Ser Feliz
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Ser Feliz
El polaco de origen judío Zygmunt Bauman (1925-2017), autor del debatido ensayo “Modernidad líquida” (2000), publicó en el año 2009 un libro –“El arte de la vida o De la vida como obra de arte”- que se ocupa de uno de los temas largamente comentados y estudiados por filósofos, pensadores y otros intelectuales: la felicidad entre los seres humanos.
El libro recuerda, en algún sentido, aquel ensayo que Octavio Paz escribiera sobre el amor y el erotismo, “La llama doble”, a una edad un tanto avanzada… Acaso sea la senectud la etapa durante la cual ciertos asuntos pueden ser vistos con menos prisa, menos frenesí y más serenidad. Digo “senectud” sin hacer uso de eufemismos. ¿Para qué disfrazar con ellos -la “tercera edad”…- a la vejez?
Bauman, por supuesto, no ofrece ninguna respuesta a la pregunta que nos hemos hecho siempre: ¿qué cábalas es eso de la felicidad? Pasa revista, no obstante, a una serie de temas adyacentes, de ideas y de autores que siguen siendo actuales aunque los consideremos habitantes de un “panteón clásico” o no tan clásico.
Evidentemente ninguno de ellos tiene una respuesta definitiva: ni Platón, ni Séneca, ni, Pascal, ni Scheler, ni Nietzsche, ni Lévinas… Todos hablan de la felicidad y cada uno sugiere esto o aquello para alcanzarla mantenerla, pero nada es seguro: ante la felicidad nada lo es, especialmente si atendemos a la propia idea de “modernidad líquida” que Bauman esboza en sus otros ensayos.
¿La felicidad tiene que ver con el erotismo? ¿Con las riquezas? ¿Con el poder político? ¿Con la hermosura carnal? No. Todo eso es, al fin y al cabo, pasajero. El placer de la carne es sabroso, quizá, pero la vida es tan breve que pasa demasiado rápido, y a veces, más parece algo hecho para ser rememorado después de sucedido…
“Los placeres sensuales –escribe Séneca, para sorpresa de nuestra actualidad-: se enfrían en el momento en que hierven con el máximo calor. El volumen del placer sexual no es grande y por ello se llena rápidamente, el placer se vuelve excesivo y la animación original se convierte en aburrimiento y hastío.”
La riqueza, el poder y la hermosura también son fugaces, sobre todo cuando se dilapidan. ¿Dónde o en qué radica, pues, la felicidad o la esperanza de ella? Los filósofos han pensado que ese anhelo –o ese estado- descansan en rasgos intangibles como la virtud, la honradez, la bondad, la justicia, la templanza, la continencia…
Sin embargo, en cualquier momento de la historia todos esos rasgos han sido soslayados por la ambición, la lujuria, la traición y otras pasiones. No hubo jamás una sociedad armoniosa y justa; no hubo jamás una sociedad feliz en el mundo. Además, pesa demasiada angustia sobre el género humano para albergar alguna esperanza de felicidad.
Bauman abre su libro con una Introducción y un Capítulo primero en los que reseña los lastres de la sociedad contemporánea: la globalización, la escandalosa inequidad social, el consumismo extravagante y otras calamidades. Y si pensamos en México, añadiríamos otras tantas, ya virtualmente endémicas.