Un 22 de enero del 2006, en el encuentro entre Los Angeles Lakers y Toronto Raptors, Kobe Bryant se transformó en el segundo mayor anotador en un solo juego de NBA, detrás del mítico Wilt Chamberlain, quien en 1962 firmó 100 puntos con los Philadelphia Warriors ante los Knicks.

En el Staples Center de Los Angeles, 18,118 personas se volvieron locas con la hazaña de Bryant. “He visto actuaciones memorables, pero nada como esto”, indicó el mítico Phil Jackson, el DT con el que ganó cinco títulos.

“Nunca vi algo semejante. Fue una noche larga”, sentenció Morris Peterson, jugador de los Raptors. El crack anotó 14 puntos en el primer cuarto y 67 en los tres últimos. Llevaba 30 tantos en el minuto 28 y acabó con 81. Tiró muchísimo, pero su efectividad rozó lo increíble: 18 de 20 en tiros libres, 21 de 33 en tiros de dos y 7 de 13 en triples. Su equipo perdía por 18 puntos y terminó arriba por 18 (122-104).

Varios históricos mostraron su estupor. “Es salvaje, difícil de creer”, señaló Larry Bird, tres veces ganador de la NBA con los Boston Celtics.

Kareem Abdul-Jabbar, seis veces campeón de la NBA, agregó: “Lo de Kobe Bryant es increíble por la distancia. Su habilidad para tirar de afuera y atacar el aro, dividir defensas y cerrar las oportunidades en la zona pintada es única”.

Ha pasado una década de aquella noche irrepetible. Los últimos tres años han sido duros para Kobe Bryant por culpa de las lesiones, pero eso ya no importa. A pocas semanas de completar su última campaña en la NBA, está claro que se va el crack y queda, para siempre, la leyenda.