Se abre una puerta

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Se abre una puerta

Sí.
Se abre una puerta a la Humanidad.

Puerta de libertad para todos los cautiverios contemporáneos. Y de esperanza para todos los que vagan sin albergue. Puerta de entrada que da hospitalidad y puerta de salida que ofrece liberación. Por una puerta se puede entrar o salir. Entrar a la protección o salir al riesgo del bregar existencial.

La puerta delimita espacios. Lo sagrado y lo profano. La intemperie y el refugio. Por eso una puerta se abre o se cierra. La apertura es bienvenida o es despedida. Es hospedaje o expulsión. Por una misma puerta pueden entrar las personas y salir la basura.  La puerta abierta es lo opuesto a la oclusión del muro. En la concepción solo un espermatozoide da con la puerta del óvulo. Los demás, aun los que llegaron primero, perecerán en un esfuerzo de penetración frustrada.

La puerta cerrada, es, desde dentro, un medio de seguridad. Vista desde fuera se ve como impedimento o como obstáculo. Será necesario llamar. Golpear o sonar. Alguien busca cruzar el umbral pero no derriba la puerta sino llama como signo de respeto. La puerta se abrirá o permanecerá cerrada por ausencia o decisión de quien la puede abrir.

Un invasor usará un enorme ariete para intentar un ingreso violento. Hasta un niño puede abrir la puerta con dos dedos, girando una pequeña llave que introduce en la cerradura. 

La puerta que se abre hoy es un gran símbolo. Es la Puerta Santa de la Misericordia. La abre el obispo de Roma, sucesor de Pedro, apóstol, llamado Cefas, que significa Piedra de cimentación. A él se le prometen las llaves que abren y cierran el Reino de los cielos. Es puerta santa porque abre a todos el camino del corazón que se compadece de la miseria.

El evangelista Juan dejó escrito lo que dijo Jesús, el Ungido, Hijo de Dios: “Yo soy la puerta. El que por mí entre alcanzará salvación. Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia (Juan 10/9). Cruzar la puerta santa para entrar en espacio sagrado significa pasar de muerte a vida, de pecado a gracia, de debilidad a fortaleza, de oscuridad a luz, de enfermedad a salud, de ignorancia a sabiduría.

Quedan fuera el error, el egoísmo, la injusticia, el crimen, la iniquidad, el odio y se abraza la verdad, el amor, la equidad, la virtud y el perdón. La llave es la reconciliación que alcanza misericordia y convierte a cada peregrino en misionero del amor misericordioso. 

Es puerta abierta a toda persona de buena voluntad. Llamada a todo hombre o mujer que busque la verdad y que, por ello, pueda oír la voz de Cristo Jesús que vino a ser testigo de la verdad. Católicos, evangélicos, judíos, musulmanes, nihilistas, agnósticos, y ateos, pecadores y criminales podrán acercarse a la puerta a reconocer el amor infinito que los invita a no quedarse fuera...