SEMANARIO | Deportistas adaptados para triunfar: Transformers juguetea con la vida como lo hace con el balón, sonriendo

Que el buen ánimo es el primer paso para ganar una batalla lo ejemplifica mejor que nadie este equipo de jugadores
Los miembros del equipo son personas productivas, dedican su tiempo a trabajar y entrenarse. Fotos: JESÚS PEÑA

TEXTO Y FOTOS: JESÚS PEÑA

Ricardo Esparza, mejor conocido entre sus compañeros del equipo de basquetbol en silla de ruedas como “El señor Cara de Papa”, se saca la prótesis del ojo derecho, como si nada, como si tal cosa, y se la vuelve a meter, como si nada, como si tal cosa. Fue, me platica, que unos pandilleros lo apañaron y le poncharon el ojo.

Ricardo me dice que le hable del otro lado porque con la oreja izquierda no oye, fue que de niño se le reventaban muy seguido los oídos y en una de esas se le desoldó el tímpano del martillo, o algo así, dice, y quedó sordo de la oreja izquierda.

Y Ricardo, está sentado en su silla de ruedas de competencia, me enseña la prótesis de la pierna derecha, la que perdió tras un accidente de moto hace 21 años. Un carro se pasó el alto y ¡pum!, le hizo picadillo el pie con la defensa. Ricardo salió volando y se estrelló contra una barda. “Ahí ya fue más difícil: un oído, el ojo, el pie, ya hay que pararle, ¿verdad?”, dice Ricardo y se ríe con una risa que parece brotarle del estómago. Ricardo habla sin un gesto de rencor y en su voz no hay amargura.

Luego confiesa que él mismo fue quien se colgó el apodo de “El Señor Cara de Papa”, porque “me desarmo todo, me quito el ojo, me quito la pierna…”, suelta y se ríe. Ricardo me pide que no se me olvide poner en la crónica que es Premio Estatal del Deporte Adaptado 2006, Premio Vanguardia 2007 y campeón de los Panamericanos 2011 en lanzamiento de jabalina.

Es además técnico en electrónica y tiene un negocio de publicidad. “A pesar de la edad que tengo, tengo buen brazo, lo puede confirmar el profe”.

Percances. Como Enrique, los jugadores superaron eventos traumáticos con mucho coraje. JESÚS PEÑA

TOMAR A BROMA LAS TRAGEDIAS

Más allá el profesor Marco Antonio Salazar Rodríguez, el preparador del equipo, me comenta que eso de los muchachos de burlarse de sus defectos, es un antídoto contra la depresión. Y más que un mecanismo de defensa es de sobrevivencia, en una sociedad que nunca se va a adaptar a ellos y a la que más bien ellos deben adaptarse.

“Se ríen de ellos mismos. Su discapacidad no los detiene para nada, esto es terapia, un relajarte. Los chavos se echan carro entre ellos mismos, es venir a tirar el estrés que traen del día, trabajos y casa.

Es relax, le tienes que ver el lado amable a la vida, no nos podemos amargar. Si traigo mi silla de ruedas y no hay un escalón, una rampa, tengo que buscar por dónde subir…Es una adaptación que tenemos que hacer”.

Es jueves como a las 2:30 de la tarde en la cancha del Gimnasio Municipal, donde los muchachos, eso de muchachos es un decir, del equipo Transformers de basquetbol en silla de ruedas, acostumbran reunirse para entrenar.

Mientras arman sus sillas deportivas chacotean, se lanzan insultos, jugando, se hacen bromas, recuerdan anécdotas picantes.

El más lenguaraz es Enrique Montes Iracheta, 52 años, lesión medular completa, fundador y dos veces campeón nacional canastero del conjunto. Su nueva vida comenzó una noche de cotorreo que, manejando alcoholizado en compañía de tres amigos de farra, se estrelló contra un muro de contención y en el preciso instante del impacto escuchó y sintió cómo su columna vertebral tronó.

De eso hace ya 20 años. Con espanto Enrique comprobó que no sentía ni podía mover su cuerpo de la cintura hacia abajo. Los doctores dijeron que Enrique ya no volvería a caminar. “Nos echábamos unas cervezas y desgraciadamente, pos bueno, aquí están las consecuencias.

Es una experiencia fuerte que desgraciadamente, me tocó a mí y aquí estamos”. Después de tres años de rehabilitación, Enrique, que ya tenía mujer y tres hijos, se puso a trabajar. “Me hice independiente de muchas cosas, y hasta ahorita, gracias a Dios, no dependemos de nada ni de nadie. Me puse las pilas y empecé a trabajar, inclusive manejo”.

