¿Segundas partes nunca fueron buenas?

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¿Segundas partes nunca fueron buenas?

A principios de mes ocurrió con “A que no Me Dejas”, actualmente en transmisiones por Televisa, mientras que a principios de esta semana se dio lo correspondiente en el canal de TL Novelas con “Salomé”.

 Ambas son refritos de dos memorables telenovelas de los años 80: la primera de “Amor en Silencio” y la segunda de “Colorina”.

 Las dos producciones cuando se transmitieron por primera vez hicieron historia: la primera dejó conmocionados a sus seguidores cuando a la pareja que formaban Erika Buenfil y Arturo Peniche en su primera etapa eran balaceados a quemarropa por la hermana trastornada que interpretó magistralmente la primera actriz Margarita Sanz por el amor enfermizo que tenía por su hermano y prefería verlo muerto que casado, mientras que la segunda tuvo unos de los más altos ratings de su tiempo cuando la mayor público se preguntaba cuál de los tres muchachos que había criado la protagonista que interpretaba Lucía Méndez era el hijo biológico de ella y el personaje que hacía Álvarez Félix.

 La respectiva segunda temporada de “A que no Me Dejas” si bien ha conseguido posicionar a la producción de Carlos Moreno en semanas anteriores en el primer lugar de sintonía de rating de todas las que están actualmente en transmisión en Televisa, a muchos de sus seguidores ha decepcionado, en lo que “Salomé”, transmitida originalmente en 2001, si bien mantuvo aceptables niveles de audiencia para nada causó la conmoción de la original por saber la identidad del hijo biológico de la protagonista y hoy día es mera curiosidad que entre esos candidatos se encuentren protagonistas de recientes éxitos de teleseries relacionadas al narco como Rafael Amaya por “El Señor de los Cielos” o José María Torre por “Dueños del paraíso”, junto a Ernesto D’Alessio, irónicamente parte de “A que no Me Dejas”.

 Eso de agregar segundas partes a telenovelas se propició desde los años 70 a partir de que un clásico del cine como “El Padrino” (Francis Ford Coppola, 1972) tuvo una secuela excepcional en 1974 que algunos inclusive consideran superior y vino a derrumbar el mito aquel de que “segundas partes nunca fueron buenas”. El mencionado productor Valentín Pimstein hizo lo propio con la segunda parte que la escritora María Zarattini (“Amor Real”; “Mentir para Vivir”) hizo para “Los Ricos También Lloran” y el resto es historia.  Lástima que no pueda decirse lo mismo con adaptaciones como las que Cristina García y Martha Carrillo, por ejemplo,  han hecho de “Amor en Silencio” para “A que no Me Dejas”.
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