Seis años: un buen tiempo

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Seis años: un buen tiempo

Hoy me siento especialmente motivada para lanzarme al cofre de los recuerdos. Será que precisamente en este día 30 cumplo  seis años de estar con ustedes con esta columna que me ha dado tantas satisfacciones. Durante décadas  he escuchado  muchas historias, todas muy interesantes;  y a través de ellas he llegado a conocer más de cerca los sueños, aspiraciones, derrotas, malos y buenos amores, de muchas personas; de las que he aprendido mucho porque  me han hecho acreedora de su confianza para participar  en sus vidas.

Desde siempre me he sentido impelida a escribir y lo fui postergando. De pronto me di cuenta,  los años pasaron fugaces. Mi vida familiar me absorbió con tal intensidad, que fue el primordial motivo de mi existencia. Un buen día, inundada por la soledad y la ausencia, tome la decisión de hacerme amiga de mi computadora y empecé a contarle historias que venían a mi mente; dentro de mí seguía viva la inquietud de escribir. Y empecé a plasmar en el papel lo que no lograba hacer de viva voz y así llené mis espacios vacíos. En uno de estos momentos estaba tan absorta que no me di cuenta de la presencia de una querida amiga, hasta que me toco en el hombro. Había estado leyendo lo que yo escribía y me dijo: “porque no publicas eso, es muy bonito”; porque no creo que le interese a nadie. Sólo son pequeñas historias de vivencias escuchadas aquí y allá. Yo pienso, insistió, que debes probar.”

Fue así como empecé esta aventura que me ha hecho encontrar una motivación y un estímulo en esta vida que en ocasiones se vuelve un tanto  solitaria y quise romper el viejo cliché que se asigna a los adultos mayores: “está viejo, ya no puede ofrecer nada, sólo sentarse a  esperar”. A otro día tome la decisión de probar fortuna. Escogí algunas de las historias que me parecieron más apropiadas y emprendí el camino hacia el Periódico “Vanguardia”. Pregunté sobre la persona indicada para atenderme y nunca me arrepentiré de mi resolución, resultó ser  alguien que conocía su oficio. Le expliqué cuál era el motivo de mi presencia. Trate de ser explicativa respecto a mi trabajo: he escrito algunas pequeñas historias basadas en hecho reales, las que he escuchado de los protagonistas, he cambiado, por supuesto, nombres y  lugares, para proteger la identidad de las personas; sin embargo mi principal propósito es darlas a conocer agregando un mensaje que motive a reflexionar sobre problemáticas análogas y puedan tener un punto de orientación y referencia en algún momento de aflicción. Me indicó que le dejara mis escritos y que al presentarlos al concejo, se me avisaría de los resultados.

 Pasaron  más de 8 días y ante la falta de respuesta, un día decidí salir de duda de una vez. Cuando le avisaron a la persona que me había atendido, que yo estaba ahí, llegó de inmediato. Qué bueno que vino, me dijo, le tengo buenas noticias pero como no teníamos su dirección ni su teléfono fue imposible comunicarse con usted. Aun cuando no tenemos espacio, nos interesa su forma de redacción y la temática y hemos hecho los ajustes convenientes para que su columna, Todos Somos Historia, se publique cada quince días. 

Cuando salí de ahí creo que me sentía caminar en el aire. Lo había logrado, me aceptaron, mi sueño se había hecho realidad. Ahora tenía un espacio para que mi voz pudiera ser escuchada y entonces mi entusiasmo renació y decidí seguir con esta tarea de penetrar en vidas ajenas y hacer renacer la esperanza y dar nuevos bríos a sus afanes. Siempre me ha importado lo que le pueda pasar a los demás, y este es un grano de arena infinitamente pequeño que aunado a otras voces puede significar algo para quien lo necesite.

Esta es una historia hermosa que estoy viviendo y que hoy llega a ustedes para agradecerles la atención que hayan merecido mis palabras. Gracias por estar conmigo estos seis años. Porque, al final…TODOS SOMOS HISTORIA.