¿Sarapes de Saltillo chinos?
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¿Sarapes de Saltillo chinos?
Hace más de una década, el Museo Franz Mayer montó en la Ciudad de México la exposición “El sarape de Saltillo. Enigma y huella”, una selección de bellísimas piezas textiles de muy fina factura. El planteamiento museográfico permitió recorrer la historia de esa prenda y conocer la diversidad geográfica de su uso, extendido desde Nuevo México hasta Guatemala. Al mismo tiempo, el guión dejó vislumbrar lo que de tiempo atrás se temía: que la otrora tan preciada prenda está ya en vías de extinción.
Desde hace unos años Saltillo lucha por que eso no suceda. El Museo del Sarape resguarda y muestra piezas artesanales de gran calidad artística y mantiene a algún tejedor trabajando de planta en un telar original; la Escuela del Sarape ofrece cursos para conocer su historia y aprender a fabricar los sarapes a la manera tradicional.
Aunque desconozco sus resultados, hace algunos años, a iniciativa del Comité Internacional de Ciudades Hermanas se integró una comisión en la que participaban también el Ateneo Fuente y Ana María Mendoza Oyarzábal como representante de los propietarios de “El Sarape de Saltillo”, único establecimiento comercial que los fabrica, con el objetivo de obtener un certificado de origen para la fabricación del sarape como tradición saltillense.
Originalmente tejido en lana porque en Saltillo no había algodón, el sarape se usó durante varios siglos en formas diversas: como especie de cobija o frazada para protegerse del frío; como capa o capote de monte los que tenían una abertura para meter la cabeza; y en las casas, como colchas o sobrecamas, como carpetas para cubrir el piano o la mesa del comedor, o extendidos en los respaldos del sillón principal de la sala.
Durante la Colonia, los jinetes, rancheros y hacendados, llevaban siempre un sarape en su montura y lo usaban como capote contra el frío o la lluvia, por lo que pasó a formar parte del vestuario tradicional del charro. Durante las luchas independentistas, el sarape fue adoptado en la indumentaria nacional para distinguirse de los peninsulares, y fue símbolo de alianza y unidad de los mexicanos. No obstante lo anterior, una vez consumada la Independencia poco a poco fue cayendo en desuso.
Las formas de la vida moderna ayudan en ello: la introducción de las fibras sintéticas en el mercado textil por la facilidad en la elaboración y el cuidado práctico de las prendas; la extinción de las grandes haciendas ganaderas que producían la lana; la carencia de las tinturas vegetales para teñir las fibras, desplazadas por anilinas químicas y ácidos para fijar los colores. Hasta la introducción del ferrocarril, la construcción de carreteras y la fabricación industrial de automóviles conspiraron en su tiempo en contra del sarape, al ayudar a suprimir el uso de caballos, mulas y asnos como medios de transporte.
Los sarapes fabricados en Saltillo, de vistosas y coloridas franjas horizontales, eran reconocidos en todo el País por su belleza, calidad y finura extraordinarias. La presencia de artistas tlaxcaltecas en los inicios de su fabricación les dio el sustento técnico para su elaboración, y los pobladores de la región aportaron los elementos prehispánicos en los diseños, como los diamantes aserrados y el ojo central llamado tenichco.
También incorporó influencias españolas, y posteriormente, francesas, filipinas, hindúes y persas, tomadas de las mercancías que se comerciaban en la feria de Saltillo.
Si atendemos a su uso generalizado en todos los sectores sociales del País, sin importar qué tanto hoy en día, nuestro sarape constituye un auténtico emblema de la identidad mexicana, una tradición propia que sigue siendo un símbolo de lo mexicano. ¿Qué pasó con el certificado de origen que se pretendía obtener para el sarape de Saltillo?
edsota@yahoo.com.mx