Primero trabajó en una empresa de mensajería, hoy labora en la municipalidad como jardinero.

Tiene también una silla de pista y a veces participa en carreras, cuenta. Con frecuencia lo invitan a dar charlas en las preparatorias y aprovecha para hacer conciencia entre los chamacos sobre las consecuencias de combinar el alcohol con el volante.

BROMEAR PARA HACER LA VIDA MÁS HABITABLE

Enrique: “la mera pipí del equipo”, declara uno de sus compañeros. “¿Sí?”, pregunto. “Dice el güey, pero no…”, refuta el profesor Marco, luego rectifica, “es uno de los buenos del equipo, de los aguerridos, de los fundadores, que ha andado bien pegado, está al 100 por ciento siempre, al 110 por ciento este chavo”.

“Así con esa cara…”, dispara Armando, otro de los del equipo, como tratando de convencerme de que lo que dice el profe es verdad. Al tiempo que entrevisto grabadora en mano, capturo con mi cámara a los muchachos que ya se alistan para el calentamiento. Esta vez el profe Marco es quien tira la chanza.

“Estos son pareja, también lo puedes publicar”. Dice de Enrique Montes y de Armado Robledo, que ya se aprestan a entrar juntos a la cancha. Y Enrique le sigue la corriente: “sí también, ya tenemos tiempo de conocernos….” “

Están pensando en adoptar un niño”, el profe Marco vuelve agarrar el hilo de la guasa como si fuera un guión.

“Tenemos intimidad… Ah no, no se crea, está grabando…”, recula Enrique y se carcajea con una larga y sonora carcajada. En un intento por ponerlo serio le pregunto a Enrique que cómo fue que llegó a Transformers.

Unidos. El equipo de baloncesto adaptado es un ejemplo de tenacidad y carácter. JESÚS PEÑA

“Llegué por medio de un amigo. Yo estaba en mi casa encerrado, porque no quería que me vieran, no quería salir, se te cierra el mundo cuando te pasa una cosa de éstas. Fue un amigo a invitarme a participar y dije, ‘bueno, a ver qué pasa’”.

¿Su esposa y sus hijos? No, no, no, están orgullosos de mí, al ver a su papá en silla de ruedas y que es independiente y que trabaja y aparte hace deporte...

La playera de tirantes que lleva Enrique delata la cara de un perro pitbull tatuado en un brazo. “¿Y ese tatuaje?”, le pregunto.

“Ese es un pinche pitbull”, responde a botepronto. “¿Y por qué se lo tatuó?”, inquiero de nuevo. “Pos es que yo siempre he tenido perros”, dice.

¿Le gustan los pitbulls? Me han gustado los pitbulls Y luego otra broma. “Le enseñaría el que traigo atrás, si quiere vamos al baño o aquí mero, no sé dónde quiera…”, propone. “No, no, no”, respondo nervioso y todos explotan en una enorme y sonora carcajada.

Apelativo. El equipo Transformers se llama así, no porque algunos jugadores usen prótesis de ojos y piernas y se armen y desarmen; sino porque este equipo transforma vidas.

SE LLAMAN TRANSFORMES PORQUE CAMBIAN LA VIDA

Lo que este entrenador busca es que sus jugadores superen su discapacidad y tengan una vida productiva y plena.

Se llama Rubén Sánchez Méndez, pero en el bajo mundo, dice el profe Marco, es conocido como “La Chiquita”. Rubén, 47 años, que está terminando de armar su silla deportiva para basquetbol, hace como que se enfada.

“No, se crea, pinches vatos, son bien mamones, ni en su casa los quieren por eso andan mamando acá los culeros…”, dice y estalla en una risotada estentórea. A Rubén, cuenta, le tocó estar en el momento y en el lugar equivocado, lugar y momento en que una bala perdida le atravesó la columna.

Cuando Rubén se quiso levantar del suelo, no pudo. Fue un día de malas, dice Sucedió en la colonia Pueblo Insurgente, que entonces era un barrio bravo. Rubén rondaba los 16 años. Los médicos diagnosticaron lesión medular completa, que en lenguaje coloquial significaba que había perdido la sensibilidad y la movilidad de su cuerpo de la cintura para abajo y no había remedio.

Dedicados. Los entrenamientos del equipo adaptado es intenso, el entrechocar de sillas, los gritos y forcejeos no dejan de escucharse en el Gimnasio Municipal

“Los médicos me daban dos o tres meses de vida, gracias a Dios, no, solamente Dios sabe lo que nos tiene destinado, tienes que entender que sólo Dios es el que te pone límites”. Rubén duró tres años encerrado en su casa, no quería que nadie lo viera ni ver a nadie. No quería saber nada de la vida.

