Se llama Norma y ansina quieren que le llamen (crónica de Jesús Peña)

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Se llama Norma y ansina quieren que le llamen (crónica de Jesús Peña)

A doña Isidra Pérez Lira no le gustaba su nombre y se lo quitó. 

Así nomás, se lo quitó. 

Y sin mediar papales ni trámites burocráticos, que siempre son harto engorroso, se pegó el nombre de Norma. 

Se lo pegó, dice ella, nomás por sus puras pistolas. 

“Es que no me gusta que me digan Isidra”, dice con sencillez y se ríe de ella misma. 

No hubo pa que pelearse con sus viejos ni hacer reclamaciones de nada, ella quería llamarse Norma, porque le gustaba y Norma se puso. 

Que diferencia con sus nietos que se llaman Galilea, Betsa y Ángelo, “puro nombre de artista”, le dije cuando me los presentó y reímos juntos. 

Fue una mañana calurosa que llegué al ejido Cuautla, municipio de Saltillo, atendiendo una queja sobre la escasez de agua. 

Apenas la abordé la doña se presentó, “me llamo Norma”, dijo, lacónica, “bueno no, me llamo Isidra, pero yo me pegué el nombre de Norma”. 

Y sin querer terminamos hablando de sus nietas que se llaman bonito: Galilea y Betsa. 

Dos crías rubiecitas a las que se madre había abandonado porque, dijo doña Norma, se había ido “de güila” con un individuo, sin 
ningún reparo. 

Y volvimos a lo de su nombre, Isidra. 

Y me reí otra vez pensando que doña Norma no necesitó de ninguna ley ni tuvo que ir donde el Registro Civil para cambiarse el nombre. 

Recuerdo que en secundaria tuve una profesora que se llamaba Tomasa y se la vivía renegando de su nombre y de sus padres. 

Y el caso de una compañera de clase de nombre Eustaquia, pero que ni se inmutaba, seguro porque su nombre le venía bien. 

Pero doña Norma ni lo uno ni lo otro y no batalló nada, sólo tomo la decisión, pragmática como es, de llamarse Noma. 

He conocido casos de chicas que se llaman Angélica o Rosario y viven toda la vida con la amargura, que desde luego comparten con los demás, de llamarse así. 

Se amargan y le amargan la vida a los otros. 

No me imagino lo que hubieran hecho si sus papás les ponen Austraberta, como una de las esposas de Pancho Villa. 

A lo mejor se suicidaban. 

Doña Isidra ni batalló, recia y campesina como es, decidió en un santiamén de su vida que desde ahora en adelante se llamaría Norma. 

Aunque a veces sus vecinos de Cuautla transgredan la norma y la llamen Isidra. 

Se llama ansina… y ansina quiere que le digan: 

No ansina, sino Norma.