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'Sargazo ha dejado un daño mayor que el peor huracán'
Por Manu Ureste/@ManuVPC para Animal Político
Jorge Reyes, restaurantero desde hace 30 años, cuando Playa Del Carmen aun era un puñado de casas de pescadores y no el emporio de cadenas hoteleras, condóminos, y centros comerciales que es hoy, cuenta que ha visto pasar todo tipo de desastres naturales por Cancún y la Riviera Maya.
El peor de todos, dice, fue el huracán Wilma, que hace casi 15 años barrió la Península de Yucatán dejando a su paso daños millonarios y la pérdida de miles de empleos en el sector turístico de Quintana Roo; estado mexicano que, en la actualidad, debe el 87% de su PIB y da trabajo a 450 mil personas gracias a la arena blanca y a las aguas azul turquesa de sus destinos más reconocidos a nivel mundial, como Cancún, Tulum, o Playa Del Carmen.
“El Wilma fue un desastre”, recuerda lacónico Jorge.
“Pero no se compara con el sargazo”.
El empresario lanza la sentencia mientras, a través de la ventana de su pequeña cantina de mariscos, una de las más antiguas de Playa Del Carmen, observa el agua sucia y espesa que llega a la orilla de la playa y está próxima al muelle desde donde parten los ferrys hacia la isla de Cozumel.
A continuación, para apoyar lo que acaba de decir, Jorge se levanta de la silla, sale a la terraza del restaurante, y señala hacia un montón de mesas que están vacías, a pesar de las generosas sombras que ofrecen unas palmeras.
“El aire apesta a sargazo”, murmura. A montañas de algas pardas y putrefactas que se acumulan en la orilla, y que el mar expulsa por toneladas para cambiar drásticamente la típica postal de playas paradisiacas por una enorme mancha de color café que se expande sin freno como una epidemia por hasta 32 países caribeños, incluyendo a México, debido al calentamiento global y a la contaminación sin freno de los océanos, entre otros factores.
Por eso su restaurante está vacío de turistas en plena temporada alta de vacaciones. Y por eso, desde 2015, cuando se produjo el primer gran arribo de sargazo a las costas del Caribe mexicano, su clientela ha ido subiendo y bajando drásticamente hasta este 2019; el año del ‘boom’ en el que, de acuerdo con la Secretaría de Turismo, se proyecta recolectar hasta un millón de toneladas de esta alga maloliente; un 100% más que en 2018.
“Con esta peste, la gente llega y con las mismas se marcha a otro lugar”, dice Jorge, que explica que los turistas buscan alternativas en las zonas menos afectadas, principalmente en el norte de Quintana Roo, como Holbox, Isla Mujeres, Isla Contoy, Cancún, y también en varios puntos de Cozumel, la isla vecina.
Suenan las alarmas entre los científicos del mundo.
¿La razón? La mayor floración de #microalgas?del planeta está afectando a la flora y fauna marina desde el Golfo de México hasta las costas de África.
Hablamos del “Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico”#ambiente [bu] pic.twitter.com/1wc5IDO4on— DW Español (@dw_espanol) July 11, 2019
Ahora, tras “una pésima” temporada de Semana Santa y un mal arranque de la de verano, Jorge asegura que no sabe cuánto tiempo más podrá soportar su negocio esta situación.
“El sargazo nos ha afectado más que el paso de un huracán. Cuando fue el Wilma, por ejemplo, nada más limpiamos y reparamos algunos daños, y a los tres días ya teníamos el restaurante lleno. Pero mira ahora cómo estamos”, concluye el empresario, que observa en silencio su terraza vacía de clientes.
Limpieza intensiva
Laura Beristain, alcaldesa de Solidaridad, que es donde se encuentra Playa Del Carmen, admitió en una entrevista el pasado 9 de julio con Radio Fórmula, que la llegada por toneladas de sargazo es “algo atípico” para el municipio y para Quintana Roo, ya que “nunca había llegado de esta manera tan inmensa”.
Una situación anormal que, como expuso el restaurantero Jorge, está teniendo impacto en el turismo: hasta la primera semana de julio, la ocupación hotelera en Playa Del Carmen era del 84.2%, cuando lo común en temporada alta es el lleno total, admitió la alcaldesa, quien resaltó que para contrarrestar esta situación están haciendo a diario labores de limpieza con barcazas y con barreras de contención, y organizando brigadas de limpieza.
Además, desde mediados de junio, el municipio contrató a una empresa privada para que limpie siete kilómetros de playas públicas en Playa Del Carmen. En cuanto a las playas privadas, que son la mayoría, los grupos hoteleros dueños de las concesiones son los que asumen las tareas de limpieza, mientras que la Secretaría de Marina se encarga de la limpieza en alta mar, que es de jurisdicción del Gobierno Federal.
Verónica Rivera es la bióloga de Grupo Arco, la compañía contratada por el municipio de Solidaridad. En un recorrido por la playa pública, desde el Muelle de Ultramar, a la altura de la Avenida Juárez de Playa Del Carmen, hasta la playa del recodo, junto a otro muelle, explica que han instalado varios kilómetros de barreras flotantes en el mar, para contener el arribo de las manchas de sargazo, y redireccionarlo hacia “puntos de extracción” en la orilla, donde llegan a sacar hasta 100 toneladas por día, con picos de 150 y hasta 200 toneladas.
La recolección se hace con sargaceras, que son embarcaciones especialmente acondicionadas para limpiar las algas, o bien, ya en la orilla, con brigadas de empleados que con palas y rastrillos las depositan en carretillas para su extracción final. Y en las zonas muy afectadas, utilizan pequeñas excavadoras Bobcat con las que evitan el uso de maquinaria pesada para no erosionar y contaminar aun más las playas.
“Hace tres semanas, en esta playa había montañas de dos metros de sargazo y el agua estaba café. Y en diez días logramos estabilizar la situación. Si te fijas, ahora casi no tenemos sargazo”, subraya la bióloga.
Pero, si bien es cierto que la limpieza intensiva comienza a dar resultados -en varias zonas la peste a sargazo se redujo, e incluso hay bañistas en algunos puntos de la playa pública-, también lo es que esas labores, paradójicamente, están afectando también al turismo.
De hecho, en el recorrido por la playa pública que este medio hizo el 3 de julio, fue testigo de escenas que rozan el surrealismo, como turistas esquivando a las brigadas de limpieza en su paseo matutino por la orilla, o pequeños grupos de personas tratando de descansar en tumbonas, mientras los ruidosos Bobcats quitan el sargazo a unos pasos de distancia.
“Ya no pasa ni un americano”... Lee la nota completa en Animal Político