“Pos la depresión, porque de un día para otro te cambia la vida totalmente y empiezas a pensar, primero ‘por qué a mí’, no entiendes, es muy duro”. Rubén empezó a tomar rehabilitación y conoció a otras personas con discapacidad que lo invitaron a hacer deporte.

“Lo que se le viene a uno a la mente es, ¿y qué deporte voy a hacer, si ya no tengo mis piernas?”.

Al rato Rubén ganaba competencias nacionales de atletismo en pista y en rutas de 5, 10, 21 y 42 kilómetros.

BUSCA TALENTO Transformers Saltillo convoca a jóvenes con discapacidad motriz y parálisis cerebral a integrarse a sus filas.

EL EQUIPO LE CAMBIÓ LA VIDA

Luego vino lo de Transformers. “Hemos ido a muchísimos lados, ganado muchas competencias y hemos perdido, porque el juego así es, se gana y se pierde”. Rubén vive solo y depende totalmente de él: se hace de comer, se baña, todo.

¿Es casado Rubén? Ahorita no hemos adquirido un compromiso, pero más adelante primeramente Dios, puede haber por ái alguna chica. ¿Y tiene gancho con las chicas? Sí, pos cómo no, de eso se trata, somos bien enamorados, donde quiera hacemos roncha… Empieza el entrenamiento.

LA EXPERIENCIA DE VERLOS ENTRENAR

A lo largo y ancho de la cancha contemplo azorado el ir y venir de los jugadores a toda velocidad en sus sillas de ruedas. Se lazan el balón, se hacen fintas, echan canastas. Gritan, chiflan, maldicen.

El profe Marco, quien está sentado en el filo del foro del gimnasio girando el marcador, me cuenta que hace cinco años nació este singular equipo de basquetbolistas, en total unos 18 jugadores con distintos tipos de discapacidad: lesión medular, (alta, baja), amputados, poliomielitis. La mayoría de entre 37 y 57 años, aunque el profe Marco insiste en llamarlos muchachos.

El profe Marco es licenciado en Tecnología e Innovación Educativa, pero, aparte de su pasión por el baloncesto, siempre le atrajo trabajar con deportistas con capacidades diferentes.

Fue cuando Marco Antonio Salazar trabajaba en el área de Inclusión y Adultos Mayores del DIF Municipal, que pudo hacer realidad su idea de integrar un equipo de basquetbolistas paralímpicos.

INTERESADO EN EL DEPORTE PARALÍMPICO

Era la época en que la discriminación y la exclusión hacían todavía más compleja la vida para la gente con alguna limitación física, más que ahora.

“Me enfoqué mucho al área de deporte paralímpico, porque normalmente la gente no les pone atención. Agarramos el proyecto y todo mundo me decía, ‘pos no sabes en la bronca que te metes, los malitos, (los ‘malitos’ les decían), no hacen nada, no vas a sacar nada’, que no servían para nada, que no avanzaban.

“Fue un reto tremendo para nosotros de demostrarle a la sociedad que se pueden hacer las cosas, que los muchachos valen”, dijo el entrenador.

El profe Marco, siendo estudiante, intentó formar una pandilla de basquetbolistas en silla de ruedas, pero no hubo espacio para ellos.

“No teníamos apoyo de nadie, nos corrían de todos lados, nos hacían el feo”, recuerda. Años después, cuando Marco trabajaba en el área de Inclusión y Adultos Mayores del DIF Municipal, surgió otra vez la idea de integrar un equipo de basquetbolistas paralímpicos.

Así nació Transformers, no porque algunos de los muchachos del profe Marco usen prótesis de ojos y piernas postizas, se armen y se desarmen, como “El Señor Cara de Capa”, sino porque este equipo, dice Marco, transforma vidas.

“De quitarte esa mentalidad perdedora, de que nomás a ti te pasó o de que nomás tú estás en silla de ruedas, que no puedas hacer las cosas.

BUSCAN DARLES AUTONOMÍA

Lo que pretendemos en el equipo es que todos los muchachos sean autónomos, tengan su trabajo, sean independientes. No verlos en la calle pidiendo una moneda, que te valgas por ti mismo, que logres una familia.

De los 18 del equipo, los 18 tienen su trabajo”. Aquí, entre todos, enseñan a los nuevos a trasladarse de una silla a otra, a cambiarse de pañal, a colocarse la sonda. “Se les enseña a mover la silla, a desplazarse dentro de la ciudad, a asearse. Somos una familia. El que ya sabe va pasando el conocimiento”.

