Semanario: El muchacho que soñó con su muerte

Durante una noche de primavera, en una fiesta que lo hacía olvidar la asfixia de la pandemia, un golpe en la cabeza le arrebató la vida a Eduardo Ramirez. Él ya había soñado con su velorio, se había imaginado escenas como en una película. ¿Por qué un joven de 19 años pensaría tanto en morir?

Todos en la colonia Pedregal, en Cuatrociénegas, dicen lo mismo: que cuando estaba vivo, Eduardo Antonio Rodríguez Herrera tenía sueños.

Los vecinos lo apodaban Harry Potter por los espejuelos cristalinos, su cabeza como ovalo, sus cabellos negros, lacios y revueltos, y su cuerpo flaco y espigado. Como si J. K. Rowling se hubiera inspirado en él para diseñar al mago más famoso del mundo.

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Ilustración: Edgardo Barrera