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Seguridad en los JO, prioridad para Río de Janeiro
Rio de Janeiro.- Paulo Storani, excapitán del batallón de choque de la Policía Militar y consultor de la película Tropa de élite —que ilustra las tácticas de guerra usadas por los agentes para apaciguar las favelas cariocas—, ha comprado varias entradas para los Juegos Olímpicos de Río 2016, pero aún no sabe si se acercará a los estadios. “Hasta que no vea más gestos de las autoridades que me demuestren que tienen el control ante una amenaza terrorista, no llevaré a mi familia a ningún pabellón”, reclama.
El Gobierno asegura que está todo bajo control, pero garantizar la seguridad durante los Juegos, que se celebrarán en Río de Janeiro del 5 al 21 de agosto, se ha convertido en la principal preocupación de las autoridades brasileñas. Tras los atentados terroristas de París, la polución de la Bahía de Guanabara, escenario de competiciones acuáticas, la conclusión del metro y el resto de obras olímpicas han pasado a un segundo plano.
Río, con altos índices de violencia pero con exitosa experiencia en la organización de eventos multitudinarios como un Mundial o la visita del papa Francisco, en 2013, se enfrenta hoy a un escenario delicado. Aunque las alertas se han disparado, el plan estratégico y el presupuesto para seguridad se mantienen como fueron planeados. Pero nadie descarta la posibilidad de tener que reforzarlos. De momento, el ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, ha sido el primero en ofrecer públicamente la ayuda de los servicios de inteligencia franceses a las autoridades brasileñas para reducir riesgos.
La oferta francesa ha sido interpretada por algunos expertos en seguridad como un “tirón de orejas” diplomático a Brasil. “Las autoridades extranjeras son conscientes de nuestra vulnerabilidad y es obvio que ofrecen ayuda. Es una forma de decirnos que no estamos plenamente capacitados”, opina André Luís Woloszyn, especialista en el combate contra el terrorismo.
Brasil destinará 85.000 oficiales, entre policías y soldados, para garantizar la seguridad durante uno de los mayores acontecimiento deportivos que se haya celebrado nunca en América Latina. El contingente, que incluirá la presencia de agentes extranjeros, supera en más de 20.000 hombres el número de policías con el que cuenta todo el Estado de Río de Janeiro. El presupuesto total en seguridad, sin embargo, no se ha hecho público, dificultando así que se sepa si el Gobierno va a inyectar más recursos ante la amenaza terrorista.
Las decenas de instituciones brasileñas responsables del plan de seguridad de los Juegos Olímpicos, entre ellas todos los cuerpos policiales, el Ejército, los comités organizadores y los ministerios de Justicia y de Defensa, se reunieron el pasado miércoles con representantes de 78 países. La reunión fue convocada antes de los atentados de París y la idea era informar a las delegaciones extranjeras del plan que Brasil seguirá durante sus Juegos. Sin dar muchos detalles, las autoridades se esforzaron en transmitir un mensaje: “Brasil está preparado para organizar unos Juegos seguros”.
Los “lobos solitarios”
La estrategia antiterrorista siempre formó parte de los planes de seguridad en cualquier evento y los brasileños cuentan con socios, como Francia y Estados Unidos, con los que hace años comparte experiencias. El terrorismo, sin embargo, es una amenaza que, en la práctica, Brasil ——que aún no tiene una legislación antiterrorista— nunca encaró.
“Tenemos una gran experiencia en la organización de grandes eventos, tenemos agentes tan preparados como los de cualquier otro país, pero hay un factor de riesgo y es que Brasil no tiene experiencia en ese tipo de crimen”, explica el consultor Woloszyn, que mantiene que el riesgo de un ataque terrorista durante los Juegos es remoto. “Si nos fijamos en el comportamiento de los extremistas islámicos podemos notar que sus acciones se caracterizan por escoger blancos civiles en su rutina urbana, donde no hay un refuerzo de seguridad específica, donde no hay un estado de alerta. Un atentado en los Juegos sería difícil y nada beneficioso para el Estado Islámico”.
La vulnerabilidad de Brasil, además de los fallos en el control de sus más de 17.000 kilómetros de fronteras, depende también de la observación de los llamados “lobos solitarios” que, inspirados por grupos radicales, actúan individualmente. “Es una figura analizada por los órganos de seguridad de todo el mundo. Brasil está atento a todo, a organizaciones terroristas y a los lobos solitarios”, tranquilizó el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo.
El ministro resaltó que el “lobo solitario” no es un fenómeno común en Brasil, aunque la realidad demuestra que eso no impide que grupos radicales tengan apoyo en un país, lejos de los conflictos bélicos del Oriente Próximo. Hace un par de meses una operación de la Policía Federal desmanteló un grupo liderado por un libanés, que había enviado hasta 50 millones de reales en remesas ilegales al extranjero y cuyo destino sería, supuestamente, las arcas de la organización terrorista. Los participantes de la trama, residentes en São Paulo, alimentaban sus perfiles de Facebook con vídeos del ISIS.