Al principio Transformers comenzó a jugar en la cuarta división de basquetbol en silla de ruedas del país. Hoy la cuadrilla ha logrado avanzar al quinto lugar de la segunda división en México. “En la segunda división ya nomás son 10 equipos y 10 en la primera división.

El año pasado fuimos los novatos de la división. Nos sentimos muy orgullosos porque llegamos y todo mundo se nos quedaba viendo así como ‘debut y despedida de Saltillo’, y no, logramos colocarnos en quinto lugar de la segunda división, entre equipos muy poderosos como Jalisco, Sonora, Sinaloa, Quintana Roo, que traen toda la inversión del mundo de sus gobiernos, que realmente le invierten a sus deportistas, sillas de ruedas, uniformes…”, dice Marco.

ENFRENTAR A LA PANDEMIA

Pese a la pandemia Transformers no ha dejado de entrenar, aunque el equipo tuvo que ajustarse sólo a ocho de los 18 jugadores, para evitar riesgos; usan gel antibacterial y sanitizante para las sillas.

El sueño de Transformers es convertirse en un equipo de primera división, y estar siempre entre los primeros lugares, dice el profe Marco. Y dice que la falta de apoyo del Instituto Estatal del Deporte de Coahuila (Inedec), es un factor que frena el desarrollo de los deportistas paralímpicos.

“Cualquier chico que tenga amputación en una pierna, si él quiere ser corredor, pero no tiene el apoyo para la prótesis, por más que quiera correr no va a poder y hay jovencitos muy buenos. No hay apoyo del gobierno estatal, ahí nos estamos quedando un poquito estancados. Va uno y toca puertas al Inedec y no pasa nada.

A veces tienes que ir, de aquí, representando a Nuevo León, porque allá los estímulos son mayores”.

PERDIÓ LAS PIERNAS; NUNCA EL BUEN ÁNIMO

De no haber sido porque a Alejandro (44 años) el tren le cortó las piernas un día que por no esperar a que pasara el tren Alejandro brincó, perdió pisada y cayó a las vías; no estaría acá. Alejando tenía apenas 19 años.

“No, no, no, yo lo tomé siempre positivo, a mí me dijeron que necesitaba terapia psicológica, pero no las tomé porque así como me ves era mi carácter cuando yo estaba bien y siempre he sido así: bromista, alegre, le hago honor a mi apellido, me llamo Alejandro Santillán Alegría”. Dice Alejandro al final del entrenamiento, rumbo al ocaso.

“Yo dije ‘pos yo me lo busqué, tengo que salir adelante. De primerito pos te ve la gente y se siente uno como que achicopalado, pero te vas acoplando a tu nueva vida y ha sido una vida llena de bendiciones”. Tus hijos te acompañan a los partidos, ¿no? Siempre van conmigo, son mi inspiración. Imagínate ver a tu familia en las gradas, se motiva más uno para hacer su parte como jugador.

DESDE NIÑO CONTRA LA DISCAPACIDAD

Armando Robledo, 37 años, uno de los jugadores más jóvenes del equipo, nació con una poliomielitis, enfermedad que lo dejó como secuela una extremidad más corta que la otra. Un día vio en la tele a los muchachos de basquetbol en silla de ruedas y fue cuando Marco para pedir información.

El profe lo invitó a quedarse. A la sazón Armando era adicto a ir al gimnasio a hacer pesas. Ahora comparte las glorias de ser Transformer.

“Mira, mira, ái va ‘La Garza’, rengueando, ‘La Garza’”, comenta el profe Marco con Enrique cuando miran pasar a Raúl, alto, espigado, como una garza, tambaleando sobre su prótesis. Raúl, que los ha escuchado ni se inmuta.

Raúl Hinojosa Solís es ingeniero agrónomo y se mantiene, entre otros negocios, de vender chorizo. “¿Todavía vendes chorizo, Raúl?, le pregunto. “Y le gusta”, contesta, juguetón, el profe Marco, antes que Raúl pueda responder. Raúl era un deportista de rodeo hasta que un día lo pisó un caballo en la pierna derecha, de ahí le vino una infección y los galenos tuvieron que amputarlo.

SEMANARIO contó su historia en 2017. Y ahora que lo vuelvo a ver, me encuentro con la sorpresa de que también perdió la pierna izquierda, tras una fractura, y la vista del ojo derecho, a causa de un coágulo. Pero aún así Raúl no se agüita.

“Seguí con los muchachos en competencia”, dice.