida y luego su conversión, por lo que el título de esta película habla de la última morada que refiere esta santa, e indica, contemporáneamente, el martirio de Edith en la cámara de gas.

Desde el punto de vista filosófico tres preguntas colmaron su búsqueda: ¿qué es el hombre? ¿Cuál es su fundamento? ¿Dónde está su unidad y el sentido de su existencia? A partir de ellas Edith ya no solo busca la verdad, sino empieza a vivirla, dejándose conducir por Dios.

Es una de las grandes mujeres del siglo pasado, pues no solo irradió con sus propuestas a la filosofía moderna sino, adicionalmente, iluminó al catolicismo. Su testimonio también muestra la inseparabilidad entre el judaísmo, el catolicismo y el valor del sufrimiento.

 

Mujer filósofa
Edith Stein, mujer judía, mujer conversa del siglo XX, filósofa, monja, mártir y víctima del exterminio judío, a quien hoy también se le conoce como Santa Benedicta de la Cruz, santa patrona de Europa, desde haber sido canonizada por Juan Pablo II.

Indudablemente, Stein habría sido la filósofa más notable del siglo XX, si no se hubiera retirado al convento, a la obediencia total.

 

Valor total
Edith nació en la ciudad alemana de Breslavia (hoy Wrocław, Polonia, en alemán, Breslau) en el seno de una humilde familia judía.

Fue una mujer determinada, de incansable tenacidad y una alta autoestima que le proporcionaba una evidente seguridad en sí misma.

Mujer cien por ciento racionalista y atea, pero también generosa, como lo demuestra el servicio que brindo a sus semejantes desde las filas de la Cruz Roja, en donde se enlisto como enfermera en primera guerra mundial.

En 1915 recibió la medalla "al valor", lo que habla de su entrega total, y ¿cómo no iba a ser así?, si en sus propias palabras descubrimos la grandeza de su arrojo: “ahora mi vida no me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los que están en las trincheras tienen que sufrir calamidades, ¿porqué he de ser yo una privilegiada?"  

Fue apreciada por su valor y su carácter amable, repleto de paz, silencio, servicio y dominio de sí misma.

Esta fue una época en la que Edith ignoraba el significado de la gracia de Dios y el sentido de la trascendencia; sin embargo, ante la acción por el bien común, trascendía con sus semejantes.

 

Grande entre los grandes
En la universidad de Gottiengen fue seleccionada por el gran filosofo Edmund Husserl, creador del método que llamó fenomenológico, antes que a Martín Heidegger (uno de los filósofos más notable del siglo pasado) para ser su asistente de cátedra.

Como mujer de la segunda década del siglo XX, esto representó un impresionante logro. Edith se tituló en Filosofía, en la Universidad de Friburgo, obteniendo la calificación de "summa cum laude".

 

La verdad
Al concluir la guerra, Edith prosiguió con sus estudios universitarios, pero una irremediable herida se había abierto en su corazón: el testimonio de valentía de muchos cristianos durante guerra comenzó a socavar en ella su hasta entonces radical ateísmo. Dudas profundas empezaron a intimidar su implacable lógica. Así renació su insaciable apetito por la búsqueda de la verdad.

Fueron precisamente los diálogos que sostuvo con el filósofo Max Scheller - que paradójicamente se había alejado de la iglesia -, y la lectura de la vida de Santa Teresa de Jesús, lo que, por fin, terminaron completando su conversión al catolicismo. Se sabe que al terminar de leer -en una sola noche - la autobiografía de Teresa, exclamó: “esta es la verdad".

“Edith Stein voluntariamente había dado el gran paso que marca la vida de una mujer y la hace descubrir el verdadero motivo y sentido de su existencia. A partir de ese momento empezó su incansable estudio por la doctrina católica y el 1 de enero de 1922, recibió el bautismo. Su encuentro con la verdad fue el fruto de una larga y difícil búsqueda, premiada por sus esfuerzos y su constancia”, no fue en ningún momento una conversión al estilo de San Pablo, sino a nivel de un profundo raciocinio.

 

Encuentros
Un acontecimiento también contribuyó a su conversión, me refiero a la muerte del joven filósofo Adolfo Reinach y al encuentro que de ello se derivó: Edith, al encontrase con la viuda del filosofo, experimentó un contacto directo con la esencia de la verdad, pues al dar el pésame a la joven viuda, se preguntaba, ¿qué voy a decirle a está pobre y abatida mujer? Entonces, la fortaleza espiritual y la fe que vio en esa mujer la dejo totalmente impresionada.

  Luego de esta experiencia escribe: "este fue mi primer encuentro con la cruz y con la divina virtud que ella infunde a los que la llevan. Entonces vi por primera vez y palpablemente ante mí, en su victoria sobre el aguijón de la muerte, a la Iglesia nacida de la pasión del Redentor. Fue el momento en que mi incredulidad se desplomó y Cristo irradió, Cristo en el misterio de la cruz".  Así encontró el verdadero sentido de la vida y del servicio, no radicado en el puro humanismo, sino en el descubrimiento de lo eterno.

 

Crisis
Edith quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa crisis insondables. Trance en la que su voluntad se resiste, pero finalmente encuentra el poder de la gracia de Dios.

Ella escribe: "hay un estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente al "destino". Edith ha descubierto la verdad y se entrega a ella sin miramientos. Luego, al estudiar a Santo Tomás de Aquino, comprendió que era posible que la actividad científica se convirtiera en su verdadero apostolado.

 

Luego…
Estando en oración en el convento, el 2 de agosto de 1942, es arrestada por la Gestapo,  luego fue asesinada en la cámara de gases de Auschwitz el 9 de agosto de 1942, ofreciéndose como holocausto para la salvación de las almas y con la oración de un Padre Nuestro en los labios. Su cuerpo fue enterrado en una fosa común.

 

Sabiduría
De sus pensamientos podemos aprender que la bondad en el corazón va antes que la sabiduría y el conocimiento, también permiten comprender que todo lo que hoy hacemos, lo hacemos para siempre.

Es esta apasionada mujer, con su iluminador pensamiento, invita a comprender las palabras que a ella la indujeron a convertirse al catolicismo: “somos seres finitos, pero también seres eternos”, pensamiento que invita a centrarnos en lo verdaderamente esencial, en comprender que lo fundamental se encuentra en lo que somos, no en lo material y lo que hay que hacer por los demás.

Es cierto: La verdad y la trascendencia se descubren cuando anclamos nuestro ser en lo eterno. 

Sin duda: ¡Ser eternos! cgutierrez@tec.mx