A principios de la década de los '90, la industria del rock viró del glam más promiscuo, promovido por Mötley Crüe, Poison o Ratt, hacia una postura totalmente contraria tanto desde lo estético, como desde lo musical. El foco se corrió de lo que ocurría en Los Ángeles, hacia lo que estaba pasando en Seattle.

Bandas como Alice in Chains, Pearl Jam, Nirvana o Soundgarden proponían un look con camisas leñadoras y bermudas, letras más ligadas al descontento social, las frustraciones personales y un sonido influenciado por el punk, el Zeppelin más oscuro, The Fartz, Sonic Youth y The Pixies.

Así se expandía el movimiento grunge. Dentro de ese marco, en San Diego, surgió Stone Temple Pilots, un grupo liderado por los hermanos De Leo y Scott Weiland, un joven con gran talento para la puesta en escena y enorme caudal vocal. Era la mezcla justa entre el histrionismo californiano con movimientos de Johnny Rotten y la depresión que impregnaba Layne Staley, cantante de Alice in Chains.

Scott Weiland fue uno de los grandes estandartes, tal vez sin quererlo, del sonido grunge. Su carrera en Stone Temple Pilots fue prolífica hasta que luego de varias separaciones fue relegado, definitivamente, por su adicción a las drogas. Algo similar le ocurriría con Velvet Revolver, el supergrupo comandado por el guitarrista Slash, con quien grabó dos discos y llevó la bandera del hard rock durante buena parte del nuevo milenio.

Weiland terminó abandonado por varios de sus ex compañeros pero, hasta el último de sus días, fue venerado e idolatrado por sus fans en todo el mundo gracias a su talento, su carisma y su increíble obra: