San Pedro, sospechoso

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San Pedro, sospechoso

Todo San Pedro Garza García, Nuevo León, es el primer sospechoso del doble crimen. Por ello, con sobrada razón la Policía Ministerial del Estado está investigando a nuestros policías. Carlos Valle y Alejandro Rodriguez fueron asesinados con los agravantes de premeditación, alevosía y ventaja a una hora y en un lugar eminentemente supertransitado.

Premeditación porque es obvio que al mando ministerial sufrió un marcaje personal. No fue una acción impensada o improvisada y mucho menos pleito o defensa propia. Alevosía porque los “cazaron” durante un descuido. Y ventaja porque cuatro tipos armados hasta los dientes rociaron de balas a dos menormente armados. Treinta disparos es “overkill”.

Este cúmulo de circunstancias arroja —por su evidente peligrosidad para los habitantes de San Pedro y aunque cueste admitirlo— una duda grave y fundada sobre la confiabilidad de todo “el aparato” de seguridad de San Pedro.

La primera pregunta: ¿Son leales a la ley y el orden? Eventos recientes dicen que no. Expolicías cayeron con auto robado. ¡Ahora alguien asesina al investigador! Muy probablemente estamos frente a una venganza, escarmiento o “mensaje”, como luego se dice.

Siguiente pregunta: ¿Son competentes? Una patrulla solitaria, con un elemento inofensivo llegó tras unos instantes. Nada que acorralara a los sicarios. ¿Cómo así? Luego llega Marcial Herrera rodeado de guaruras armadísimos, pero fuera de uniforme. ¡No manches!

La tercera pregunta: ¿Nuestra Policía de SP infunde respeto? No lo suficiente. San Pedro, por lo visto está panal. En Estados Unidos cuando alguien se atreve a matar a un policía, sabe que nadie descansará hasta encontrarlo, NADIE. Aquí se temor no existe.

La sospecha generalizada contra el Municipio mismo resulta de que las tres preguntas se contestan negativamente. Por ello, los polis de San Pedro, junto con sus celulares son interrogados. Con una viuda, cuatro huérfanos y dos familias dolientes, la Procuraduría está forzada a suponer lo peor.

San Pedro es ahora un municipio sospechoso de asesinato. Mínimamente es el encubridor o el incompetente. Los habitantes hemos empoderado, desde hace tiempo ya, una cadena de gobiernos irresponsables y permisivos.

Celosos de su seguridad, la inmensa mayoría de los sampetrinos se hacen los tarugos cuando escuchan el río ruidoso sobre la existencia de pactos con mafiosos. Aceptan para San Pedro “la paz comprada” sin pensarlo dos veces. Son increíblemente cínicos cuando le encomiendan a Mauricio esa tarea. Y se sienten… rechinando de limpios.

Atención: sospecha es poco. Son colectivamente culpables de lo sucedido y vergüenza debería darles por hipócritas. Cualquier SÍ a las tres preguntas de arriba los condena.

Los peores de lo peor, son los papás que interceden ante Mauricio Fernández para que viole los horarios de cierre previstos en la Ley estatal. En realidad están abogando para que sus juniors y misses no tengan que “salir de San Pedro” a comprar droga. Pobres sus hijitos, les arruinarían el reventón.

Ahora la propuesta. El general Gonzalo Adalid (ya fallecido) confirmó mi teoría  (en 2011) de que las “pruebas de confianza” son falseables. Mejor confiar en los cien por ciento confiables para encontrar los desconfiables. Los buenos polis lo saben todo. Vaya, hasta los taxistas de San Pedro saben cómo está el cuento aquí.

El problema real es que subyace el deseo de encubrir y simular. Hay que preguntar también: ¿qué piensan realmente los buenos polis de la vocación de sus jefes? ¿Algún día habrá perros entrenados rutinariamente olfateando el Centrito?

Antes que el polígrafo, sugiero que la “teoría de redes” puede diagnosticar mejor la salud de una “estructura” organizacional. Hay un “software” aguardando para filtrar elementos perniciosos.

Dos gotas luctuosas derramaron este vaso. San Pedro requiere seguridad en serio. No queremos incompetencia, y menos pactos inconfesables.

javierlivas@prodigy.net.mx